domingo, mayo 22, 2011

objetArte

Asumir la postura de un depósito sanitario es más fácil de lo que pudiera imaginarse. Y una vez dominada, como en la yoga, las funciones se dan en automático. La disposición y el mutismo van con la postura, se deja de ser una persona para convertirse en lo más cercano que hay a un aparato utilitario de carne y hueso que ve a su(s) usuario(s) derramar sobre él cualquier tipo de desechos. Podría incluso considerarse una versión naturalista del mingitorio de Duchamp, si queremos ponernos snobs, aunque más bien es lo contrario. Se trata de regresarle al objeto su función primigenia. Y la magia actúa de doble manera, se objetiviza a una persona (porque es la única manera de sexualizarla) y se le moldea a las necesidades del fetiche en turno. No es bonito en el sentido tradicional de la belleza, incluso la imagen podría resultar aberrante a muchas personas. Sobre todo a aquellas que intentan enmudecer sus voces interiores, ignorando que esa es la manera de alimentarlas. Pero habría que reconocérsele el aliento arquitectónico, la teatralidad y un inherente sentido de la composición. Lo que tiende a irritar es su calidad efímera, pero es una imagen que queda bien incrustada en esa parte del cerebro que tan bien guarda la porquería.

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