lunes, marzo 31, 2008

Y uno no alcanza a ver al Elefante

Cuando no queda otro remedio que ser turista en la ciudad que radicas, lo mejor es cuando dicho lugar te trata como un tursita de primera. La ciudad de México se bañó este fin de semana para recibir a sus visitantes locales y foráneos, como reina de pueblo mostró su mejor cara para dar la bienvenida a la primavera. Incluso tuvo a bien darnos la oportunidad de entrtar a ver la exposición de Gregory Colbert que tiene varios meses instalada en el Zócalo y que parecía atracción de Disney de lo imposible que ha estado el acceso (gajes del oficio de los eventos gratuitos).

Entre la masa maravillada por la vista bienintencionada del fotógrafo canadiense uno no puede más que reconocer una curaduría elegante y preciocista, reconfortante para aquellas mentalidades new age y un poco impostadas para quienes no creen en esa peregrina armonía del ser humano con la naturaleza. Ambientalismo y antropología fashion, National Geographic pasando por Fashion TV. Bonito pues, pero lo opuesto a Cartier Bresson.

Nuestra idea era ir a ver a Silverio o algo así -nasty naco chic- pero al llegar a la plaza empezó a tocar un grupo de ska. Y pobre juventud, pero ni aunque tuviera edad o dickies cortados hasta la rodillas cumpliría ese trámite.

El hambre acechaba y nos dirigimos al Pagoda, que parecía restaurante de la 5ta Avenida con el tiempo de espera. Nunca unas enchiladas y un pollo con mole fueron tan esperados como esa noche.

Lo más curioso fue cuando atravezamos La Alameda, pasando por un espectáculo de caballos danzarines, forzando su elegancia natural a la gracia de un elefante de circo patriota, mientras al interior del parque le iba indicando al bebé que paseaba en la carriola de qué se trataba ese desfile de jóvenes como en alma en pena que desfilaban por los pasillos oscuros. Le explicaba que son el deseo atrapado en horrendos pantalones y gel para el pelo, entrañables personajes esperando una novela de Luis Zapata (me encanta cuando mi interlocutor no tiene la menor idea de mis referencias y no festeja mi forzado wit, sino que por respuesta me entorna sus pequeños ojos y chupa con mayor fuerza su chupón -literal, no pun intended).

Terminamos la excursión esperando infructuosamente un espectáculo de escaladores de edificios, pero nos conformamos con ver la Torre Latinoamericana pintada de colores, Bellas Artes recién bañada y la chilanga banda mostrando por un día su mejor cara (peinados aparte), aunque siempre hay tiempo para empujar en la puerta del metro o mostrarte intransigente porque sí, porque se puede. Porque es deber urbano. Porque la impunidad es un lujo sin envoltura pues.

martes, marzo 25, 2008

El fango sigue siendo mi colchón

Cada vez que me levanto es una lucha a muerte con mi colchón inflable, que se niega a dejarme ir, como si los objetos conocieran el amor después de roncarles a diario por más de un mes. Y yo que soy feliz de visitar otros colchones más amorosos con mi espalda y otras partes de mi anatomía. Incluso confieso que he pecado: fuí a una tienda de colchones a pedir presupuestos, lo cual casi logra que ame el colchón prestado en el que duermo (supongo que si yo lo inflé debe haber algún tipo de conexión, pues más fluídos corporales he compartido con gente a la que ni recuerdo).
El caso es que el vendedor me iba dando los precios como si me enlistara los ingredientes de un platillo de nubes y resortes invisibles. Y cuando por fin le dije a la Chepina Peralta de los colchones cual era mi elección (que combinaba precio y consistencia, sin mencionar que era de fabricación italiana) me mandó con su supervisor que empezó a llenar de datos un sistema de cómputo de esos que pensé ya no existían.

--Se lo podremos entregar dentro de 2 ó 3 semanas.
--...Oiga, si quiere escojo mejor uno de fabricación nacional, para que no se molesten en ir a Roma por mi colchón individual y me lo puedan entregar en un plazo razonable.

