Al menos las lesbianas no tienen la presión social que los hombres gay a la hora de las expectativas de diversión y talento. La "discriminación posititva" dicta que los homosexuales varones llevan ventaja en terrenos artísticos por combinar esa supuesta dualidad femenino-masculina, una sensibilidad cercana a lo sublime y un concepto particularmente innovador de la estética (entendiendo el término como la ciencia que estudia el mejor peinado para los diferentes tipos de cara). Además son rebuena gente, blablabla…
Por eso es fácil ser gay de clóset: sólo estudia alguna ingeniería o algo que tenga que ver con ciencias exactas y listo. De paso, reprime tus instintos "innatos" de vestir bien y escucha en la intimidad de tu recámara a la Aguilera, la Beyoncé o la que esté de moda. En tu pick-up truck (porque este tipo de clóset equivale casi a emular el lesbianismo más tópico) sólo puedes escuchar banda, grupera o si de plano te crees muy moderno a Molotov (ni siquiera tienes que saber que ya se desintegraron), lo que se acomode pero que tenga cierto resabio homofóbico.
En tus perfiles de ligue por Internet tienes que dejar claro que no te gusta la gente obvia, que eres un macho buscando similar. Eso -gajes del oficio- inevitablemente te lleva a encontrarte con tu reflejo más temerario: una loca desquiciada con voz de barítono, atrapada dentro de unas botas vaqueras y cinto pitiado, una colección de afiches que hacen de la contradicción y el absurdo una más de las bellas artes (del travestismo rural).
No es que pretenda saber lo que es ser lesbiana, pero si de algo sirven los estereotipos es para darles de pedradas. Y ni Ellen DeGeneres ni Rosie O’Donell han hecho nada para derribarlos, una rizando el rizo de la lesbiana WASP y la otra una cruza entre Divine y un trailero mascatuercas. ¿O es que será la única manera de combatir la invisibilidad?
No se les puede reprochar ser fieles a si mismas, el problema es cuando luego se convierten en el nuevo modelo a seguir y la respetabilidad tiene que ver con la sobre exposición de la vida personal, un grillete que al primer tropiezo te pasa un facturón más grande que exponer los clítoris (esos míticos y escurridizos personaje) en la plaza del pueblo. No de a gratis ambas celebridades tuvieron que cancelar sus shows después de declarar abiertamente lo que era más que evidente a quien tuviera dos dedos de frente.
La cuestión no es decir sí o no al clóset sino el respeto a las decisiones individuales, independientemente de a donde lleven las mismas. Incluso equivocarse debería ser un derecho, porque si algo puede hacer interesante a un ser humano de la orientación sexual que sea es su enorme potencial de falibilidad a la hora de ser uno mismo y no lo que los demás esperan de uno.
Válgame, esto empezó como un intento de reseña de un evento televisivo de lo más gay: la más aburrida entrega de premios Oscar de que se tenga historia, con la primera conductora lesbiana, que resultó también ser las más lame a la fecha.
lunes, febrero 26, 2007
miércoles, febrero 21, 2007
Ciudadano X
-¿Trae asté una identificación con foto?...mmm, esta no sirve. Una que sea nacional.
-¿Se llama usted fulanito equis, nacido el equis día de tal año en la ciudad equis?
-¿Esta asté seguro? Es que no aparece en el padrón y si no aparece es que alguno de sus datos están mal o es que nunca se ha registrado.
-Oiga, se va a tener que quitar los aretes. No puede traer aretes ni lentes ni nada de eso.
-Es que yo se la tomo así, pero como es federal si luego no le llega pos no se sorprenda. Así son las reglas.
-¿Seguro que por esa calle vive?, ¿está seguro que existe, tiene testigos? No estoy segura si un fantasma con aretes en la ceja aplica para votante...
-No, un ciudadano es un ciudadano, pero en la foto tiene que salir un ciudadano sin aretes. Si fuera asté ciudadana ahí si no le digo nada, hasta con tupé puede salir.
Mire señoloquesea (seño con labios delinados con negro y labial rosita nacarado, seño con fleco cahuamero y sudadera inefable, seño con pantalones de chaparreras incluídas y chicle como segunda lengua, seño con uñas acrílicas una sí la otra no, seño con mechas, seño con muchas etcéteras), uno no deja de ser ciudadano por tener la ceja perforada, ni siquiera por se miope, uno mientras tenga huella digital y algo arriba del cuello es material para que usted haga su trabajo.
