Cuando apareció en los noventas, Fiona Apple me pareció una versión malencarada de Tori Amos: ambas detrás de un piano, ambas con un pasado de abuso sexual en un momento donde hasta la comediante Rosane Barr hacía públicos abusos en su infancia que justo recordó en momentos en que su carrera se iba por el caño y su comportamiento dejaba mucho que desear.
De pronto la profundidad psicológica mezclada con cierto oportunismo feminista me pareció más que sospechosa, pero no dejaba de disfrutar sus canciones que, aunque un tanto pretenciosas, evidenciaban los intentos de la joven neoyorquina por defender su individualismo, dotando a su música de una fuerza que tenía mucho que ver con el reclamo existencial adolescente, pero influenciada por clásicos de la música negra.
La recuerdo en alguna entrega de premios tratando torpemente de dar la nota alternativa con un discurso en el que incitaba a los jóvenes a no dejarse influenciar por la industria de la moda y la música, industria a la que pertenece y con la que ha mantenido una relación tirante. Lo único que logró con su loable intención fue alimentar el recurrente dicho sexista de calladitas se ven más bonitas.
Después de desaparecer seis años del mercado (Tidal, 1996, When the pawn..., 1999) por problemas contractuales con la multinacional Sony, Fiona regresó el año pasado con Extraordinary Machine, un disco realizado anteriormente pero que la disquera se negó a editar en su momento por considerarlo invendible en momentos donde el hip-hop y el revival ochentero empezaba a inundar el mercado.
Como mero berrinche, la cantautora decidió difundirlo gratuitamente por Internet para después llegar a un arreglo con la compañía y aceptar a Mike Elizondo y Brian Kehew como co-productores de la versión oficial del disco que ahora circula y que cosecha las mejores críticas y nominaciones a varios premios importantes del medio.
Lo curioso del asunto es que la versión no-autorizada de Extraordinary Machine es muy superior a la que venden en las tiendas, es mucho más congruente estilísticamente y tiene una intensidad que se siente hasta cierto punto domesticada -o estandarizada- en el disco oficial, cuya única ventaja (en su versión dual cd-dvd) son los videos de presentaciones en vivo donde Apple sorprende con esas versiones neo-folk de Fast as you can y River, Stay Away from my Do de Frank Sinatra, entre otras.
Fiona Apple no sólo ha dado un paso a la madurez artística sino al parecer también a la emocional. Extraordinary Machine bien pudiera ser tomado como un disco de autoayuda post-ruptura amorosa, una oda al egocentrismo como el refugio más seguro del corazón roto. Después de todo, no creo que sea cualquier cosa perder a un novio como Paul Thomas Anderson.
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