martes, enero 27, 2009

Como pa'canción de la Venegas

Cual Papa Manueluco I, besé suelo tijuanense… pero con el trasero. Al bajarme del carro de mi hermano, frente a las puertas del Aeropuerto y de regreso a tierras sonorenses, los tenis nuevos me jugaron la mala pasada de dar con mi culo al piso. Para beneplácito del público presente y –obvio- del concreto más duro y húmedo que hayan tocado mis nalgas. --P’algo las traje hasta acá, le digo a mi hermano que se reía más que cuando cantaba la Chimoltrufia en “Los Caquitos”.

Inmediatamente recupero el aplomo, cargo mis maletas y camino con una impostada seguridad que bien me pudo haber copiado Glenn Close en “Relaciones Peligrosas” y me dirijo a documentar equipaje con boina ladeada y gafas negras (pese al nublado) estilo espía de la resistencia francesa. Eso sí, con unas agruras terribles por haber tomado café sin desayunar siquiera baguette con queso o crepas de jamón serrano…algo así: ligerito pero aguantador. Me pregunto si por las calles empedradas del París ocupado caerían muchos traseros espías de todos los bandos víctimas del estrés, la mala alimentación y la mala moda.

Así de profundo soy cuando me pasa un contratiempo. Soy tan empático que pongo a otra gente en mi lugar y especulo sus posibles reacciones ante semejante oso y tengo la seguridad que nadie lo haría mejor que yo. Woody y Haneke me deberían pedir consejos para sus guiones, si uno de ellos no se pasara la vida haciendo diferentes versiones de la misma cosa o el otro no estuviera tan empeñado en choquear a la burguesía, que suficiente tiene con lo suyo o con lo que ya no lo es, gracias a esta siempre protagónica y empachante crisis.

A Tijuana la traté como a un amante distante, al que le dices sí pero no le dices cuándo y le caes en el momento menos oportuno (la inoportunidad será mi motto de hoy en adelante y me aferraré a ella como Remi a su changuito antipático). No pude ver a todo el mundo pero me alegro de haber ido, aunque no haya conocido el taller de las derramadoras ni haya platicado con quien estuvo hasta el último momento al lado de ese amigo que murió sin que pudiera despedirme. Comprobé que mis lazos con la que considero mi familia extendida siguen fuertes y me tranquilicé de verlos serenos, saludables y entusiastas con lo que hacen (a pesar pronósticos todos).

También conocí a dos artistas fronterizas que me dejaron con ganas de conocer más de su trabajo y vi lo que está haciendo ahora Griselda, que pareciera reinterpretar la belleza de las imágenes que vemos al pasar por el Mar de Cortés en el avión. Comimos Fetuccini Alfredo con vino blanco y bajamos a la playa a hablar de acostones, embarazos, píldoras del día después y tamaños de vergas a un ritmo que Samantha y Carrie palidecerían al lado.

Lo nuevo del viaje fue El Dragón Rojo, un híbrido entre Dandy del Sur y El Turístico con su toquecito Plumablanquezco donde me encontré a parte de la clicka sono-tijua-regiomontés muy abrazaditos a una caguama, que por cierto tienen el mal tino de no pasársela de boca en boca, siendo que lo más chic del momento es el herpes labial. Para que vean que no todos los trends vienen de Tijuana. También noté que me perdí del mejor bar made in heaven que pudo existir sobre la faz de la Cahuila, se llama El Fracaso (el enésimo de dios) y lo mejor de todo es que creo que de él sólo queda el anuncio. Lapidario e incólume como un pleonasmo.

PS: Algo debí haber hecho bien a mi ex, pues me dió éste fabuloso, grande y gordo regalo (SFW).

lunes, enero 19, 2009

Alcoholímetro

Busco mi boleto de regreso y confirmo el asalto aéreo que son los boletos a dondesea desde este pedazo de tierra polvosa al que uno siempre regresa sin importar sus peros.
Me entero en el trayecto quienes serán los invitados a la toma de posesión de Obama y la fiesta nacional que representa semejante acto de transición y que en este país no es más que el cambio de estafeta de un cinismo a otro.
Me como el recalentado que me envió mamá desde Obregón mientras navego de un sitio a otro y veo el video de la nueva -y horrenda- canción de Fangoria (al menos Alaska perdió varios kilos, pero entre ellos se le fue un poco de tino)... estoy a punto de teclear el url de algún periódico nacional y me doy cuenta que no estoy listo para enfrentar la realidad. La misma que me ha quitado el sueño últimamente.
Pienso en que los plazos se vencen y la idea de moverme me entusiasma aunque tenga entumidos los piés y no saben hacia donde brincar pues quieren saber que tan grande es el charco. Yo los imagino en un split sostenido hasta llegar al país de la certeza, pero yo no vuelo ni en sueños. O al menos no desde que era adolescente.
Visitanto a una amiga me topé con unas fotos donde salgo con mis compañeros de generación y recordé los episodios de Friends donde los personajes aparecen en su etapa ochentera. Los 90's fueron buenos conmigo pero implacabes con mi peinado: un inefable híbrido entre Billy Idol y Sharon Osbourne (al menos ella utilizó tinte, ¿cuál es mi excusa?) de tirar a quien se pa'trás.
Mis amigas de genración oscilan entra la madre Amway y la familia Ingalls, amontonando capítulos ya vistos de melodramas caseros pero creyéndose la heroicidad de la maternidad y el poder sanador de la familia nuclear a toda costa. Ahora entiendo por qué nunca me identifiqué con niguno(a), pero esta vez sólo escucho y trato de no juzgar (que es casi como pedirle a un jonkie que no se desepere cuando le falta la droga).
Platicando con amigos que me preguntan cuando me regreso a México les digo que en cuanto deseche todo el acohol que he consumido acá. El alcoholismo no es un problema aquí, es una necesidad. Y la necesidad es siempre -si no la mejor excusa- irrebatible. Se reían de mi porque el otro día que estuve cerveceando desde las 2 de la tarde, a eso de las 4 de la madrugada estaba besando a alguien que ni conozco y que ni recuerdo haber besado (lousy kissers hay donde sea, pero todo suena so unlike me).

lunes, enero 12, 2009

Detrás de mi ventana...

