Las hordas integristas del culto al cuerpo tienen un nuevo integrante, uno que -a su manera- ha despotricado contra todo ese bombardeo mediático que te impone un ideal de belleza sustentado en un estilo de vida indigesto de conteos calóricos, tonificaciones musculares, masas corporales, niveles de grasa, etcétera. Es decir, un estilo de vida sustentado en la neurosis pequeño-burguesa (para hacer uso de la jerga demodé).
Todo inició así: un día me levanté y en mi camino a la ducha me topé con una imagen reflejada en un espejo de cuerpo entero que casi me causa un desmayo. De pronto se me vino a la mente Goldie Hawn en Death Becomes Her como futuro cercano. Así como la realidad superará siempre a la ficción, recordé las últimas fotos que vi de Isabella Roselini y me quedó claro que esa idea de la fuente de la eterna juventud era un mito tan peregrino como el paraíso prometido por todas las religiones y sucedáneos. La imagen en el espejo me habló, pero no entendí lo que decía y seguí el consejo que nunca me dieron mis padres de no hacer caso de los extraños que te prometen cosas inaccesibles o paraísos express, habiendo tantas cosas accesibles y paraísos artificiales que se consiguen a la vuelta de la esquina. La realidad, al igual que la ficción (si no es que más), ocupa una buena ayudadita.
Un día antes había recibido una muy mala noticia y decidí que en lugar de esconderme unas semanas entre mis sábanas en una depresión muy glamorosa pero nada práctica, me inscribiría en el gimnasio y empezaría a engañar al dolor emocional con el físico. El problema es que el dolor físico se vuelve un poco adictivo y le agarra uno cariño hasta a la entrenadora, quien pone tanto empeño en su trabajo que pareciera haber reencarnado en ella una celadora de la Gestapo. Al sadismo de ella uno responde con un masoquismo a prueba de balas.
Ahora me queda claro que las relaciones sadomasoquistas son las ideales y las que tienen asegurada la persistencia: no hay nada como tener los terrenos bien delimitados, tu me pegas, yo te quiero, más me duele, más me quieres...y todos felices, todos contentos.
Y en el camino se te hace un cuerpazo.
¿Qué más puede uno pedir?
3 comentarios:
La endorfina te ha sentado maravillosamente...te ves más atractivo querido, bien por esa adicción. Me has inspirado!
¡Arriba el integrismo!
Otro que cae… Los gimnasios es lo que tienen. Por no (o porno) hablar del chulerío y el cancaneo que hay en todos y cada uno de ellos.
Publicar un comentario