sábado, agosto 21, 2010

Sinuoso...

La vista desde el avión a una altura discreta para ver las ciudades debería ser en sí un servicio que ofrecieran las líneas aéreas. Los litorales, los ríos y la división de parcelas siempre me ha parecido una pintura perfecta, imposible de capatar por pincel alguno. La ciudad de Panamá es, en ese sentido, bellísima: el rodeo de varios minutos del avión para planear el aterrizaje es un espectáculo increíble que contrasta con lo deficiente del aeropuerto mismo, pero la verdad es que después de aquella visión efímera, el mal humor se despeja y uno hasta perdona el sobrepeso endémico de los panameños, el acento de mala telenovela y los aires de autosuficiencia. Imperdonable es un agua de medio litro a 3.25 US dolars que ni siquiera era Evian.
Medellín es otra cosa; es armonía y buen humor, salvo por los agentes de migración que parecen disfrutar las vueltas que da la vida y se cobran conmigo las décadas de mal trato de que han sido objeto en el extranjero. Lo bueno es que esta vez me contuve y no hice el numerito de siempre de agarrarme a los gritos con la autoridad y todo se resolvió... No he visto aún suficiente ciudad para contarla, pero mi primera impresión es que si no hay nada detrás de tanta amabilidad antioqueña, ésto podría ser el paraíso: la belleza y la voluptuosidad son constantes en esta ciudad que Vallejo me pintó mucho más apocalíptica y ¡el acento! podría amarlo y adoptarlo desde ya, si no fuera tan en contra de mi propio temperamento...

...Le dicen "la ciudad de la eterna primavera", igualito que a nuestra Cuernavaca, con la que tiene más de una similitud. El verde abunda, sus calles son limpias y el centro de la ciudad es casi como cualquiera de Latinoamérica. Atrás del Museo de Antioquia, una hilera de morochas ofrecen sus servicios a las puertas de moteles de baja categoría con el mismo entusiasmo que los ambulantes de frutas. La devoción de los paisas parece ser grande, según indica el atiborrado santuario católico al que me asomé... el tiempo no me alcanzó para recorrer el museo, pero pude echar un vistazo a una exposición de un artista figurativo con una fijación por los ángeles y un trazo muy interesante. En la plaza, te escoltan esculturas de bronce de Botero, que creo es el medio en que su fijación por la obesidad cobra mejor expresión y el contraste con los indigentes en los huesos pidiendo ayuda no puede dejar de notarse... como tampoco la molestia de los fotógrafos que ofrecen sus servicios a grupos de turistas que ya se inmortalizan al lado de las esculturas con sus cámaras digitales. Por alguna razón que no me explico, las motocicletas son un medio de transporte muy recurrente y los taxistas tienen nombres tan chistosos que no sabe uno si le están tomando el pelo o de plano el sentido del humor colombiano no lo entiendo del todo.