viernes, mayo 30, 2008

Tolerancia cero

Un hombre se acerca a mi lugar en el metrobús y empieza a mecerse asido a la correa del techo. Sonríe, hace señas con las manos y voltea hacia todos lados. Se para enseguida de mi y se recarga como si fuera yo un respaldo. Está vestido de traje, tiene ojos claros y dientes bien cuidados, a diferencia de sus uñas casi destrozadas y sucias. Mientras, leo un libro sobre un complot de ultraderecha para tomar el poder (como siempre, la ficción rebasada por la realidad) y hago como que no me afecta. Estoy a punto de decirle algo cuando pienso que tal vez haya a una cámara escondida en alguna parte y decido ejercitar mi capacidad de tolerancia (un ejercicio muy necesario en esta ciudad). El hombre se va así como vino y yo sigo mi trayecto no muy convencido con que la idea o el tratamiento del libro sean buenas y evalúo que tal vez hubiera sido mejor gastarme ese dinero (que cada vez me sobra menos) en un Angus Combo de BK. Al bajar, piso sin querer a una señora joven de la que me disculpo y que se queda recitando una retahíla de insultos y maldiciones, desfogando toda su insatisfacción como quien se le va la vida en un uñero. Estoy a punto de regresarme y decirle tres frescas y pisarle el otro pié, pero quiero romper mi marca de tolerancia y gracias a la puerta del bus, sigo anotando puntos. Camino hacia la oficina, saco el iPod y lo pongo en shuffle songs. La primera que sale es Parting Gift y si no tuviera yo un poco más de humor me sentiría alma gemela de Fiona Apple (a ella la violaron y a mi no -las hay con suerte), sobre todo cuando dice eso de que sus relaciones pasadas sólo han servido para hacer rimas en sus canciones. Lástima que no vive uno en verso. El sarcasmo se pierde, pero igual comparo la mirada sincera de un perro con la de mi ex cuando me despertaba con un beso los párpados. Me incomoda recordar aún esas cosas, pero eso tienen las buenas canciones, que te jalan los vellitos más conectados a tu sistema nervioso. Llego a comprame un sandwich para desayunar en mi trayecto (me encanta comer mientras camino) y el que los hace, contesta su teléfono diciendo: -Agencia de Modelos... para después preguntar si quiere su ensalada con aderezo ranch o vinagreta. Lo veo cortar con maestría el aguacate y untarlo en el pan y pienso que tal vez cultive verduras que luego renta para fotografía publicitaria o algo así. No me imagino un chef ambulante involucrado en la trata de blancas (y morenas, que para todo hay) pero igual aquí se dan toda clase de asociaciones delictuosas que si no existen se inventan. El ingenio del mexicano no es un mito, es pura estrategia de sobrevivencia -y mala leche, hay que reconocerlo ("pobre pero honrado", yeah, right, Torito?) Llego a la oficina y titubeo al llegar a la puerta. Hay tantas cosas afuera esperando a ser disfrutadas y yo estoy a punto de perdérmelas por puro responsable que soy. Tanto tiempo sacándole la vuelta al workoholismo para caer en un lugar donde casi es requisito. Si tuviera el pelo largo me lo soltaba, así que no cabe un atrevimiento gloriatreviezco. Entro, saludo y nadie contesta mis buenos días. Me encanta ser invisible cuando traigo una camiseta amarillo canario. No me he rasurado en una semana, apenas ayer me compré el desodorante que se terminó hace días. Hubiera querido no haberme lavado los dientes y sentarme en mi lugar a sacarme los mocos y pegarlos en la pantalla como arte abstracto. Soy un intratable. Me gusta. Me gusto.

