jueves, noviembre 18, 2010
XXX territory...
He ido dos veces a la playa en menos de 2 semanas seguidas y no lo había hecho desde hace mucho. Extrañaba el hartarme de la arena, quemarme bajo el sol por más litros de bloqueador de enésimo factor que me pusiera y sentir mi rostro ajado y endurecido por el calor y la humedad. Nada de esas cosas suenan bonitas pero las extrañaba por esa sensación infantil de invencibilidad (e imbecilidad) que me postraba en extrañas posiciones en la cama por las ampollas de más de una pulgada en mis hombros y espalda, recordando con ese olor la primera niñez en que conocí mi piel reventándose debajo de unas vendas, confirmando en la mirada de mi madre cómo el dolor es algo completamente transferible cuando hay amor y culpa de por medio en sepa quien qué proporciones. Confirmé mi fobia al agua y sus secretos, la mística del mar me aterra tanto como la de dioses canónicos y descubrí que soy más de tierra, que rebotar a cientos de kilómetros por hora en baches hechos ex profeso, sentirte una fuerza de la naturaleza, imparable y amenazante, viendo de lejos un paisaje desértico con cactus enormes y una línea azul apenas diferenciada del cielo, es lo mío. También confirmé sin demasiado entrenamiento psicoanalítico que esos dos universos y mi relación con ellos son la respuesta a mi ofensiva superficialidad... puedo saltar baches, brincar cercas, dar de bruces con el suelo y levantarme si tengo ganas, pero nunca jamás me aventaré a un pozo sin asegurarme antes que no tenga fondo.
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