Mientras nuestro cándido presidente señala en televisión nacional que el país se nos puede -kimosabi- ir de las manos, un pasajero del transporte público de Neza balea a tres asaltantes que tuvieron la mala suerte de atravesársele en su ruta. Cálculo poco probable para tres tristes tigres envalentonados por el rush efímero del cristal, dispuestos a dejar sin quincena a sus probables vecinos con tal de no dejar llegar el bajón. Ambas actitudes sintomáticas del hartazgo inminente de una sociedad acorralada como la nuestra, símbolos de esa bomba de tiempo que se hace cada vez más grande y amenazante en nuestro país: La Sra. Impunidad (a punto de despertar a una comatosa Indolencia).Seguro para el Sr. Presidente esto nada tiene que ver con el incidente en la inmortalizada estación del Metro Balderas hace algunos meses, ni con la tasa de desempleo o la oportuna ola especulativa de grandes y medianas empresas buscando sacar petróleo de la necesidad ajena. No. Para el, la mitad de su gestión es un heroico ejemplo de cómo sortear las impredecibles crisis económicas, políticas y sanitarias tan solo desinfectándose las manos. Lavárselas es tan 2008! Una sola-solución para tres grandes lastres nacionales. De aquí al premio Nobel, mi Gelipito… Obama será tan 2009!
Otra gran tarea para las manos este fin de año será su participación invaluable en la promoción de la abstinencia sexual (la electoral es tan 2006!), vía la chupadora franquicia que no chupa Twilight/New Moon/Eclipse, cuya mas reciente entrega -Luna Nueva- no tuvo empacho en sobre-explotar los atributos físicos de un actor de 17 años y harta testosterona, para deleite de adolescentes calenturientas y todo el que se quiera agregar (entre ellos su servidor, que no le hace a la pederastia). Yo no tuve más remedio que tomármelo todo como una comedia erótica renuente a serlo, y supongo que la niña que estaba a mi lado con sus papás opinaba lo mismo, pero ella lo expresaba con flatulencias más que con carcajadas. Yo apoyo la libertad de expresión: cada quien tiene derecho a bostezar con la parte de su cuerpo que le plazca… Ought a Girl!
Eso sí, la película tiene un gran mérito aparte de su republicana hipocresía: no es cualquier cosa hacer un ladrillote de un mito tan atractivo como es el vampirismo. Gracias a Dior tenemos a Allan Ball y su True Blood, que no deja de ser kitsch, pero al menos tiene harto sexo y sangre a borbotones, lo mínimo que un fan del género exigiría.
Eso sí, la película tiene un gran mérito aparte de su republicana hipocresía: no es cualquier cosa hacer un ladrillote de un mito tan atractivo como es el vampirismo. Gracias a Dior tenemos a Allan Ball y su True Blood, que no deja de ser kitsch, pero al menos tiene harto sexo y sangre a borbotones, lo mínimo que un fan del género exigiría.
Cada vez que alguien a quien admiro me defrauda empiezo a cuestionar más mi juicio que el rumbo creativo del susodicho (aunque luego tomo el rumbo original, claro). Y no es la primera vez que me pasa con Almodóvar, un director con una filmografía que evaluada en conjunto me ha proporcionado más placer que rechazo, pero que así como es capaz de hacerme carcajear y conmoverme, también puede ponerme los pelos de punta al reconocer sus trucos, manías y en general las costuras y remiendos narrativos que conforman su obra. Porque Pedrito es más un narrador que cineasta, aunque siendo más precisos se trata de un esteta cuya materia prima principal son los sentimientos: y eso significa que trabaja con los mismos elementos que el folletín (que luego mutaría en telenovela), pero jugando a trastocar roles y colocando a sus personajes en límites emocionales y vericuetos morales donde siempre termina evidenciando -y hasta reivindicando- lo contradictorio del comportamiento humano. Hasta aquí vamos bien (or so I think): No tengo nada en contra de que romantice el delito como en la operática Matador o en la trágica La Ley del Deseo, ni que banalice el abuso sexual en Pepi, Lucy, Bom y otras chicas del montón o Kika, por el contrario creo que sus mayores aciertos en sus mejores películas han sido exacerbar los elementos como un cocinero que abusa de la pimienta. Como en Mujeres al borde de un ataque de nervios, Átame o Todo sobre mi madre. Pero no se si tenga que ver con la idea que Almodóvar mismo tiene de "madurez artística" o simplemente porque aquella persona chispeante y rompedora no existe más y solo queda un cincuentón indigestado de halagos, enamorado de las formas y estilos del pasado, pero con muy poca sustancia emocional y mucha zalamería narrativa.