lunes, mayo 26, 2008

Sordera

Discutir con ecofacistas es lo mismo que hacerlo con panistas. Para ellos, que yo sea incapaz de comerme un animal al que he mirado antes a los ojos es ser buena persona y para mi está más que claro que se llama cobardía. Y cuando el ecofacismo CUense se combina con marxismo de bolsillo es mucho peor. Prometo, Freud mío, no volver a descender a los infiernos de la ignorancia participativa, que uno no puede permitir que las borracheras se conviertan en contingentes de mítin enfrentados por imponer su error. Aclaro que tampoco soy de los que creen que todo tiene que ser armonía y mamadas de esas, pero creo que hay que elegir bien las batallas y hacer uso de un chingazo bien acomodado en el lugar preciso.
(Paréntesis para hablar de esa tendencia tan anticuada de los performeros por encuerarse a la menor provocación, como si le estuvieran haciendo un bien al arte promoviendo sus miserias. Señores, hay que encuerarse pa’lo que hay que encuerarse, que el invento tan antiguo de cubrirse el cuerpo no sólo tiene que ver con las inclemencias del tiempo, sino con otra clase de inclemencias (la pobreza de discurso se pude pasar, pero de la pobreza de mantenimiento corporal que nos libre … alguien -no me sé el santoral).
Hablando de estar sin ropa, nunca hay que disfrazar la calentura de romanticismo; ¿cómo es eso que a mitad de una cogida te pidan decirles que les quieres? Si no fuera yo tan distraído cuando me conviene, hubiera abandonado el hotel en ese mismo insante. Pero como yo lo había pagado, le dí una oportunidad al sacrílego... También cuenta que es el mejor revolcón que he tenido desde que llegué aquí, así que bien vale la pena la sordera momentánea).

miércoles, mayo 21, 2008

Comander in heels

Ahora que está prácticamente muerta la candidatura de Hillary sí puedo dar mi opinión. No lo había hecho antes porque no quería ser responsable del triunfo de una ni del fracaso de otro (put some laughs here) y porque tampoco he tenido suficiente tiempo. No por eso voy a dejar de informarme de lo que está pasando en el país de las hamburguesas, las guerras preventivas y los bermudas con calcetines y sandalias.

Debo confesar que de lo que sucede aquí apenas me entero, por pura salud mental: así como que de ladito me llegó lo de la supuesta reforma educativa, que no me suena más que a la Gordillo le hace falta renovar su clóset con Versaces y Chaneles auténticos (con el hambre que hay en el mundo, dijera la Agrado -y de analfabetas, agregaría yo con menos tetas) y de una llevada y traída reforma energértica, que no es más que bajarse más los pantalones y ponerse rodilleras importadas de China (que seguro escasearán con ese inoportuno terremoto queriendo boicotear las santas olimpiadas) para recibir las embestidas de los líderes económicos internacionales que nunca tendrán suficientes rectums presidenciales mexicanos que destrozar. Obvio, el caballito de batalla de los charros de antes y los de ahora arrinconando cada vez más lo poco que queda del criterio ciudadano, dispuesto a recibir su double penetration sin beneficios sanitarios siquiera (ya ni siquiera lubricante y alta definición pa'l video-home pues), todo sea por la Patria (¿esquina con qué?) y la democracia (me perdí).

Volvamos a la Clinton, tan sazona ella. Que no se rinde y que muestra que en su país ser mujer no es una handicap, sino una oportunidad... de que te chinguen si quieres ser LA que rija los destinos de una sociedad diversa y tal, pero llena de inercias, ignorancias, racismo y comida chatarra. La pregunta desde un principio fue, ¿de qué pata cojean más nuestros vecinos: de racismo o sexismo? Para empezar, la pregunta estaba mal planteada, porque independientemente de que Obama gane la candidatura a la presidencia, los números que se dividieron fueron aquellos que representan los afiliados demócratas. Aún falta qué dice el resto que se identifican con los republicanos y quienes sólo tienen idea de si ganará Archuleta o Cook esta edición de American Idol (prerrogativas de las democracias).

Me guardo las predicciones acerca de las posibilidades de Obama frente a McCain, porque de populismo no entiendo yo mucho, aunque será interesante ver hasta qué punto se ha asimilado el sentimiento de culpa post abolicionista (cómo si no hubiera otras esclavitudes igual de burdas y vergonzantes en pleno siglo XXI) y cuántos rednecks sabrán quién fue Martin Luther King Jr. o se acuerdan de aquella morenaza llamada Rosa Parks, que bien podría dar lecciones de urbanidad a los usuarios de transporte colectivo de esta ciudad. Cómo no utilizar esos recursos sin que se le voltee la tortilla a este hombre que ha despertado románticas esperanzas en un electorado más bien trasnochado y -muy en el fondo y a veces no tanto- misógino.

