--Te diría que le reces a San Judas, pero como no crees en Dios...
Así me deja mi hermana a las puertas del aeropuerto, con la sensación de que la suerte favorece sólo a los creyentes y aún así, sin la menor intención de abandonar mi agnosticismo: la duda es el nuevo negro; mismo color de mi destino al llegar a documentar y enterarme que he excedido el límite de peso reglamentario. Intento sumir la barriga y chupar mis mejillas como posando para foto de Facebook, pero caigo en cuenta que la fulana se refiere a esa maleta repleta de libros encima de zapatos que casi nunca uso y los cosméticos que estuve a punto de olvidar. No es difícil sacar la cuenta de mi naturaleza contradictoria y folclórica al echar un vistazo a ese bolso de mano: Bataille, Garibay, Marías (no las galletas, el autor), Coetzee, Pleynet, Frazer, Genet, Abril, tres números del comic Dylan Dog y una colección de postales de Warhol que me regalaron hace varios cumpleaños; abajo de esa montaña de libros, unas botas de piel temporada 2008 y encima de todo esto -haciendo malabares- mi cosmetiquera atiborrada de afeites Clinique, Neutrogena, Nutrimen C, Niquel y Sensodine. No hay muchas conclusiones que sacar con esta lista: todos sabemos cual -o quien o qué- es mi verdadero dios.
En ruta a abordar, veo un personaje que me parece familiar acompañando a una jovencita de más de 1.80 de estatura y rostro modiglianesco que fascinaría a mi amigo fotógrafo. Me espera un vuelo tranquilo, sin ataques de ansiedad ni dolor sinusítico ni de oídos y de camino en el taxi rumbo a casa, me quito los audífonos para que la verdadera banda sonora de la ciudad acompañe nuestro reencuentro. Todo hubiera sido mejor si el conductor no tuviera puesto la radio en un programa de una tal Martha de Bailey venerando a un idiota que vomita lugares comunes travestidos de sabiduría absoluta sobre relaciones de pareja. Me pregunto si esa gente tendrá tiempo de mantener una relación auténtica después de publicar un libro de autoayuda como ese, pero me tumbo el rollo y disfruto la hora y media del trayecto que parece paseo en ruleta rusa en cualquier parque de atracciones extremas.
Llego a casa, desempaco y me preparo algo de comer. Hago una siesta y me convenzo a mi mismo de que este día es para descansar, que la vida social puede esperar, que no hay nada de malo en oprimir on hold a la rutina para sustituirla por otra...
sábado, enero 30, 2010
martes, enero 26, 2010
Deshilvanando
No sé si haya alguien que se pregunte porqué soy cada vez menos confesional en este espacio. Yo sí, y creo que tiene que ver con esa tendencia mía a la autoconciencia, que es pariente cercana de lo predecible. Y no es que tenga nada en contra de eso -sería como estar en contra de los componentes químicos del agua- pero llega un momento en que uno se cansa de tanta autocomplacencia, esa que se regodea en sus propios desatinos como el papá fascinado por la palabrota en boca del niño de 4. Y sí, tampoco reniego de mi infantilismo patológico ni de mi nihilismo de celofán, simplemente ya no me hace tanta gracia. La escala creativa se ha atorado en una nota y eso le quita diversión a ese ejercicio tan dosmilero de “postear”, y aquí es donde me queda claro que yo no soy tan bueno para inventar como para ocultar o disimular, para obligar al escapismo a travestirse de atrevimiento sin reconocerlo. Releyendo algunas cosas me queda claro que revelé más cosas de las que me propuse, pero mi desvergüenza pasa por otros caminos, me sonrojo con cosas tan simples como la vulgaridad, el miedo al ridículo tan victoriano como un cuello alto con encajes, pero aquí mismo me sorprendo arropándome a una excentricidad prefabricada y mi laberinto se revela aún más denso. El rizo se me enreda entre las piernas y tal vez ese sea mi nuevo ejercicio: exponer lo simple y lo obvio y tratar de desmadejar esa futilidad que esconde mi ombligo sin fondo.