Mientras pelo ajo y parto cebolla, pongo la lavadora y chateo a un ritmo envidiable. Pienso lo buena mujer que sería, porque tratándose de joder (o hay algún otro propósito en la vida) llevaría yo al género hasta sus últimas consecuencias, agotando todas sus ventajas hasta convertirme en esa fémina indeseada hasta en una cárcel de mujeres.

Pasaría por la etapa de ama de casa cosmopoluapan que llora al lavar los platos y canta arias de Puccini al planchar las camisas manchadas de labial -Avon- del marido y que luego se desquita con sus amigas en la reunión semanal haciendo comentarios casuales pero sistemáticos de cortes de pelo, tintes y lipoesculturas (¡Mujer, eras un Botero y quedaste hecha un Soriano!). Cuando todo estuviera armónico y el vino tinto las volviera a todas una manta de feminidad reconciliada, anunciaria el fin de mi matrimonio (y por ende la certeza de la caducidad de esa santa institución), tranquilizándolas al aclarar que el divorcio no es una opción, pues justo cuando el matrimonio se acaba empieza la diversión. El juego de ver quien hace más infeliz al otro es muchísimo más interesante e intelectualmente complejo que el sobrevalorado ajedrez.

Mientras sazono la salsa de tomate y estoy a punto de echar el caldo de la sopa disfruto con la idea de sacarlas de quicio al decirles que estoy considerando experimentar mi lado sáfico (abrazar entre mis piernas al amor anti-natura, pues sólo algo en contra de la naturaleza tiene posibilidades de éxito), pero seguro ellas me informarán que la única que no tiene un trailer escondido en el clóset he sido yo y yo suspiraría por esa parte inocente que dejaba de existir en mi... Aquí es donde echo las tortillas en aceite hirviendo.

Al agregar la sopa y preparar las guarniciones decido que la mejor idea sería embarazarme de inmediato para diseñar la perfecta venganza que florece a los nueve meses, ensangrentada y viscosa. Para luego educarla en La Palabra, preparándose desde niña a ser premiada al anunciar su matrimonio con una casa de interés social como monumento a la responsabilidad, sin oportunidad para quejarse y sólo agradeciendo cada día la bendición de poder contar aún con su santa madre, quien recibe gustosa el bastón de mando para jugar a las marionetas cuando ya ha sobrevivido a varios cánceres (aún luchando contra el del juanete), jura no volver a dejar de fumar y adora torturar a su yerno casi tanto como jugar ping pong con la frágil salud de la consuegra.

Doy el primer sorbo y compruebo que fue buena idea sustituir la panela con el queso gouda. De pronto tengo claro algo: no sé qué me depare el futuro, pero si de hubieras se tratara de poder parir, me quedaba a vivir aquí . Y aquí es onde declaro oficialmente ofendido al género.

lunes, enero 05, 2009

Infinito

Esa persona que me dijo que el amanecer que ví yo desde Kino es el mismo que se ve desde El Ajusco, seguro no se había tomado lo que yo, que cuando tengo buena disposición soy el dueño de la mejor peda y colocada hasta el punto cuasi Zen. Claro, mi soltura no llega a tanto como para repartir Te Quieros como dulces porque esos generalmente son más auténticos, febriles y efímeros al momento del orgasmo sincronizado (que debería tener medalla).

Si nosotros no contamos con la ventaja del orgasmo múltiple instantáneo al menos tenemos la gracia de inventar cualquier clase de placebos para convencernos que nuestro sexo es el mejor, el de mayor calidad y el más intenso, así dure 10 minutos o dos horas. Porque quien haya dicho que el sexo de larga duración es lo mejor, seguro es porque desprecia la eficacia económica y expresiva del cortometraje. Sobre todo ése al que te ves obligado cuando tu familia llega antes de lo planeado y tienes que improvisar tu numerito en la casa de un desconocido con una afición enfermiza por los adornos navideños, al punto que tienes la impresión que estás teniendo sexo con el Némesis del Grinch de testigo.

Pero no nos saltemos el amanecer poético del 2009, cuando estoy posando con la Isla del Tiburón a mis espaldas y el que me fotografía me pregunta qué es lo primero que pienso cuando veo el mar y yo contesto Infinito. Luego me dice que es muy bonito lo que digo porque con lo que relaciones el mar es la opinión que uno tiene del amor… Claro que me dice esto un personaje que viene lamiéndose el bigote porque acaba de participar en un trío y hacerle fisting a pelo a un desagradable personaje a quien lo último que deseaba era recordar como pavo esperando el relleno. En fin, no puede uno retraerse del todo de lo mundano pero –señores- hay que tomar distancia. La necesaria. La suficiente para no convertirnos en un afiche con piés.

El mejor y más pintoresco año nuevo en mucho tiempo, gracias al patrocinio de la gente que perderá el estilo -y hasta la vergüenza- pero jamás el entusiasmo. Una enseñanza más para este pequeño saltamontes que creyó perdida su capacidad de asombro. Y creyó bien.