Y como no estaba pagando con piedritas, le dije muy amablemente y sin nadita de ironía en el tono, que iría mejor a un lugar que tuviera productos menos extravagantes y con precios más razonables, pero sobre todo una bodega decente, que te venda colchones, porque yo no puedo dormir en una metáfora o en una promesa, que para el caso viene siendo lo mismo.

lunes, marzo 24, 2008

La pasión según fulanito

No sé que es lo que pasa en semana santa, que la gente (incluyéndome, que sigo siendo gente) anda en brama. No sé si tenga mucho que ver el hecho de que nos pone cachondos la idea de recordar las tres caídas sin límite de tiempo de un judío disidente (hello, Mel!) o simple y sencillamente el ocio patrocinado por la burocracia nacional o la condescendencia de la IP (tan guadalupana y cristera cuando le conviene). El caso es que esta semana que pasó bien puede representarse como una erección permanente, un desfile de visitantes nuevos o reincidentes en las calles y un ligero disloque en la dinámica citadina.

Como siempre, el clima es un timador incorregible, pero dentro de las cuatro paredes de un antro la tensión sexual apenas encuentra curso. Sobre todo, porque así como el cuerpo pone todo de su parte, el complejo de culpa tan arraigado cobra su factura en los peores momentos. Y ahí va la gente convulsionándose como Christina Ricci en Black Snake Moan pero amarrándose el deseo con el rosario o mordiendo el cirio pascual por pura tradición contradictoria. Afortunadamente uno ha mamado eso desde pequeño y sabe perfectamente cómo forzar las cerraduras. Si no fuera así, terminaríamos todos tan frustrados como Pilatos cuando vio tan fresco al nazareno al tercer día, como despertándose de una beauty nap.

Mis amores las doñas de la procesión de Ixtapalapa, intercediendo por el Cristo y aconsejándole un amparo o una cita con Amnistía Internacional. Osea, si después de dos mil ocho años no les ha quedado claro que al señor le ponen los chingazos y las espinas y el mouse, tons ni cómo ayudarles. Nadie tan precursor del SM y el bondage, pidiendo a gritos que se adelantara Tom of Finland a hacerle un retrato. Dios perdonará a todo mundo, pero no cumple antojos ni endereza jorobados… bueno, sólo a Mademoiselle Rina para aligerarle el trauma de ponerse cachonda con Enrique Álvarez Felix (aparte de jorobada, miope, la mujer).

jueves, marzo 13, 2008

Vagina Profunda en Manolo's

Ayer, después de varias horas invertidas en ponerme al día con la serie Sex and the City, protagonizada por la caballona Sarah Jessica Parker, su obsesión por los tacones y las relaciones amorosas que no llevan a ningún lado y su historia de amor con tres amigas pintorescamente newyorquinas, me pregunto si valió la pena ese tiempo.

Digamos a mi favor que empecé a verla en momentos donde el ocio era una de mis principales actividades y mi host de entonces tiene la colección completita en casa. La terminé de ver por puro ejercicio de continuidad (que en algo tengo que aplicar la constancia), aunque lo único que cambiara de temporada a temporada fuera el corte de cabello de la protagonista, una columnista entrada en años que -por obra y gracia del espíritu santo- puede pagarse ropa y zapatos de marca con los ingresos que le genera una columna semanal en un periódico de bajo perfil, que luego se convierte en un libro muy bien vendido -hasta en París.

S&C es un producto de entretenimiento dirigido a mujeres post-feministas (o avergonzadas del feminismo tanto como el feminismo se avergonzaría de ellas), independientes económicamente pero maniatadas emocional y socialmente. Su éxito, basado en hablar de asuntos que pocas veces se trataban explícitamente en la telvisión comercial como la libertad sexual, el sexo pre y post matrimonial y todo lo relacionado con el sexo (lesbianismo, sexo en grupo, masturbación, juguetes sexuales y un inagotable y cansino etcétera) se basa en no tocar esas estructuras tan arraigadas y fotogénicas de la mujer siempre necesitada de amor, cariño y atención, la del romance como combustible y cortina de humo ante el sexismo interiorizado, la homofobia, el racismo y la histeria contenida del cuento de hadas cosmopolita, tan frágil pero tan necesario como un par de tacones altos, unos diamantes de Tiffany's, un viaje a París o una masectomía.

¿Cuántos amantes de raza diferente a la blanca tuvo Carrie Bradshaw? Sólo la promiscua Samantha (Kim Katrall, la Margarita Gralia que se merecen los gringos) o la insegura y bocona Miranda (Cynthia Nixon) navegaron por las aguas del romance interracial, no sin arrepentirse a tiempo y formar acoplamientos monocromáticos, reconciliándose con la vida gracias a sus diferentes versiones de vida doméstica. Charlotte (Kristin Davis), por su lado, tuvo la osadía de convertirse del protentastismo al judaísmo para poder ser pedida en matrimonio y convertise en una seca madre judía (lo cual equivale a convertirte al cristianismo en Texas), un precedente impensable pero equivalente a la Bree de Desperate Housewives.

