domingo, mayo 02, 2010
Lontano/vicino
Ya lo he dicho: no soy de nostalgias. O al menos mis nostalgias las mantengo muy en el clóset. Pero caminar por el centro, que es hermoso cuando le toca ser peatonal, y encontrarte con un amigo con el que compartes orígenes en plena calle Madero, mientras intentas jugar al japonés con la fujifilm rosa que no te avergüenza como quisieras, suena bastante descabellado. Muchas veces insisto en toparme con mi propia sombra y ésta me elude, pero mi pasado siempre me persigue. El caso es que entre la bandera del Zócalo y el palacio de gobierno en mi lente, se me atraviesa una mano saludando, una sonrisa espontánea (hay de otras) y una historia sin contar. Caminamos juntos hacia Regina, intentamos sentarnos en un café árabe wannabe que sólo ofrece servicio para llevar a las 7 de la tarde y me pregunto si quiero vivir en un barrio donde todo cierra cuando yo apenas tengo posibilidad de explorar… terminamos en un bar con mucha historia y poco mantenimiento, con cerveza apenas fría pero con mis ganas de verbalizar a flor de piel. La venganza es dulce, sobre todo cuando no se planea, y yo desenvaino mi lengua como quien espera su turno en la green mile. Nunca había entendido el término hablar hasta por los codos hasta esta ocasión en que mis codos amanecieron resecos al siguiente día. No me había dado cuenta los pocos interlocutores que tengo en esta ciudad, así que no me sorprendería terminar con un costal lleno de zapatos en homenaje a Imelda Marcos, y un discurso interminable del cómo y porqué el mundo es una porquería tan interesante hasta que no lo es más, con las uñas crecidas y los talones curtidos de caminar y caminar, con una historia secreta oculta en la base de mis pies, hospedados en una esquina de la Alameda Central o afuera de alguna embajada de Polanco, esperando a quien reconozca mi lenguaje incomprensible para la fauna políglota e indiferente de una ciudad babélica que reniega de sus hijos adoptados… y del vástago que corresponde con el mismo desdén.
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3 comentarios:
No sabes la cantidad de veces que me siento así... y no tengo nada más que decirte.
Lo peor es que no es cosa de decir, sino cosa de encontrar.
Y para los que no buscamos, por lo menos no con la conciencia de la deseperación, es más desesperante.
A veces me pregunto si nos veremos como esas mujeres treintonas que no buscan marido, ni se plantean tener hijos... pero un día creen vislumbrar el encuentro de su vida en una plaza, un bus... un chat...
ojalá que no güachito.
Todo, menos patética. Una tiene su orgullo.
y yo si soy de nostalgias... y parías.
El DF ciudad políglota? era en sentido figurado, no? Saluditos.
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