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No es que no conozca yo ese terreno, he tenido amantes con los que he conectado emocionalmente, pero a esos generalmente se les llama parejas y de esas sólo he tenido dos.
La pasión es un elemento siempre inaugural en una relación que tiene como propósito, además del placer sexual, la convivencia. Y ahí es donde la puerca torció el rabo (every fucking pun intended), porque si para algo no estamos listos muchas de las veces es para compartir esas dinámicas tan automáticas y aparentemente fútiles. Sin tanto eufemismo, pues: lo más difícil de incluir en una relación es la cotidianidad, porque abrir ese espacio de nuestra vida no es como abrir la bragueta o las piernas, significa muchas más cosas y entre ellas una que tal vez sea el principal reto: dejar de pensar exclusivamente en uno mismo para dar espacio a las necesidades, los gustos, las neurosis, las trabas de alguien más. Si uno ha vivido con las propias y mal que bien ha aprendido a lidiar con ellas de una u otra forma, imagínense agregar a esa ecuación el equipaje emocional de alguien más y verán que la gente podrá decir que qué bonito y las arañas, pero fácil no es.
El caso es que así tuviera yo cien amantes y me creyera Abdullah eso no significa necesariamente felicidad, simple y sencillamente significa que he aprendido a ver el sexo como realmente es... tanto que apenas recuerdo (liar) la última vez que tuve sexo con alguien que al mismo tiempo quiero... Sin contar, claro, las veces en que me consiento a mi mismo. No hay pierde: si quieren sexo con amor, denle a la masturbación (si ni así, ni como ayudarlos).