Si fuera por mi, no me preocuparía demasiado por estar en ese padrón de mierda y engrosar una lista de justificaciones para una institución que se inventó a si misma una cualidad democrática lejos de aspirar, la misma que quedó evidenciada en su ineptitud acomodaticia de lujo las elecciones pasadas.
Aún si quisiera quitarme los aretes no puedo, están atorados y si hay alguien allá donde quiera que hagan el casting poblacional que dice que yo no merezco estar en el padrón me sentiré aliviado de tener demasiado estilo como para tomarme el tiempo que puedo utilizar en un facial, llenando su boletita ridícula. Seré el primer asilado político por hacer del sense of fashion una forma de desobediencia civil.
No entiendo por que no estoy en el padrón, pero tampoco he resentido en ningún momento mi condición de outsider involuntario (al menos no tengo useful vote hangover). Me empadroné siendo adolescente y la credencial, si mal no recuerdo, la perdí en el cuarto oscuro de un bar, pero me gané un cultivo de ladillas que combinarían muy bien con la orzuela de su cabello y así homenajearía mi adiós al retro-nasty-overrated sex con gente anónima cuyos olores quisiera olvidar.
Eso sí, espero que mi credencial haya cumplido su labor altruísta de hacer todas las rayas de coca posible para hacer explotar el resto de millones de neuronas de algún ciudadano votante del Yunque hasta que le quede la nariz como a la Campuzano o la Jackson.
Amén.
-Casi ni se notan los aretes. Firme aquí y ponga su dedo pulgar aquí y luego acá….
Chingue a su madre asté y la democracia, yo sólo quiero cambiar un cheque.
lunes, febrero 19, 2007
nose, no se, no sé...
Tengo la costumbre de oler las cosas antes de metérmelas a la boca (y no me refiero sólo a los alimentos). No soy muy fan de las lociones o perfumes, pero me gusta que las cosas huelan bien, el olor a piel limpia con una pizca de sudor me puede excitar sin mayor trámite, y puedo reconocer cuando una loción huele bien en la piel de algunas personas (sobre todo cuando dichas personas no abusan), aunque yo no acostumbre usarlas mucho.
Cuando mi hermano hace unos años sufrió de un extraño padecimiento que le privó del sentido del olfato, me tocaba sufrir cada mañana que él se preparaba para ir a trabajar porque se echaba media botella de Eternity de Calvin Klein, que para mi olía a escusado gringo y para él era como rociar la ropa para plancharla.
Cuando era chico, recuerdo que mi hermana mayor se tardaba horas guapeándose para ir a trabajar y siempre terminaba su ritual de belleza con una pizca de Royal Silk, que para mi olía como a melcocha pero que en ella se asentaba y resultaba elegantemente cursi. Sin embargo, cuando salía de noche se ponía Chanel No. 5 y si yo hubiera sido más malicioso juraría que no se ponía calzones, pero luego me enteré que a sus tres hijos los procreó en religiosa posición de misionero (lo cual comprueba que la procreación no tiene mucho que ver con la diversión).
El sentido del olfato para reconocer situaciones de riesgo o prometedoras en varios aspectos me tocó desarrollarla en la adolescencia, fui un teenager con olfato desconfiado, pero nunca con el talento de Jean-Baptiste Greonouille, un genio desamparado y terrible que reconoce todos los olores del mundo (aunque no sepa nombrarlos), pero carga con el lastre de no tener uno propio, de ser invisible a su propia nariz y de estar obsesionado en conservar los olores más bellos y crear el perfume capaz de provocar amor en los demás, pero jamás en si mismo.
¿Quién iba a imaginar que lo que hoy es una frivolidad de tocador, en algún tiempo pudo ser la desesperada búsqueda de un hombre cuyo mayor pecado fue buscar la perfección y encontrarla para luego descubrir que era algo fuera de este mundo?
Cuando mi hermano hace unos años sufrió de un extraño padecimiento que le privó del sentido del olfato, me tocaba sufrir cada mañana que él se preparaba para ir a trabajar porque se echaba media botella de Eternity de Calvin Klein, que para mi olía a escusado gringo y para él era como rociar la ropa para plancharla.
Cuando era chico, recuerdo que mi hermana mayor se tardaba horas guapeándose para ir a trabajar y siempre terminaba su ritual de belleza con una pizca de Royal Silk, que para mi olía como a melcocha pero que en ella se asentaba y resultaba elegantemente cursi. Sin embargo, cuando salía de noche se ponía Chanel No. 5 y si yo hubiera sido más malicioso juraría que no se ponía calzones, pero luego me enteré que a sus tres hijos los procreó en religiosa posición de misionero (lo cual comprueba que la procreación no tiene mucho que ver con la diversión).
