lunes, enero 10, 2011

Zeta

Esta es la ciudad donde más me he topado gente que canta sin ninguna razón por la calle, en el metro, con los audífonos puestos o sin ellos, protagonistas de su propio musical cutré ensordecido por el bullicio de cláxons, gritos y gente que vende todo lo vendible, pero protagonistas al fin de su propio espacio vital infectado de locura, que no es otra cosa que la felicidad negándose a pedir permiso. ¿Pero cómo se atreve la gente a ser feliz? Es que la felicidad no ocupa de certificaciones y es tan barata que se vende a 10 pesos por estación; puede ir de la mano de un ciego, una sordomuda, un anciano flemoso o una niña mocosa caminando descalza por los vagones.

1 comentario:

pal dijo...

Supieras en medio de que seguridad material y con que calidad de zapatos se muere la gente sin haber sabido nunca estar simplemente satisfecha.
A veces me cansan. Es mi tema de estos días.
Y ojo: acá es evidente, pero allá no lo hacen mejor, simplemente los zapatos se notan más si la niña se sube al bus sin.
Parece que cantar es un don.
Será.