Dudo mucho que esta serie haya proporcionado el universal derecho al orgasmo femenino que proclama, al menos no tanto como estimuló el consumo histérico de prendas de vestir (al menos no puso de moda los sombreros de la bruja del 71 que agudizaban la fealdad inmencionable de la Parker, co-productora de la serie) y calzado. A lo más que pudo y podrá aspirar es a convertirse en referencia camp, pues ya los mismos creadores de los personajes desarrollaron una tendencia a lo drag que estoy seguro se negarían a aceptar.

¿Acaso Samantha no es tan aterradora como fascinante porque en realidad es un hombre gay?; ¿Miranda se redime bañando a su suegra senil en la bañera o lo había hecho desde antes, al decidir no abortar a su hijo?; ¿Charlotte es tan annoying sólo por querer acomodar la foto familiar para que luzca perfecta: una familia hecha a medida, con niña importada para hacer juego con la vajilla china? Carrie, nos queda claro, es una size queen (Hello, Mr. Big!)). Lo quiere todo y lo quiere siempre adentro. Es la más deep, pues.

miércoles, marzo 12, 2008

Zarpazo

Resulta tan vulgar limitarte debido al dinero que eventualmente terminas siendo tu peor enemigo y vas a la tienda a comprar lo que necesitas y te dices a ti mismo:
--Mimismo -no seas pendejo- no compres lo que necesites sino lo que quieres.
Y ahí me tienen comprándome mi primer Cd en mucho tiempo, pidiendo salmón en el menú y pagando taxi hasta mi casa, porque a la realidad hay que tratarla así.
Mientras más desagradable sea su cara, más espectacular debe lucir uno, aunque después tengas que esconderte entre las sábanas para que no te alcance su zarpazo.

lunes, marzo 10, 2008

Issues

No puedo. Es más fuerte que yo.
De verdad tengo que hacer un esfuerzo enorme por no saltar sobre esa gente y golpearles la cabeza contra el piso.
Me ha pasado desde pequeña, pero con la edad se ha ido agudizando.
No importa si soy feliz o desgraciada en casa, si mis hijos sacaron buenas notas o mi marido me trajo flores.
Cuando veo esas cosas mi mundo se colapsa y no puedo concentrarme en otra cosa que no sean sus piés cubiertos por ese horrible calzado. Se me eriza la piel y quiero esquivar la mirada, pero mis ojos parecen desobedecerme y mientras más tiempo pasa es más difícil contenerme.
El otro día le grité a una mujer que llevaba unos tacones altísimos color blanco. ¡En pleno invierno!.. y sin medias, doctor:
--¿Eres enfermera o teibolera?
La mujer volteó y me miró extrañada. Antes que saltarle al cuello preferí salir corriendo.
De pasada le di un pisotón. Acccidentalmente, lo juro. No era mi intención. Digo sí era, pero ya había decidido no hacer caso a ese impulso, pero el impulso tiene voluntad propia.
No me de más medicamentos, Doctor. Mejor adápteme unos lentes para la miopía.
No, no soy miope.
Quiero serlo.
Ya no soporto el pésimo gusto en zapatos.
Es una epidemia.
O me arranco los ojos o algo, pero esto no puede terminar en la nota roja. No me puedo permitir eso.
En mis pesadillas veo un desierto tapizado con zapatos horribles.
Zapatos de mujeres.
Zapatos pequeños…
zapatos negros

Sonoweekendse

Este fin de semana tuve mi buena dosis de Sonora. Y está llegando a preocuparme que la gente piense que si llego elgantemente tarde es porque estaba cogiendo. ¿Que uno no se baña y se arregla antes de ir a un lugar? ¿Acaso creen que verse así de natural no lleva tiempo? ¿Que una persona no puede invertirle a su imagen sin ser luego tildado de metrosexual (un término aplicable sólo a heterosexuales obsesionados con su apariencia y su olor), cuando es por lejos con lo que uno se identifica?
Bueno, el caso es que por fin me reuní con mis amistades sonorenses atrincheradas en el Virreyes (que estrena puerta giratoria, pa cuando no haya pa'la cheve y se tenga que recurrir a una versión cosmo de la tatahuila) y me sorprende que no hayan perdido su afición por el baile y la cerveza barata. Dije me sorprende, no que me alegra, pero igual hacía rato que no bailaba tanto, me reía tanto y pisteaba tan... (bueeeno, eso sería mentir) con gente de por mi rumbo, gente que no precisamente me encontraba en misa y que por lo mismo me da rete harto gusto ver en otro escenario (aunque ese escenario se parezca sospechosamente tanto al plumablanca).
Lo más priceless fue la sorpresa bajo el brazo que traían esas visitas: media vaca muerta congelada que nos comimos ayer al ritmo de los tucanes, el recodo y esas cosas que luego tiene que decir uno que le gustan pa'sonar cool o mínimamente regionalista. Yo no necesito atrezzos particulares para disfrutrar un buen taco de carne asada con guacamole, así me pónganme a Missy o The Knife.