El sentido del olfato para reconocer situaciones de riesgo o prometedoras en varios aspectos me tocó desarrollarla en la adolescencia, fui un teenager con olfato desconfiado, pero nunca con el talento de Jean-Baptiste Greonouille, un genio desamparado y terrible que reconoce todos los olores del mundo (aunque no sepa nombrarlos), pero carga con el lastre de no tener uno propio, de ser invisible a su propia nariz y de estar obsesionado en conservar los olores más bellos y crear el perfume capaz de provocar amor en los demás, pero jamás en si mismo.
¿Quién iba a imaginar que lo que hoy es una frivolidad de tocador, en algún tiempo pudo ser la desesperada búsqueda de un hombre cuyo mayor pecado fue buscar la perfección y encontrarla para luego descubrir que era algo fuera de este mundo?
jueves, febrero 15, 2007
Muñeca desinflada
Talla cero, celulitis mental, desnutrición voluntaria en pos de una exigencia inventada por quien sabe quién, campañas contra las modelos de look (y hábitos) anoréxicos, diseñadores preocupados por tener que añadirle un metro de costosos textiles a sus vestidos para dar gusto a esa nueva cara de la corrección política, los medios como weight watchers jugando al rival más débil (si muy flaca por muy flaca, si muy gorda por imperdonable).
Con una tasa altísima de obesidad en América, la anorexia y la bulimia parecieran el equilibrio perfecto para esta especie de histeria colectiva impulsada por el hambre desmedida de celebridad. Si bien, una condición pareciera darle la espalda a la opinión ajena, utilizando su cuerpo como depositario de frustraciones internas y encontrando en el placer oral el que no encuentran en otras áreas, la otra se obsesiona con la percepción ajena al punto de desaparecer.
Anna Nicole Smith (Texas, 1967-Florida, 2007) nunca pareció una mujer que padeciera dietas extremas. Su fama la basó en esa voluptuosidad natural (más la adquirida en el quirófano), por la que se ganó su primera portada para la revista Playboy, así como una legión de admiradores y una exitosa carrera como modelo publicitaria para marcas importantes.
Esta rubia tejana, cuya mayor aspiración en vida fue parecerse a Marilyn Monroe, ganó notoriedad gracias a la cobertura en la prensa seria y los tabloides del juicio donde la familia de J. Howard Marshall impugnaba su derecho a la herencia del anciano millonario con quien ella contrajo matrimonio en 1994. A partir de entonces su presencia se hizo habitual en las pantallas y sus evidentes cambios drásticos de peso fueron motivo de especulaciones y demandas.
Después de probar suerte en el cine y la televisión, convertirse en el chiste de la temporada en un reality show que retrataba su mundo de extravagancias, la mayor resultó ser su sobrepeso, del que luego se libró de la noche a la mañana, comenzando a especularse sobre su consumo de drogas y terminado todo en un cocktail dramático que incluiría la muerte de su primer hijo, la suya propia unos meses después y el circo especulativo que ahora rodea a su cadáver.
Si algo es evidente dentro de todo este embrollo es que quienes estuvieron cerca de esta mujer nunca vieron por sus necesidades emocionales ni de salud. No ha de ser nada fácil -por más dinero que se tenga- pasar por un parto, la muerte de un hijo y el acoso de los medios (siendo constantemente juzgada) al mismo tiempo. Eso hunde a cualquiera.
Por donde quiera que se le vea, seguir el molde de una mujer con un destino como el de la Monroe era ya de por sí un despiste, pero entre las prerrogativas hollywoodezcas tener el peso de una muñeca inflable es casi un sueño por el que muchas están dispuestas a morir y otros tantos dispuestos a pagar.
Con una tasa altísima de obesidad en América, la anorexia y la bulimia parecieran el equilibrio perfecto para esta especie de histeria colectiva impulsada por el hambre desmedida de celebridad. Si bien, una condición pareciera darle la espalda a la opinión ajena, utilizando su cuerpo como depositario de frustraciones internas y encontrando en el placer oral el que no encuentran en otras áreas, la otra se obsesiona con la percepción ajena al punto de desaparecer.
Anna Nicole Smith (Texas, 1967-Florida, 2007) nunca pareció una mujer que padeciera dietas extremas. Su fama la basó en esa voluptuosidad natural (más la adquirida en el quirófano), por la que se ganó su primera portada para la revista Playboy, así como una legión de admiradores y una exitosa carrera como modelo publicitaria para marcas importantes.
