miércoles, agosto 31, 2011

Dedos

Intento mentirme y no me creo... al menos no demasiado. Salgo por la noche de un día lluvioso como reclamo que no para. Mis tenis se mojan desde antes de subirme al metro, donde la temperatura es mínimo quince grados más alta. Es hora pico. Me lleva la chingada. La gente mojada huele mucho peor. Hay poco espacio y un tipo horrendo se recarga en mi con intenciones que no me interesa desentrañar. Sólo empujo firme pero sutilmente. Subo el volúmen al iPod que ofrece beats agradables y entusiastas, así sea por puro llevarme la contraria. Me pierdo en la música y apenas me doy cuenta de mi punto de trasbordo por los empujones de los usuarios con el mismo destino. La otra línea está peor pero al menos me toca algo no tan desagradable de ver de frente. No estoy de humor para flirtear, así que vuelvo a subirle a la música. Salgo del subterráneo una hora después y el clima no ha cambiado nada. Abro mi paraguas y me olvido que tengo gente alrededor mío que apenas y tienen tiempo de hacer una mueca. Caminar por Coyoacán no es tan desagradable como hacerlo en otras partes de la ciudad, sobre todo cuando llueve. Resulta irritante ver lo poco que han aprendido a convivir con su clima los habitantes de este monstruo mal urbanizado. Nosotros también hacemos lo propio con el desierto, asegurando a coro que nunca el verano fue tan caliente. Trato de recordar las veces que he utilizado un paraguas por allá y me sobran dedos. Me sobran dedos también para contar a la gente que extraño.

lunes, agosto 22, 2011

Resiliente

Unas ganas de perderse que deberían preocuparme.
Un deambular por la ciudad al amanecer.
Un clavado al vacío que te cuestiona mientras te baja los pantalones.
Una memoria de corto alcance.
Un desinterés endémico depositado en la cuenca de los ojos.
Una curiosidad intermitente y una lucidez temerosa.
Una mañana sin optimismo posible.
Una sonrisa a falta de otra cosa.
Un sueño despreocupado.
Un saldo blanco.
Un poco de agua.
Un mucho de café.
Una resiliencia envidiable.

viernes, agosto 19, 2011

Adios juventud, nunca fuiste lo que esperaba...

God, I always thought I'd be smarter!

Me despierto tratando de encontrar signos de sabiduría donde juro hay más arrugas. Si esa es la correlación mi cara debería estar tan lisa como a los 18, pero -muy a pesar de uno- nuestro rostro cuenta esa historia que nosotros nos resistimos a revelar. Y si te has resistido a cualquier aprendizaje, éstos te pasan factura más temprano que tarde... Pero antes de seguir con mi cápsula de Gaby Vargas interiorizada me lavo la cara (a falta de borrador) y me dirijo a la cafetera. Pongo mientras mi devedé de yoga y elijo la media clase para irme acostumbrando a mi idea del futuro. A mitad de la sesión suena el teléfono y no alcanzo a deshacer la postura a tiempo. ¿Qué tal si esa era mi Waking Call? Pues supongo que quien quiera que organice esas llamadas trascendentales tiene que trabajar en su timing tanto como yo en estos músculos atrofiados por el sedentarismo. Después de la breve meditación infra-trascendental pero ultra-reconfortante me preparo 2 huevos estrellados a los que se les revienta la yema antes de tiempo. Me quemo el dedo meñique al mover el sartén, pero me resisto a tomar esto como una señal de lo que será el día y me siento a desayunar frente a la compu, revisando todas las felicitaciones acumulándose en mi perfil de Facebook. Entre bocado y sorbo de café me topo con ésto.