Yo soy malísimo para las muertes y algo pasa que siempre me entero a destiempo de las que a uno le importan. No sé que será, pero pasa que la gente cercana que se muere, tiene el mal tino de llegar a mi en calidad de mitote. No es que espere yo que el muerto tenga la decencia de avisarme para presenciarla in situ, porque si un poco de energía le quedara al ingrato supongo la utilizaría para sobrevivir.
Soy tan distraído que tengo la impresión de que cuando me toque a mi no me voy a dar por enterado y estaré tan fresco como una lechuga denque Ley, caminando como si nada, asustando a medio mundo con mi alma en Babia (porque ese hipotéticamente momento de pena será para los demás, uno ya qué) y yo con cara de qué le pasa a esta gente, que nunca han visto una cara deshidratada. Si no hay nada que arregle Clinique o Biotherm, o ya de muy extremo un Lancome.
Dado como soy al contrerismo seré el muerto más renuente y así como a la criada bien criada -que de mejores casas la han corrido- me iré cuando me de la gana, no sin antes dejarle claro al que le importe y al que no, que hice mi santa voluntad a cada momento y que si la Calaca me pela los dientes es porque no tiene ojos pa’echarle gotas.
La semana pasada me llegó como mensaje a mi celular la noticia de una muerte anunciada, de un secreto a voces que no por ser así cala menos. Inmediatamente llamé a Tijuana a averiguar qué había pasado y resulta que era noticia ya más bien tibia, hacía una semana que E había muerto y las circunstancias de su muerte fueron en congruencia con el rumbo que él había tomado en la última etapa de su vida: duro como era de roer y a pesar de haber estado siempre enamorado de sus desatinos y del sonido de su voz, E fue alguien que se preocupó por los demás, que hizo todo por asegurar un trato digno a enfermos y por reivindicar los derechos de una minoría constantemente agredida ya sea por el desprecio o por la indiferencia.
E fue sinónimo de lucha, pero al final se rindió a todas sus batallas, pero de la que nunca debió rendirse fue la que lo derrotó: su propio cuerpo. La localización del cáncer en él parecía una mala jugada del destino y recuerdo que cuando me enteré, algunos meses atrás, dije que parecía una muy mala broma. Y lo era, del destino o loquesea, pero ese cáncer fue innecesario, porque él había optado por el silencio ante la sordera de los demás, incluso de quienes lo estimábamos: a oídos sordos mutismo necio.
Me duele enterarme de las circunstancias de su muerte, de su aislamiento y su renuencia a recibir visitas, pero si algo debiera estar en control sólo de uno, eso debería ser nuestra propia muerte. Si en este mundo estamos sepultados por la burocracia, al menos que le llegue a uno el memo de la muerte, para darnos el lujo de ignorar el aviso o al menos de guardar en una cajita de cartón aquello que queremos llevarnos con nosotros.
¿Qué habría querido llevarse E consigo en esa cajita? Seguro a su mamá, pues no habría querido él partir sin sus ojos.
3 comentarios:
Lo siento mucho por su pérdida.
Una nota nadamás a la sazón: se dice en que Ley (a la sonorense pues); y en el sur del estado dicen: en la Ley......
Gracias por la corrección, aunque nunca he ocultado mi travestismo lingüístico.
Em...Buen Día Manuel. No me conoce y no lo conosco, solo tenía algo de tiempo libre y me puse a nav egar por la web. Soy un pseudo escritor amateur y estoy tomando referentes, y no pude evitar la tentación de dejarle algo escrito..."Cosas" "Mas cosas" en verdad son divertidos...
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