Esta rubia tejana, cuya mayor aspiración en vida fue parecerse a Marilyn Monroe, ganó notoriedad gracias a la cobertura en la prensa seria y los tabloides del juicio donde la familia de J. Howard Marshall impugnaba su derecho a la herencia del anciano millonario con quien ella contrajo matrimonio en 1994. A partir de entonces su presencia se hizo habitual en las pantallas y sus evidentes cambios drásticos de peso fueron motivo de especulaciones y demandas.
Después de probar suerte en el cine y la televisión, convertirse en el chiste de la temporada en un reality show que retrataba su mundo de extravagancias, la mayor resultó ser su sobrepeso, del que luego se libró de la noche a la mañana, comenzando a especularse sobre su consumo de drogas y terminado todo en un cocktail dramático que incluiría la muerte de su primer hijo, la suya propia unos meses después y el circo especulativo que ahora rodea a su cadáver.
Si algo es evidente dentro de todo este embrollo es que quienes estuvieron cerca de esta mujer nunca vieron por sus necesidades emocionales ni de salud. No ha de ser nada fácil -por más dinero que se tenga- pasar por un parto, la muerte de un hijo y el acoso de los medios (siendo constantemente juzgada) al mismo tiempo. Eso hunde a cualquiera.
Por donde quiera que se le vea, seguir el molde de una mujer con un destino como el de la Monroe era ya de por sí un despiste, pero entre las prerrogativas hollywoodezcas tener el peso de una muñeca inflable es casi un sueño por el que muchas están dispuestas a morir y otros tantos dispuestos a pagar.
miércoles, febrero 14, 2007
¿Y la poesía?
Se la llevó la polecía…No se si saben la historia de Cupido (yo medio me la sé), pero fue alguien que malcumplió órdenes de su madre, una diosa envidiosa que se quiso chingar a Psique por ser más bonita que ella y de paso se pasó a chingar a su hijo, que se enamoró de la terrícola, le hizo un chamaco y la abandonó, condenándose a sí mismo a angelito utilitario, con pene infantil y generalmente teñido de rojo, decorando regalitos cheap, para enamoraditos de postal de tres pesos. Con suerte y se le convierte en angelito de chocolate, pero luego la relación con píntame angelitos negros-pedro infante-anti-racismo kitsch tampoco es nada halagadora.
Preguntas mitológicas:
-¿Si Venus era una diosa, no podía al menos hacer fea a Psique (o matarla o meterla a un reality show) y ahorrarse el numerito de involucrar a su hijo?
-¿Si Cupido era hijo de dioses no se supone que la obediencia era algo sagrado y si se iba a enamorar de una mortal no podía nomás cogérsela y ya, como haría cualquier dios, therefore machista?
-¿Siempre se cogería Cupido a Psique de perrito, para que la otra no pudiera tocarle las alas y lo descubriera o ya desde entonces las handcuffs eran el hit?
-¿Si Cupido le advertía a Psique que nunca le viera la cara, eso quiere decir que a Psique sólo le importaba la verga? (asunto por el que no la culparíamos)
-¿Qué haría Venus cuando se enteró que su hijo había tenido un hijo con su peor competidora?
-¿Venus sería el antecedente divino de la mamá de Edipo o de plano la diosa tenía complejo de madrastra de Blanca Nieves?
-¿Qué ventajas tiene la condición divina si te comportas como cualquier hija de vecindad?
-¿Todas las terrestres son tan putas como pa’dejarse coger en el bosque por cualquier juniorcito alado? (¡aplausos!)
No cabe duda: eso de la mitotelogía -sea griega, romana o mexicana- no es lo mío. No le veo yo la poesía.
sábado, febrero 10, 2007
Paranoia herética
Dicen que Dios todo lo ve, y si hizo al hombre a su imagen y semejanza seguro es un envidioso de lo peor. Yo podría coincidir con él en que la envidia es el más genuino de los sentimientos, pero lo que no se vale es combinar la envidia con el ejercicio de poder. Osea, no es lo mismo que yo sienta envidia del bato (o morra) feroz que va de la mano de un novio buenísimo, a que Dios, omnipresente y peeping tom como es, me castigue con un resfriado por coger con dos batos la misma noche.
