Cómplices del alcohol y apóstatas de la promiscuidad, fascinados con ella.
Regresamos de madrugada a prepararnos huevos con tocino para cenar. Nos dormimos viendo VH1 Classics, la mejor noticia desde que los canales de video se convirtieron en semillerio de reality shows (nunca en mi vida había visto un video de Nancy Sinatra).
Despertamos con la cocina hecha un desastre, el depósito del baño quebrado, nadando en revistas Vogue y colillas de cigarro. Del colchón a la compu para decirle al mundo que aún existimos, curando la cruda con malas películas en televisión, hablando de Lost como enajenados y haciendo el recuento de los daños de la noche anterior: risas y más risas. And the oscar goes to... el mejor desempeño erótico, la mentira más ingeniosa, el oso más grande, la mustiedad más sostenida, etcétera.
Lo único que me hace ruido es que esta locura ya la viví yo a mi tiempo y a veces quisiera estar en otro lado, llegar al departamento y no oler humo ni tener que mover el cenicero para sentarme. Poder leer, disfrutar del silencio que en esta ciudad es un oasis.
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