Raúl Velasco (1933-2006) fue durante más de treinta años la voz cantante en el panorama musical y de entretenimiento en México y Latinoamérica. Siempre en Domingo era el programa de variedades desde donde dictaba amablemente lo que debía ser el gusto musical hispano, quitando y poniendo en la cúspide del estrellato a figurines de mediano o notable talento, sin cuyo impulso no habrían pasado de promesas.
El poder siempre sonrió a Velasco. A finales de los sesenta, cuando el magnate Emilio "El Tigre" Azcárraga (1930-1997) lo invitó a producir un programa de variedades en los antecedentes de lo que hoy es Televisa. Con el apoyo incondicional de la empresa, el guanajuatense emprendedor y con suerte, fue creando las bases de lo que se convertiría en la escuela dominical priísta con cierto toque mesiánico y catequista.
En ese escenario vimos crecer a muchas celebridades que fueron forjándose nombre gracias a la patadita artrítica con que Velasco los impulsaba a convertirse en mega estrellas: desde Ricky Martin hasta Lucero, quien dejó de ser Lucerito gracias a una flatulencia torpemente disculpada al aire por el conductor.
El fin de Siempre en Domingo, un año después de la muerte del padre Azcárraga, fue más que ilustrativo de los nuevos vuelcos que la televisión abierta tomaría bajo la dirección del Junior más poderoso del país. No fue coincidencia que dos años después el PRI perdiera por primera vez las elecciones presidenciales.
El desgaste de la estructura política que sostenía el enquistado sistema no pasó desapercibido para el relevo generacional, Emilio Azcárraga Jean, joven y agresivo empresario que reestructuró la televisora, saneó sus finanzas (deshaciéndose de los lastres de las exclusividades millonarias de estrellas decadentes como Lucía Méndez y otros) y reconoció a la naciente competencia, pero sobre todo entendió la importancia de las alianzas estratégicas con los nuevos rumbos del poder político.
Raúl Velasco murió en domingo (el pasado 26 de noviembre), un momento perfecto para que Televisa progamara ese homenaje que días antes se había celebrado en Acapulco: desfilaron por el escenario decenas de cantantes, pero sobre todo miles de gracias y abrazos recibidos por un almidonado anciano que apenas podía articular respuestas y que más bien parecía un muñeco animado por los hilos de la nostalgia.
Apóstol del mal gusto, precursor de ese hablar torpe e iletrado, pero de impacto popular que luego adoptaría nuestro más pintoresco Presidente con botas, Velasco se lleva consigo un estilo de hacer televisión que fue posible gracias a una combinación de oportunismo, alianzas políticas y, sobre todo, una pobreza cultural extendida en un público que, a falta de más, se ha conformado con lo que los monopolios mediáticos - ahora omnipotentes gracias a la nueva ley de medios- tienen para ofrecerles.
Desafortunadamente, con el fallecimiento de Raúl Velasco (q.e.p.d.), no se acaba la mala televisión. De ésa, aún hay más.
3 comentarios:
A mi me dio risa cuando leí "Murió de causas naturales" la sola mención de eso me hizo pensar en las posibilidades no naturales de su muerte.
Noséporqué.
Lo malo de esto que no podemos decir que "su escuela" termino con su muerte, el mal gusto y la mala calidad, los principales ingredientes de su programa continuan y se reproducen mas y mas...
Siempre los domingos me revolvían el estómago.
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