martes, enero 19, 2010
Carrots and flowers
Rise from the bed; drag the blanket while walking in search of the bathroom. See my reflection on the mirror and pee with the pajamas down to the knees; notice how dark the circles under my eyes are and try to get rid of them by scrubbing like crazy. Pour coffee and start arranging vegetables and stuff to make zucchini soup I dream about. Food replace sex in my dreams; careful next time on the market, try not to get over excited with aubergine or carrots. Take a look inside the soup pot while the avocado oil almost cries. Feel the urge to jump on it and see how domestic hell must be; chopped potatoes and zucchinis not as excited with the idea. Little did they know their future wait in a blender; is some sort of blending device in the future of all? Getting a bit existentialist here or must stop mixing Sartre and Beauvoir with “Jules and Julia”? Too much garlic and pepper for Misses Dalloway. No flowers today …
lunes, enero 11, 2010
Blind
Contento de no ver sino hacia dentro. Enamorado de su profundidad, sus recovecos, de parpadear a voluntad y olvidarse del mundo de allá fuera de la misma forma que él es ignorado a pesar de estar siempre en la cima de las obsesiones no dichas. Hablaría pero los verbos le eluden, su expresividad no tiene límites a pesar de la insistencia en hacer oídos sordos a su lenguaje cifrado. Se guarda historias para sí mismo sin el menor sentimiento de culpa, elemento que ha sabido arropar así como aquellos de limitada imaginación que le condenan. Pocos son conscientes de su presencia y sus veneradores se reúnen como en cofradías medievales, reivindicando con su culto un camino de luz sembrado de sombras y aparente vacío, iniciados en un arte opuesto al de amar sin parecerse en nada al odio. Él sabe que basta mirar hacia adentro para reconocer su presencia y que sólo una mirada es suficiente para caer en su hechizo…
martes, enero 05, 2010
Agua
Este año al parecer la obsesión -perturbación anímica producida por una idea recurrente que produce malestar y ansiedad significativos, según la Real Wikipedia- se ha atravesado en mi camino en proceso de rumbo. Le ha de haber llegado el rumor de mi impermeabilidad y ha tocado a mi puerta como vendedora de paraísos technicolor encargados al más bucólico de los dibujantes de Jehová -alias que los judíos daban a Dios para no pronunciar su nombre en vano. Yo le he abierto la puerta y le he hecho pasar porque un vaso de agua no se le niega a nadie. Le conté de mi fin de año, que casi me agarra en una siesta prolongada y que me levanté con malestar intestinal pero dispuesto a comerme las uvas y hasta la luna azul colgada en el cielo de esa última noche. Le confesé entre risas los invitados especiales a mi sueños recientes, mi boda con Lily Allen que me cae re-bien como para hacerle eso de casarse con alguien como yo; también de mi encuentro con una Rebeca de Alba alcohólica irredenta (me dijo que al menos en mis sueños hago interesante y multidimensional a quien en la realidad no es más que un ladrillo de vacuidad y solemnidad a partes iguales y que necesito dejar de ver tanta televisión). Estamos de acuerdo y le aseguro que cada vez me interesa menos diferenciar entre sueños y pesadillas, al buen soñador eso no le importa. Se rió cuando le dije que perdí la cuenta de los martinis que tomé y las rayas que esnifé inútilmente porque igual terminé botado en la cama antes que saliera el primer sol del 2010... aunque lo alcancé a divisar cuando tuve que moverme de lugar al sentir actividad erótica a mi lado, no fuera a ser que me inaugurara en el fistfucking (que peligrosamente me persigue desde el fin de año antepasado) sin siquiera enterarme. No sabía si se reía de mi candidez o mi verborrea, pero noté su vaso lleno aún y me sentí ruborizado de tan folclórico. Le confesé de los tres primeros deseos a la hora de comerme las uvas, pero del resto no me acordé y se rió cuando le dije que estuve ante la disyuntiva de los calzones rojos, amarillos y morados pero que al final me fuí por los blancos porque estaban de descuento: ni modo, a reinventarse diría Giovannita. Cuando me dí cuenta que lo mío era casi una improvisación de stand up comedy miré al reloj y le abrí la puerta de salida porque estaba por empezar Betty la Fea, que ya ni es tanto. Desde entonces, religiosamente (osea, obsesivamente), lleno un vaso con agua y lo tengo listo para cuando quiera regresar.
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