Anoche cené y vi una buena película acompañado de la primera persona con quien intenté entablar una relación que no se basara exclusivamente en el sexo cuando recién llegué a vivir a esta ciudad. El proyecto fue fallido porque me di cuenta que el filtro del sexo tiene mucho peso, no importa el lugar en que lo ponga, la estrategia de dilación no funcionó esta vez y dudo que vaya a funcionar en el futuro.
Pero lo importante es que descubrí a una persona genuina, inteligente y agradable en un lugar donde la presunción combinada con indiferencia son denominador común. Y algo que me sorprendió bastante fue que ubicara perfectamente mi personalidad sinuosa después de tanto tiempo sin vernos. No que sea yo una esfinge difícil de leer, pero que la gente tome nota y le haga gracia lo que a muchos irritaría no deja de ser estimulante.
miércoles, septiembre 22, 2010
viernes, septiembre 10, 2010
Tratado pop sobre la fugacidad del mexicano
Si lo mexicano es una construcción en constante fuga, el mexicano es fugitivo de si mismo. Entre la vorágine sin sentido de festejos y nacionalismos oportunistas, el Bicentenario es sólo la confirmación de que sabemos contar, sobre todo si es a favor. Las restas se nos olvidan, la construcción de nuestra identidad se ha vuelto un rosario de omisiones chapadas con mentiras y lustradas con harto cinismo. Nunca como antes ser mexicanos ha significado ser fugitivo: de la justicia, porque todos tenemos cola que nos pisen y si no, ya habrá alguna sobrante por ahí que nos endilguen; fugitivos de la delincuencia, porque por pura matemática si tenemos para comprar un iPod o un café de Starbucks (acción nada nacionalista pero sí identatariamente comprensible si lo tuyo es aferrarte a los alfileres de la clase media en vías de extinción), tenemos para equilibrar el bolsillo de ese sector de la economía informal con tan mala reputación que es la delincuencia desorganizada (porque la organizada es otro cantar); fugitivos de la historia, de la propia y la ajena, porque como buenos mexicanos no queremos escarmentar de prestado… que alguien le informe a Calderón que él no es Álvaro Uribe y que esto no es Colombia, por más que la premisa de que “no hay prensa mala” siga siendo parte fundamental de su política pública, una especie de berrinche oficial con ganas de ser aniquilado por un enemigo mucho más fuerte que él y hasta con mejor reputación y capacidad de maniobra; fugitivos del buen gusto, porque sólo hay que asomarse a la calle y ver la cantidad de parafernalia patriota ostentada en vehículos, accesorios y cabezas cubiertas de gel, como quien va por primera vez a Disney y descubre que Donald y Mickey son -más que un dibujo animado- una botarga tiesa y apestosa que justo en esos elementos concentra su magia y poder evocativo… y por tanto fugaz; fugitivos de la vida, porque aunque no lo parezca la fugacidad también tiene casetas de cobro y al oficio de huir no le está permitido el ajuste de cuentas hasta que no hay escapatoria y el destino está ahí, alto como bouncer tijuanense, con la frente amplia y lustrosa, el ceño siempre fruncido, los brazos cruzados para dar mayor volumen a sus bíceps y unas piernas laaaargas y fuertes por las que ni Speedy Gonzales puede escapar. Y la cadena de terciopelo rojo no da a un acantilado por el cual tirarse envuelto en la bandera nacional, el destino es una silla plegable, un grillete amarrado al tobillo y unos alfileres sosteniendo nuestros párpados para no perdernos ni un solo segundo del espectáculo de nuestra propia y ridícula huída enguarachada, dando vueltas alrededor de una penca y una serpiente petrificadas como vestigios pompeyanos de una civilización enterrada entre escombros, una raza que se negó a ser lo que a lo mejor sí se podía… la permanencia de lo fugitivo.
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