Para mi, que ganara la Hilla era ver una menos guapa Geena Davis de Comander in Chief, con pulso de hierro y barba partida, melenita bien peinada barriendo países que se atraviesen en el camino y gritándole a todo mundo en su oficina un minuto antes de salir a cámara con la sonrisa perfecta y llorando a conveniencia -y poquito- de la cifra de bajas que la invasión a Irán causaría (ya ven que fue tan lista pa'echarse a la bolsa al electorado con su amenaza de borrar a ese país del planeta, tan temperamental ella). De vicepresidenta -obvio- la Lewinski en talla 3, honradísima de seguir sirviendo a la familia Clinton y con la lección aprendida de tragarse todo, que en tiempos de CSI no se puede dar uno el lujo de desperdiciar ADN (a menos que de ello dependa el futuro de la carrera). Mientras, Bill atendiendo entre partidos de golf y orgías con becarias de Phd (le pone la academia pues, perversidades de cada quien) aquellas nimiedades de primera dama, cargando niños y tomándose fotos, recabando fondos pa remodelar el jardín de la Casa Blanca y cosas así, importantísimas.

Para mi Obama tendrá muy poco rating, su sitcom parecerá revival setentero sin mucho chiste y dudo -para aquellos que le apostaron- que legalice la marihuana. Sí pues, todos tuvimos un sueño. Yo tengo uno cada noche, pero el mood de ellos depende de qué tanto haya aportado el sitcom del día. Aquellos que se cegaron por el romanticismo nunca tomaron en cuenta ese pequeño gran detalle: la diversión. Hillary la garantizaba, y no precisamente por el largo de su falda.

lunes, mayo 19, 2008

before&after

Uno es un enfermero militar bajito de nalgas fabulosas. El otro un gordito simpático y cachondo invitándome a un hotel. Yo, movie whore style, respondo que no hago eso de los hoteles, sólo por agregarle chispa al diálogo (sería algo así como I don´t do hotels en una sitcom de HBO). Me divierte esa comedia del ligue, pero me aburre rápido (señal de que estás envejeciendo, me han dicho varios) y cuando siento que los comentarios o las actitudes están fuera de guión me alejo. Yo sería de esos directores que no trabajarían con actores que improvisan y cambian el diálogo, me gusta lo impredecible siempre y cuando esté bien planteado (obvio que también me encantan los contrasentidos).

Uno insiste en que le encanta mi trasero y quiere urgar en él (se molesta cuando le digo que donde se urga se llama culo) y el otro dice que quiere explorarlo todo, sin dejar una peca que contar (es obvio fan de canciones de la formerly known as Lucerito). Ambas advertencias disfrazadas de promesas me dan risita y mis interlocutores fingen molestarse por mi incredulidad y sorna. Creo que todos tenemos claro que cualquier arreglo hecho en ese lugar es letra muerta. Igual anoto sus números telefónicos para engrosar mi listado de números meaningless y al hacerlo extraño (y es la primera vez que uso esa palabra desde mi cambio de residencia -creo) esos mensajes obscenos y esas llamadas que te erizan la piel y te hacen reír al mismo tiempo, extraño hablar el mismo lenguaje corporal con alguien y no perder el tiempo con formularios eróticos.

Para mi, en el sexo lo único imperdonable es verbalizar lo predecible, las palabras deben ser siempre para honrar la experiencia no para premeditarla. Por eso es tan disfrutable hablar del sexo una vez que ha sucedido y que has pasado a lo siguiente. Ese poder evocador es lo que más me gusta, porque estimula la imaginación y el lenguaje sin quitarle al cuerpo su memoria propia.

jueves, mayo 15, 2008

Pesadillas Technicolor

Anoche soñé con sitcoms y telenovelas de Televisa. Que era feliz viéndolas y hasta me conmovía con malas actuaciones cubiertas de plastas de maquillaje y peinados imposibles.
Yo hace añísimos que me salto cualquier canal de esa empresa cuando hago el nunca bien ponderado zapping, y no por que haya ido a la universidad y los teóricos hayan descubierto el hilo negro de la maldad hegemónica en sus contenidos o el profundo racismo -como si ocupara ayuda en este país- que propagan. Simple y sencillamente porque cuando uno crece te dan tanta risa los contenidos de las televisoras nacionales como los hallazgos "epistemológicos" de los pocos comunicólogos que no se han dedicado a representar farmacéuticas (y no sólo aquellos que no saben lo que es la sintaxis, algunos incluso saben redactar -mal) o no recitan noticias de agencia en su parodia sin chiste del periodismo.
Pero no se preocupen, que lo mío no fue una epifanía, no estoy en búsqueda de la felicidad ni creo que ese sueño haya sido un llamado espiritual o estético. Más bien es una versión retorcida de mis pesadillas.

miércoles, mayo 14, 2008

Si fuera tiña...