Los hits de la noche:
-Un iPod con audiolibros y total ausencia de un gusto musical definido.
-Una cena criolla que se preparaba a un lado de nosotros, que si nos descuidábamos podíamos ser parte del caldo.
-El lobby del hotel, que da la impresión que va a aprecer Ana Luisa Peluffo en cualquier momento para hacer uno de sus precursores strip-teases.
-La llamada para dar gracias en coro a la patrocinadora de la carne clasificada de animal muerto.
Yo, prefiero pagar que dar las gracias.

viernes, marzo 07, 2008

Of mirrors and... men

Nunca me han gustado los espejos de techo. Creo que sólo en una o dos ocasiones anteriores me había tocado un hotel así y creo que fue en Tijuana, cuando me iniciaba en este asunto de los hoteles de paso (¿es que hay de otros?), pero hay algo en ellos que desde entonces me incomoda, que supongo tiene que ver con el temor de ser visto en posiciones compremetedoras por alguien no invitado, un tercero en discordia que en una de esas viene a ser dios (que no existe, pero bien que chinga), el mayor de todos los mirones. No me incomoda al punto de inmovilizarme, pero pues agrégale a eso el temor al desempeño, o a que aparezca por ahí algún barrito buscando protagonismo o simplemente que no se encuadre tu mejor ángulo.

Y eso fue más o menos lo que pasó, que una incipiente relación empezó a no dar su major cara justo cuando hubo oportunidad de mostrarlas todas. Y estoy hablando metafóricamente para no caer en vulgaridades (no vaya ser que me vete Lichita de Biel), pero luego es un riesgo darle opciones al lector, que anda viendo genitalidades en los manuales para programar un control remoto.

Mi propósito (loable, hay que reconocer) de consumir el producto local resultó más ceremonioso de lo que yo esperaba y pensé que por una vez que hiciera las cosas de manera inversa a como las hago habitualmente podría sorprenderme positivamente. Pero la realidad se empeña en darme siempre la razón, no importa cuanto tiempo tarde en darme su veredicto: yo no soy de comprar fruta y esperar que madure para comérmela (he aquí otra procaz metáfora) y al parecer cambiar de hábitos a mi edad puede resultar contraproducente.

En el cuarto estuvo todo el tiempo flotando la frase de “y nada que un vez que cojamos no me vuelves a hablar”, que surgió en una conversación una semana antes, a la entrada de un cine, con una mesa y un café con pastel como escenario, con la consigna (sugerida no exactamente por mi) de tomárnoslo con calma. Para mi que lo que hay que tomar con calma es lo otro, el sexo es sexo y no va a ser maravilloso sólo por que lo reprimas un tiempo.

Si hay algo que no hay que encarcelar es el deseo, los sentimientos, esos sí deben tener un dique porque luego no sabe uno que hacer con ellos. Luego se convierten en ese grandulón ingenuamente destructivo que George Milton tiene que llevar a la orilla del río y dispararle en el cráneo como a una mascota herida, un Lennie Small tan cándido al punto de no caber en este mundo.

