domingo, septiembre 20, 2009

True Blood

Hacia años que no me sentaba en una silla de estas. Es el mismo olor que me cimbra cada vez que entro a un lugar ultra escéptico como este. Todas las miradas me parecen sospechosas, las batas azules, la sonrisa condescendiente, la advertencia muda y la sentencia indolente en un verbo aun por conjugar.

-Contigo no se batalla, me dice la enfermera señalando la vena que salta vigorosa de mi antebrazo, como excitada de tan inesperada atención. Me muestra la jeringa nueva, el frasco con mi nombre e introduce la aguja después de un leve masaje con algodón húmedo que poco hace para minimizar el dolor por el pinchazo. Al ver el color casi negro de mi sangre pienso que algo así de oscuro no puede acarrear buenas noticias y resisto apenas el impulso de tomar el tubo y salir corriendo al fin del mundo, olvidarme de mi nombre y morir debajo de un puente, alguno donde se haya perdido una batalla y pueda yo acurrucarme en la huella de un cadáver que tuvo en vida algún propósito.

Al sacar la aguja, un hilo de sangre brota de mi vena y tengo que salir del laboratorio con el brazo hacia arriba y un curita redondo. Trato de ver parte de mi terror en la cara de mi hermano pero todo lo que obtengo es una invitación a por un jugo de naranja y una cita con el destino al siguiente día después de las 2 de la tarde. Por pura tradición contestataria y lógica de hospital pido una gelatina de colores para ironizar con el desahucio anunciado.

Me cuesta trabajo concentrarme el resto del día y casi me da igual el menú de mi restaurante favorito cuando llega la hora de la comida. Mi estómago me recuerda que lo tengo acostumbrado a un mejor trato y pido fettuccini con camarones con la resignación de un preso en la Green Mile.

Al día siguiente tengo mi vuelo de regreso y a la hora de recoger los resultados de mis análisis me encuentro frente a un hombre que nunca había visto en mi vida, que me desabrocha con prisa el pantalón mientras mete su lengua en mi boca como buscando respuestas adheridas a mi paladar y yo, como escindido de mi cuerpo, alcanzo a ver como minutos después una ráfaga de semen sigue a la otra para encontrarse en el piso al tiempo que nuestros cuerpos se alejan.

De regreso a casa me tropiezo con varias miradas invitantes y decido seguir mi camino a la mesa donde me espera un sobre que me dice que mi vida empieza ahora, que mi número de serie es tal y que todo será peor a como alguna vez lo imaginé... El resultado no me sorprende tanto como la sensación de vacío al ver desinflarse el drama-zeppelín sin poder asirlo de ninguna forma mientras me pregunto: ¿y ahora qué?

Río, pero no sé si llamarlo felicidad.

4 comentarios:

pal dijo...

???
El drama Zeppelin se desinfló o explotó?... avisa así me puedo reir con el personaje con abierta felicidad. Faltaba más: En casos como este felicidad, corta y profunda. Y a otra cosa que la vida es corta.
Yo solo lo he hecho 1 vez lo del análisis con redoble de tambores.

Manuel dijo...

Yo no se cuantas veces me lo he hecho, pero creo que esta es la vez que mas tiempo he dejado pasar, por eso la sensacion de angustia. Lleva uno mas equipaje pues!

Unknown dijo...

Long Time No Read!!!

Saludos mi buen amigo.

Oscar

Manuel dijo...

Saludos, Oscar!!!