Para él, que no es un perro (a su manera)
Nadie me enseñó a decir Te Quiero y no sé si sea una gran falta, pues hay muchas más cosas que no sé aun y que tal vez nunca sabré. El asunto aquí sería: ¿es necesario aprender a decir esas cosas que los demás esperan eventualmente escuchar de nosotros?
Siempre he pensado que así como esa parte de la educación sentimental es una tara en mi familia, hemos aprendido a demostrar de muchas y muy bizarras maneras el cariño que indudablemente nos tenemos (así como también la falta de éste, pues el desamor es la más transparente de las criaturas). Ha habido ocasiones en que de verdad me he sentido miembro de Los Locos Adams, sobre todo cuando de adolescente salí de mi casa y empecé a convivir con otros desertores de las diferentes versiones de familia Monsters que existen.
En casa, si no eras un bebé de pañal o un perro no recibías un solo arrumaco (a no ser que fuera a manera de burla). La transición de niño a pre-púber era de las más críticas si eras hijo o nieto de mi padre, pues dejabas de ser el rey de la casa y pasabas a ser uno más del montón. A menos que fueras mi hermano mayor, el primer varón de la casa, la niña de los ojos del patriarca, el depositario de todas las expectativas de una hipotética dinastía cuyo principal trabajo era estar a la altura del papel, ya fuera cumpliendo con torpeza sus máximas o defraudándolas sistemáticamente para ser igualmente compensado, pues el machismo es un saco sin fondo, una trampa para incautos y la más grande muestra de amor propio.
Mientras más problemas ocasionaba, más era la atención que el vástago merecía, mientras más dinero despilfarraba y más novias tenía más se henchía el pecho de quien confundía el verbo dar con colmar a través de su hijo aquello que a él le había faltado... Nadie ha sido marcado tanto por el amor desbordado de mi padre como mi hermano mayor (salvo uno que otro perro familiar que murió empachado) y agradezco tanto que hubiera estado él para hacer ese trabajo, pues así mi otro hermano y yo pudimos hacer nuestra vida sin ese grillete.
Desde que murió mi padre sólo he visto una vez a mi hermano. Fue en un parque de Los Ángeles y reconocí en su mirada la nostalgia de estar lejos mientras me abrazaba diciéndome que he ganado peso (en nuestro idioma eso quiere decir que le da gusto verme, que me ha extrañado y que decirlo sonaría tan tópico como decir que el viento sopla).
Yo lo observo y lo recuerdo de adolescente: grande y apuesto como un toro embellecido por el amor y las atenciones del amo, un temerario animal con alma de niño, obligado a ser el bully por una extraña ley tatuada en su tobillo.
3 comentarios:
Me gusta esa manera rara, monsteril, en que se le pude decir te quiero a un hermano, por medio de un post.
Tuve que leer dos veces la frase de "hipotetica dinastia" para entender que no decia "hipotecada dinastia" y concido con la fran buena manera (muy sonorense sobre todo) de decirle a un ser querido, que se le quiere.
Y yo que me siento el menos sonorense de los sonorenses. Creo que esta es la primera vez que empiezo a hablar de mi y desvío el tema.
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