miércoles, noviembre 25, 2009

Juegos de manos

Mientras nuestro cándido presidente señala en televisión nacional que el país se nos puede -kimosabi- ir de las manos, un pasajero del transporte público de Neza balea a tres asaltantes que tuvieron la mala suerte de atravesársele en su ruta. Cálculo poco probable para tres tristes tigres envalentonados por el rush efímero del cristal, dispuestos a dejar sin quincena a sus probables vecinos con tal de no dejar llegar el bajón. Ambas actitudes sintomáticas del hartazgo inminente de una sociedad acorralada como la nuestra, símbolos de esa bomba de tiempo que se hace cada vez más grande y amenazante en nuestro país: La Sra. Impunidad (a punto de despertar a una comatosa Indolencia).
Seguro para el Sr. Presidente esto nada tiene que ver con el incidente en la inmortalizada estación del Metro Balderas hace algunos meses, ni con la tasa de desempleo o la oportuna ola especulativa de grandes y medianas empresas buscando sacar petróleo de la necesidad ajena. No. Para el, la mitad de su gestión es un heroico ejemplo de cómo sortear las impredecibles crisis económicas, políticas y sanitarias tan solo desinfectándose las manos. Lavárselas es tan 2008! Una sola-solución para tres grandes lastres nacionales. De aquí al premio Nobel, mi Gelipito… Obama será tan 2009!

Otra gran tarea para las manos este fin de año será su participación invaluable en la promoción de la abstinencia sexual (la electoral es tan 2006!), vía la chupadora franquicia que no chupa Twilight/New Moon/Eclipse, cuya mas reciente entrega -Luna Nueva- no tuvo empacho en sobre-explotar los atributos físicos de un actor de 17 años y harta testosterona, para deleite de adolescentes calenturientas y todo el que se quiera agregar (entre ellos su servidor, que no le hace a la pederastia). Yo no tuve más remedio que tomármelo todo como una comedia erótica renuente a serlo, y supongo que la niña que estaba a mi lado con sus papás opinaba lo mismo, pero ella lo expresaba con flatulencias más que con carcajadas. Yo apoyo la libertad de expresión: cada quien tiene derecho a bostezar con la parte de su cuerpo que le plazca… Ought a Girl!
Eso sí, la película tiene un gran mérito aparte de su republicana hipocresía: no es cualquier cosa hacer un ladrillote de un mito tan atractivo como es el vampirismo. Gracias a Dior tenemos a Allan Ball y su True Blood, que no deja de ser kitsch, pero al menos tiene harto sexo y sangre a borbotones, lo mínimo que un fan del género exigiría.

miércoles, noviembre 18, 2009

Zzzzzorry

Cada vez que alguien a quien admiro me defrauda empiezo a cuestionar más mi juicio que el rumbo creativo del susodicho (aunque luego tomo el rumbo original, claro). Y no es la primera vez que me pasa con Almodóvar, un director con una filmografía que evaluada en conjunto me ha proporcionado más placer que rechazo, pero que así como es capaz de hacerme carcajear y conmoverme, también puede ponerme los pelos de punta al reconocer sus trucos, manías y en general las costuras y remiendos narrativos que conforman su obra. Porque Pedrito es más un narrador que cineasta, aunque siendo más precisos se trata de un esteta cuya materia prima principal son los sentimientos: y eso significa que trabaja con los mismos elementos que el folletín (que luego mutaría en telenovela), pero jugando a trastocar roles y colocando a sus personajes en límites emocionales y vericuetos morales donde siempre termina evidenciando -y hasta reivindicando- lo contradictorio del comportamiento humano. Hasta aquí vamos bien (or so I think): No tengo nada en contra de que romantice el delito como en la operática Matador o en la trágica La Ley del Deseo, ni que banalice el abuso sexual en Pepi, Lucy, Bom y otras chicas del montón o Kika, por el contrario creo que sus mayores aciertos en sus mejores películas han sido exacerbar los elementos como un cocinero que abusa de la pimienta. Como en Mujeres al borde de un ataque de nervios, Átame o Todo sobre mi madre. Pero no se si tenga que ver con la idea que Almodóvar mismo tiene de "madurez artística" o simplemente porque aquella persona chispeante y rompedora no existe más y solo queda un cincuentón indigestado de halagos, enamorado de las formas y estilos del pasado, pero con muy poca sustancia emocional y mucha zalamería narrativa.