Con más de dos semanas sin apenas respiro, con el trabajo hasta el cuello y los demás proyectos aplazados hasta nuevo aviso, sólo hay espacio para sentimientos con mala reputación, como la envidia. Pocas veces he sentido tanta como esta última semana y supongo que tiene que ver con que toda esa energía negativa tiene que encaminarse de manera que no termine uno auto-envenenándose con su propia saliva.

Quién dijera que hasta en ver que el mejor especímen del lugar escoge al amigo de uno iba ser una prueba zen. Sí, aguatenzen. Ese es el dilema. Chinguenzen. Eso es lo que verdaderamente cuesta. Lo que queda es asentir sin que tu cara se descomponga, fingir que la ley de que gane el mejor es justa, aún cuando en el fondo te sientas mejor que la mayoría. Ese desajuste de personalidad imperdonable cuando para el sentido común dominante debías estar sintiéndote miserable cada día que pasa por no engrosar la fila de anxiolítico-dependientes o -la más agradecida- de los suicidas.

Por más envidia que le de a uno la pareja de quien pasa, o los Louis Vuitton originales paseándose en transporte público; o el libro que te morías por leer y que lleva una talla cero bajo su brazo endeble haciendo bulto con unas Harper's Bazaars o Marie Claires en las que aparece su rostro en portada; o el cutis rozagante de algunos después de la borrachera, cuando uno parece trapo de cocina recién exprimido... siempre hay una página blanca por llenar: una mirada en la calle, un guiño, un comentario en la fila del café, un dependiente pidiéndote el teléfono o una muestra de admiración por tu trabajo.

Pero -sobre todo- reconforta llegar a tu cuarto y no sentir el deseo de marcar el primer número en la lista para pedir ayuda sin tener claro en qué: como aquel personaje de La hora de la estrella que pide una pastilla para aliviar un dolor que no tiene claro donde ubicar y sólo alcanza a decir, tocándose el pecho: Aquí Adentro.

sábado, mayo 10, 2008

Trance

¿Y qué culpa tiene uno que la sociedad entera tenga ese complejo de culpa y esa deuda siempre postergada para con sus progenitoras? Un año completo acumulando los mejores deseos para desbocarlos un fastidioso 10 de mayo en un sanborns o cualquier otra cosa genérica que les quede de pasada, flores en proceso de descomposición y alguna cosa inútil que guardar en la alacena.
Los globos rosas adornando la entrada de los restaurantes, las mujeres incómodas en los zapatos de salir, cenicientas diurnas extrañando el balde y el cepillo, recordando a cada bocado toda la cara chueca de la legión cada vez que se le quemaba un guiso o ponía demasiada sal en la sopa. Para ser una actividad no remunerada formalmente, ser madre es un muy mal negocio. Sólo un día de asueto, pero el cielo siempre prometido, con todo y mañanitas en el panteón aseguradas en el contrato.
Le llamo tarde a mi madre para saludarla, eres el único que faltaba, me dice. También me dice que quisieron llevarla a comer, pero nomás de imaginarse el circo que hay en la calle, se puso hacer ella misma la comida para no pasar por ese trance.
Nada que añadir.

jueves, mayo 08, 2008

Neighbors

Estoy rodeado de revistas Vogue, me refugio en un cuarto semivacío con la almohada como compañía. Si no quiero escuchar el ruido que nunca cesa en la calle donde vivo, me arrullo con la música de Feist y opaco los gritos de los travestis de la esquina, a quienes por lo visto ya les soy tan familiar como ellas lo son para mi, pues han dejado de decirme cosas cuando paso. Me he topado algunas en el Oxxo; una de ellas parece caída de una historieta de Condorito ocasionándole plops a todo aquel que se topa con su sinuosa anatomía artificial, otra es la doble de Eva Longoria, pero en más buena. Cada viernes que el taxista me deja de madrugada hay un comentario acerca de ellas, que si ésa está muy buena o aquella también, pero nunca hay un comentario sobre su condición transgenérica, lo cual me deja claro que una puta es una puta, sin importar lo que lleve debajo de la microfalda. Uno siempre se pregunta si su trabajo es tan excitante como parece, pero tengo la impresión que con todo lo impredecible que una jornada putezca pueda tener, hay días en que ellas también se sienten hastíadas de la rutina como cualquier oficinista y sienten el impulso de tirar la peluca y los tacones e irse a vivir como hermitañas de uñas largas para escribir un libro sobre cómo ellas no tienen la culpa de haber nacido tan sexys, hagan el camino de Santiago y encuentren en la espiritualidad genérica la satisfacción que desde niños de ala rota parecieran estar buscando en los lugares más variopintos y las esquinas más oscuras y transitadas de la urbe. Cada noche que llego a mi cuarto y me pongo la pijama me pregunto cómo será el regreso a casa de ellas, con el ritual del desmaquillaje y la desmontada de la producción: They Do work hard for the money!, no chingaderas.

