jueves, abril 13, 2006

Zapping Season

Según la historia Jesús, el hijo de Dios, se retiró cuarenta días al desierto antes de comenzar su vida pública que sabemos en qué terminó. Su ejemplo ha servido de mucho para aquellos que intentan desesperadamente conquistar la fama y pasar a la historia sin importar los medios, mientras el fin que sea se cumpla.

La cuaresma, según la iglesia católica, es la oportunidad que tenemos de parecernos a Jesucristo y ahí es donde los latinoamericanos somos buenísimos para interpretar los mensajes a nuestra conveniencia. Creyentes o no, la imagen que atesoramos del Mesías cristiano es la de un hombre mechudo, sentado en una silla playera con una botella de cerveza bien helada en una mano y una tostada de ceviche en la otra. El ayuno de carne es tan importante como el volumen de la grabadora tocando la cumbia de turno.

Podemos ver réplicas de la versión folclórica del hijo de Dios diseminadas por los litorales latinoamericanos en cuatro días de escenificación kitsch del calvario, con más de tres caídas etílicas y muchas Marías asoleando su palidez y trasladando su reino doméstico a una palapa desde donde vigilan a la parvada de escuincles que se pelean a muerte con las olas.

Supongo que a sabiendas de lo inalcanzable del ideal de pureza cristiana lo mejor que se puede hacer es convertir todo en una fiesta, aunque ésta se fabrique encima de la muerte de un personaje histórico. Si ese personaje cambió la historia es lo de menos y si los templos católicos se quedan igual de vacíos que las calles también. Lo importante es preservar la tradición popular de -al menos una vez al año- salirse con la suya.

¿Y qué le espera al que se quede encasa? Una programación televisiva obesa de películas con tema religioso siguiendo a pié el dicho de: si Mahoma no va a la montaña, la montaña va a Mahoma (aquí nos cambiamos de evangelio y de profeta pero la idea es adaptable): catequismo televisado y con comerciales para dar oportunidad de ejercitarse en eso que está a punto de convertirse en deporte olímpico: el zapping.

De la versión splatter-gótica de La Pasión, de Mel Gibson, pasamos a la alternativa y casi hereje La Última Tentación de Cristo (con David Bowie de ¡Poncio Pilatos!). Luego pasamos a los musicales o las épicas adaptaciones del evangelio que han hecho grandes directores como John Houston o Cecil B. de Mille, o los intentos fallidos de muchos otros de menor perfil pero a mayor fervor religioso que confunden al infante Nazareno con un Principito esquizofrénico o un Harry Potter autista (sin varita mágica ni capa invisible).

Todo eso no hace sino provocar una abstinencia forzada y un arrepentimiento inconfesable por no haberte unido a la caravana playera, desaprovechando la oportunidad de contribuir a la decoración colorista de la arena con botes de cerveza y empaques de comida chatarra...

2 comentarios:

Sol dijo...

Y supongo que tú estás en la playa... :P un abrazote donde quiera que estés

Anónimo dijo...

no te hagas que ya regresaste de vacaciones...