domingo, enero 01, 2012

El ejercicio de la cacofonía afónica

Esto es el desierto. El refugio abandonado, la respuesta más elocuente a la pregunta incesante de vivir. De pronto es una alberca, un zenote o una ventana hacia la nada que somos dentro. Lo he dejado para ver si muere, para ver si calla. Pero sigue latente, almacenando quién sabe qué cosas como quien junta las partes de una bomba debajo de su cama. Me asomo de vez en cuando para ver las sombras atravesar el silencio y veo mi silueta burlándose de su sombra. Estoy vaciando una memoria viciada para llenarla de mayores vicios. De esos que asusten a quien se asome de tan vulgares. Estoy fabricando un espejo al que haya que zambullirse con el riesgo de enamorarse de un fondo que promete algo fascinante de tan sin fin...