Podríamos especular con que Los abrazos rotos maneja un tema que le elude particularmente o que ha intentado deshojarlo -sin tino- de toda obviedad para favorecer a la forma, como pasó -con apenas mejor fortuna- en La mala educación, pero es una pena para quienes esperábamos algo a la altura de la menos ambiciosa pero mucho más congruente Volver, con una Penélope Cruz a años luz de esta Lena nacota y desabrida (una especie de Lucia Mendez ibérica, aunque sin la bis cómica involuntaria) con la que cuesta trabajo sentir empatía o siquiera interés. Lo mismo va para el personaje que encarna Luis Homar, un guionista ciego buscando venganza sin perder su cachondez, una especie de alter ego sublimado cuyo rictus trágico y espíritu decadente lo hace tan antipático como al director obsesionado con su niñez en La mala educación o aquel acosado por un Antonio Banderas en plan fan-fatal.

De las formas ya sabemos, encuadres imposibles, ambientación un poco menos chillante a la acostumbrada, con detallismos inútiles, énfasis como vibrato de Alejandro Sanz creyendose cantaor (aunque en realidad nadie canta o hace playback esta vez, como si ese fuese su unico elemento kitsch) y lo peor, una Blanca Portillo creyéndose Meryl Streep con paño…
Podría seguir, pero la neta -la neta- me da harta flojera.

martes, noviembre 03, 2009

Inglorious Bastard

Siempre que enfrento situaciones por las que se asoma la violencia prefiero jugar la carta de la ecuanimidad. No hace mucho me topé con una tipa que me caga y que pasó empujando por donde estaba yo pisteando con mis amigos y la detuve sólo para decirle lo insoportable y cansona que era. Como la mujer puso cara de querer oír más le dije que era horrenda y muy vieja para jugar a la roquerita que todos quieren. Para no defraudar mis expectativas -cuando su precaria situación se lo permitió- la susodicha se me puso al brinco como si en este mundo todos fuéramos iguales y estuve a punto de acomodarle el peinado pero me ganó lo cool y sus amiguetes se la llevaron despotricando y buscando candidatos a partirme la cara (que tampoco es difícil encontrar). El episodio no pasó de ahí, pero de que tenía ganas de pegarle no hay duda, aunque no hubiera razón suficiente aparte de su pésimo gusto y su ruidosa personalidad muy parecida al sonido del motor de un carro tijuaneado a eso de las seis de la mañana después de una noche de farra (q.e.p.d. la Fawcett).

Pero enfrentarse de cara a la violencia en una ciudad como ésta, en pleno transporte público y a hora pico es harina de otro costal. Yo podré ser muy osado (al menos de lengua) pero al DF y las vías del metro y sus habitantes yo los respeto tanto como a mujer despechada con puñal en mano. Pero resulta que el respeto no siempre es recíproco y ahí es donde toca sacar el entrenamiento callejero que alguien de mis ínfulas debe tener: cuando alguien te detiene antes de subir la escalera y no te suelta a pesar de las tres advertencias de rigor no queda más que aplicar la de tirar el expresso-americano aún caliente que sostiene la mano derecha y lanzar el puñetazo mas épico del que seas capaz, esperar solo el tiempo suficiente para ver hasta donde fue a dar el susodicho y calcular que no se levante inmediatamente y te lo devuelva. Después toca acomodarte chaqueta y boina (el estilo morirá con uno) y seguir tu camino mirando siempre por el rabillo del ojo por si vienen tras de ti por la revancha o por un autógrafo, el cual hay que negar siempre con una sonrisa, porque nunca sabes de donde va a salir una cámara en Youtubeland.

Ahora que me duelen los huesos de la mano y los músculos del brazo pienso que hubiera disfrutado mucho más darle ese jodazo a aquella insoportable monserga hermosillense que a ese pobre vagabundo que tuvo la mala idea, en su cruda de cemento o lo que sea que este inn en la homelessness, de copar mi límite de tolerancia un viernes por la tarde, en hora pico y después de ver Inglorious Basterds!