Ahora que está prácticamente muerta la candidatura de Hillary sí puedo dar mi opinión. No lo había hecho antes porque no quería ser responsable del triunfo de una ni del fracaso de otro (put some laughs here) y porque tampoco he tenido suficiente tiempo. No por eso voy a dejar de informarme de lo que está pasando en el país de las hamburguesas, las guerras preventivas y los bermudas con calcetines y sandalias.
Debo confesar que de lo que sucede aquí apenas me entero, por pura salud mental: así como que de ladito me llegó lo de la supuesta reforma educativa, que no me suena más que a la Gordillo le hace falta renovar su clóset con Versaces y Chaneles auténticos (con el hambre que hay en el mundo, dijera la Agrado -y de analfabetas, agregaría yo con menos tetas) y de una llevada y traída reforma energértica, que no es más que bajarse más los pantalones y ponerse rodilleras importadas de China (que seguro escasearán con ese inoportuno terremoto queriendo boicotear las santas olimpiadas) para recibir las embestidas de los líderes económicos internacionales que nunca tendrán suficientes rectums presidenciales mexicanos que destrozar. Obvio, el caballito de batalla de los charros de antes y los de ahora arrinconando cada vez más lo poco que queda del criterio ciudadano, dispuesto a recibir su double penetration sin beneficios sanitarios siquiera (ya ni siquiera lubricante y alta definición pa'l video-home pues), todo sea por la Patria (¿esquina con qué?) y la democracia (me perdí).
Volvamos a la Clinton, tan sazona ella. Que no se rinde y que muestra que en su país ser mujer no es una handicap, sino una oportunidad... de que te chinguen si quieres ser LA que rija los destinos de una sociedad diversa y tal, pero llena de inercias, ignorancias, racismo y comida chatarra. La pregunta desde un principio fue, ¿de qué pata cojean más nuestros vecinos: de racismo o sexismo? Para empezar, la pregunta estaba mal planteada, porque independientemente de que Obama gane la candidatura a la presidencia, los números que se dividieron fueron aquellos que representan los afiliados demócratas. Aún falta qué dice el resto que se identifican con los republicanos y quienes sólo tienen idea de si ganará Archuleta o Cook esta edición de American Idol (prerrogativas de las democracias).
Me guardo las predicciones acerca de las posibilidades de Obama frente a McCain, porque de populismo no entiendo yo mucho, aunque será interesante ver hasta qué punto se ha asimilado el sentimiento de culpa post abolicionista (cómo si no hubiera otras esclavitudes igual de burdas y vergonzantes en pleno siglo XXI) y cuántos rednecks sabrán quién fue Martin Luther King Jr. o se acuerdan de aquella morenaza llamada Rosa Parks, que bien podría dar lecciones de urbanidad a los usuarios de transporte colectivo de esta ciudad. Cómo no utilizar esos recursos sin que se le voltee la tortilla a este hombre que ha despertado románticas esperanzas en un electorado más bien trasnochado y -muy en el fondo y a veces no tanto- misógino.
Para mi, que ganara la Hilla era ver una menos guapa Geena Davis de Comander in Chief, con pulso de hierro y barba partida, melenita bien peinada barriendo países que se atraviesen en el camino y gritándole a todo mundo en su oficina un minuto antes de salir a cámara con la sonrisa perfecta y llorando a conveniencia -y poquito- de la cifra de bajas que la invasión a Irán causaría (ya ven que fue tan lista pa'echarse a la bolsa al electorado con su amenaza de borrar a ese país del planeta, tan temperamental ella). De vicepresidenta -obvio- la Lewinski en talla 3, honradísima de seguir sirviendo a la familia Clinton y con la lección aprendida de tragarse todo, que en tiempos de CSI no se puede dar uno el lujo de desperdiciar ADN (a menos que de ello dependa el futuro de la carrera). Mientras, Bill atendiendo entre partidos de golf y orgías con becarias de Phd (le pone la academia pues, perversidades de cada quien) aquellas nimiedades de primera dama, cargando niños y tomándose fotos, recabando fondos pa remodelar el jardín de la Casa Blanca y cosas así, importantísimas.
Para mi Obama tendrá muy poco rating, su sitcom parecerá revival setentero sin mucho chiste y dudo -para aquellos que le apostaron- que legalice la marihuana. Sí pues, todos tuvimos un sueño. Yo tengo uno cada noche, pero el mood de ellos depende de qué tanto haya aportado el sitcom del día. Aquellos que se cegaron por el romanticismo nunca tomaron en cuenta ese pequeño gran detalle: la diversión. Hillary la garantizaba, y no precisamente por el largo de su falda.
3 comentarios:
Estupendo Manuel!!
Quiero entender que te identificas con Hillary verdad?
Acá ando, Manuel.
Un abrazo.
J.
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