martes, mayo 06, 2008

La ventana indiscreta

Me he topado recientemente con la misma anécdota dos veces en medios distintos, pero iguales. La anécdota va de dos convalecientes en un hospital que comparten cuarto con otros más jodidos que ellos. Por azares del destino, a uno de los peronajes les toca ubicarse por suerte en una ventana que da hacia el mundo exterior, el de los saludables, donde la vida cotidiana no es atravesada por agujas ni catéteres.

La convivencia y el diálogo se convierten en un remanso sin ampollas y el afortunado enfermo frente a la venana se aboca a la tarea de describir a los demás el paisaje del que goza exclusivamente, pero que comparte efusivamente con los demás iluminando por momentos la habitación con historias de parques hermosos y cielos deslumbrantes, árboles, pájaros y familias perfectas completando la idílica postal.

Después, cuando la muerte hace su trabajo, nos enteramos por el siguiente afortunado colocado en el sitio de la ventana, que apenas se alcanza a ver un pedazo de cielo gris y que todo lo que domina en ese rectángulo hueco es un muro enmohecido.

En uno de los relatos, el orador era excombatiente que quedó ciego por una granada, en el otro era un anciano polaco devorado por el cáncer. En ambos casos, aquellos que escuchaban las historias y que veían a través de quien las contaba un mundo al que no tendrían acceso a menos que muriera el narrador, medían el placer del escucha con sus deseos irrefrenables de presenciar el momento en que una camilla se llevara al cuerpo inerte y mudo del infeliz para ver si -tocados por la suerte- podían ver ellos con sus propios ojos aquel espectáculo fabuloso que ofrecía un hueco abierto en una pared que daba a otra pared.

Cada uno enfrentaría el timo de diferente manera, incluso alguno que otro seguiría esa especie de tradición de la mentira piadosa convertida en género. La mentira como aventura, como la última broma de rostro cubierto con gorro negro jugada a quienes rezan al borde del patíbulo: La poética cruel como movimiento final antes de la estocada.

Que me haya topado dos veces con esa anécdota puede que sea una señal: Piglia la utiliza en uno de sus personajes para hablar del fin de las aventuras y el principio de la parodia y un chino intenta fabular (en un reportaje del suplemento de El País) con su historia de vida en un campo de trabajos forzado en la China reciente.

Para mi es una señal de que el cliché se escurre tanto en la literatura canónica como en el periodismo progre: el mismo que se le ocurre sacarle los trapitos al sol a un país con harta cola histórica que le pisen sólo en el año en que hospeda los Juegos Olímpicos y que festeja el desgarre de vestiduras de manifestantes a favor de la independencia del Tibet (lo cual no está lejos de defender a una mujer golpeada a la que le surten -según ella misma consta- sólo cuando se lo merece, en franco masoquismo zen) con harta candidez rojilla.

jueves, mayo 01, 2008

Oasis

Cómplices del alcohol y apóstatas de la promiscuidad, fascinados con ella.
Regresamos de madrugada a prepararnos huevos con tocino para cenar. Nos dormimos viendo VH1 Classics, la mejor noticia desde que los canales de video se convirtieron en semillerio de reality shows (nunca en mi vida había visto un video de Nancy Sinatra).

Despertamos con la cocina hecha un desastre, el depósito del baño quebrado, nadando en revistas Vogue y colillas de cigarro. Del colchón a la compu para decirle al mundo que aún existimos, curando la cruda con malas películas en televisión, hablando de Lost como enajenados y haciendo el recuento de los daños de la noche anterior: risas y más risas. And the oscar goes to... el mejor desempeño erótico, la mentira más ingeniosa, el oso más grande, la mustiedad más sostenida, etcétera.

Lo único que me hace ruido es que esta locura ya la viví yo a mi tiempo y a veces quisiera estar en otro lado, llegar al departamento y no oler humo ni tener que mover el cenicero para sentarme. Poder leer, disfrutar del silencio que en esta ciudad es un oasis.