Y ahí me tienen llamando al siguiente día sólo para deshonrar la frase entrecomillada, sin tocar el tema y volviendo a los mensajes corteses y tibios de las primeras veces. No me queda opción más que bloquear la escena de aquella habitación pequeña, con dos personas desnudas reflejadas en el espejo del techo formando un bizarro signo de interrogación y concentrarme en la ruidosa discusión de aquella pareja rusa que nos sirvió de pretexto para irnos y enfocar nuestro nerviosismo en algo ajeno a estos dos cuerpos que se declararon irreversiblemente incompatibles.

miércoles, marzo 05, 2008

transitorios

Hoy, leyendo un capítulo de un libro donde un niño sueña que encuentra un corazón latiendo en una caja, al cavar bajo un árbol del jardín recuerdo esas veces en que fingía quedarme dormido en la mesa del comedor, esperando que estuvieran las tortillas de harina para la cena, recuerdo que me despertaban para cenar y luego me llevaban cargando a la cama.
Esto fue justo previo a esas noches prepúberes en que las historias de guerras que veíamos en la primaria convirtieron mis sueños en pesadillas de masacres y niños hambrientos de lugares que todavía ni siquiera mencionaban en el libro de texto. Esas noches no había necesidad de cavar en ninguna parte, pues los corazones, secos y ennegrecidos tapizaban lo que antes fue un huerto, un campo de cultivo o una escuela.
Después, no hubo necesidad de fingir sueño o esperar a que la realidad se acomodara a mis deseos. Aprendí, al tiempo que raíces cuadradas y divisiones, que este mundo es de restas, que mientras más creces y encuentras los nombres asignables a esos sentimientos que te angustiaban en la niñez, más certeza tienes de la transitoriedad de la vida.
Eso no me lo enseñaron en la escuela... ahí sólo me enseñaron a poner acentos.

lunes, marzo 03, 2008

Less than Zer0

¡Uó, uó, autos, moda y rocanrol,
uó, uó, nuestra civilización!


La reciente ola de fiestas temáticas ochenteras sólo puede ser síntoma de algo más que extrañar el aquanet y los pantalones untados a la anatomía. Para mi que el sexo irresponsable y el consumo de drogas sintéticas deben estar también queriendo posicionarse... en caso que se hayan ido realmente a alguna parte.
¿O de verdad Whitney quiere bailar con alguien que la ame?
Tal vez la voz de pito de árbitro de futbol de Mariah nunca se haya ido y sólo este escondida entre tanta grasa, silicona y maquillaje. Tal vez el It´s my life, no lo olvides, es realmente un himno atemporal, o el amor realmente sea un campo de batalla, o my sharona esté trabajando para recuperarlo a uno (poniéndose olyvianewtonescamente physical), pero élla y su ojo de tigre se resisten o ese amor está irremediablemente tainted.

¿Tendremos realmente ese beat que nos anunciaban The Go-Go's?
¿Aprenderemos alguna vez a nunca hablar con extraños aunque eso implique no hacer nuevas amistades ... y quién dijo que hace falta hablar cuando se está al calor del momento? ¿Los dulces sueños (are made of what?) se habrán amargado y nuestros brazos se habrán sellado en un abrazo vacío?

Los ochentas es una maniaca comehombres avergonzando a la luna, hambrienta como un lobo, lista para bailar y para todo menos para la realidad. No deja jamás llegar la cruda, cada respiro y cada día que no ha vivido es un eclipse total del corazón, ese puto que te dice que no puedes apurarlo mientras te preguntas qué tiene que ver el amor con eso.

Será verdad que todos queremos sentir que somos vírgenes de nuevo (al menos cada vez), que pertenecemos como la Benatar, o que alguien o algo nos haga girar, que caminemos como egipcios siguiendo la línea de coca... esa invitada que llegó para quedarse y que servirá de pretexto a muchos para explicar deslices tan nimios o tan sórdidos, según la cantidad de polvo inhalada y los fantasmas que andemos cargando.

De pronto, cuando la bola de espejos deja de girar y la selección musical empieza a repetirse, cuando vuelan los tacones y los flecos se caen vencidos por el sudor, es tiempo para el verdadero homenaje a los 80´s: una tralalá por aquí, un ladrón de cosas inútiles por allá, un despechado por acullá, la escenita histérica que no puede faltar y las narices sangrantes de maniquíes vivientes que tan bien describió Breaston Ellis. Los que dieron la espalda a la revolución bolivariana de Chávez (no importan que haya que rolar las nalgas en el extranjero) unidos a los gauchos hijos del cazerolazo, todos listos para su close-up, cargando 15 minutos de fama en el bolsillo y extrañando un Studio 54 que nadie vivió, pero todos llevan en la pupila a la ancianita muerta en la pista de baile como si fuera la estampita de La Virgen del Rosario o la que sea.

Expatriados de todo, como espejos rotos ambulantes, melancólicos de clóset con la tristeza agazapada en las ojeras... haciendo la mirrorball girar con las manos cortadas por el vidrio, pero bailando la danza del vacío por siempre jamás, con prisa de todo menos de envejecer.