Y no, no creo que tenga nada que ver el hecho de haberme bañado con agua fría en ambas ocasiones. En situaciones más extremas lo he hecho y nada ha sucedido… qué casualidad que ahora que aprovecho este sex appeal repentino me viene a dar este ataque de alergia primaveral en invierno combinado con un resfriado, justo después de hacer felices a dos criaturas del Señor. Digo, que sea feliz yo de paso no hace daño a nadie, ¿o sí?
Y no, tampoco quiero una medalla, quiero acceso restringido a mi conciencia, administrar la culpa a mi manera y no tener que rendir cuentas a nadie de mis actos, que si quiero un tercero en mi cama sea éste alguien cuya existencia no esté en duda, alguien que no sea el amigo imaginario de más de la mitad de la población.
Y no, no creo que tenga nada que ver el hecho de haberme bañado con agua fría en ambas ocasiones. En situaciones más extremas lo he hecho y nada ha sucedido… qué casualidad que ahora que aprovecho este sex appeal repentino me viene a dar este ataque de alergia primaveral en invierno combinado con un resfriado, justo después de hacer felices a dos criaturas del Señor. Digo, que sea feliz yo de paso no hace daño a nadie, ¿o sí?
Y no, tampoco quiero una medalla, quiero acceso restringido a mi conciencia, administrar la culpa a mi manera y no tener que rendir cuentas a nadie de mis actos, que si quiero un tercero en mi cama sea éste alguien cuya existencia no esté en duda, alguien que no sea el amigo imaginario de más de la mitad de la población.
miércoles, febrero 07, 2007
3 veces tres
Tres boletos de avión para una ida y una venida (literalmente ambas). Lo único malo de perder un vuelo es el precio de encontrarlo, pues hay uno debajo de cada piedra y aunque te haya pasado antes y en realidad se reduce a que tan pendejo eres, igual es muy glamoroso que pase una sobrecargo con altavoz gritando un nombre que tu das por desconocido pero bien que está escrito tan claro en tu acta de nacimiento como en le Nuevo Testamento.
Pero digamos que el viajecito express valió la pena. Tijuana sigue siendo generosa y sexy: siempre hay alguien que te cierra el ojo o te quiere asaltar, así que por contacto humano no puede uno quejarse. Ahora que si quejarse es lo de uno, siempre está el clima, el tráfico, la fealdad impune, las pintas, las filas, las putas, las locas, las… las etcéteras.
Pero mi plan era muy cindylauperiano y como que era contagioso porque todo era sonrisas, alcohol y flirting (with disaster most of the time, but flirting anyway): Me di cuenta que allá se sigue usando la gel y las patillas gordas, que el negro es el nuevo negro y la putería no ha perdido vigencia, que todos los taxistas son sinaloenses (therefore jaladores, parlanchines y confianzudos), que si quieres llamar la atención no basta con ser negro y medir 1.90, tienes que traer rastas y camiseta reggae, que allá sigue siendo el hit vestirse de vaquero (BB Mountain fever strikes again & again), que así como puedes escuchar a la Méndez, la Romo, la Naranjo, puedes escuchar a Fangoria o la Venegas, que si bailas quebradita es hacer del pleonasmo un arte, que mientras más joven estés más compromiso tienes con el mal gusto… y así hasta con la edad convertirte en un clásico, una estatua de piedra ambulante volteando eternamente hacia atrás.
Pero digamos que el viajecito express valió la pena. Tijuana sigue siendo generosa y sexy: siempre hay alguien que te cierra el ojo o te quiere asaltar, así que por contacto humano no puede uno quejarse. Ahora que si quejarse es lo de uno, siempre está el clima, el tráfico, la fealdad impune, las pintas, las filas, las putas, las locas, las… las etcéteras.
Pero mi plan era muy cindylauperiano y como que era contagioso porque todo era sonrisas, alcohol y flirting (with disaster most of the time, but flirting anyway): Me di cuenta que allá se sigue usando la gel y las patillas gordas, que el negro es el nuevo negro y la putería no ha perdido vigencia, que todos los taxistas son sinaloenses (therefore jaladores, parlanchines y confianzudos), que si quieres llamar la atención no basta con ser negro y medir 1.90, tienes que traer rastas y camiseta reggae, que allá sigue siendo el hit vestirse de vaquero (BB Mountain fever strikes again & again), que así como puedes escuchar a la Méndez, la Romo, la Naranjo, puedes escuchar a Fangoria o la Venegas, que si bailas quebradita es hacer del pleonasmo un arte, que mientras más joven estés más compromiso tienes con el mal gusto… y así hasta con la edad convertirte en un clásico, una estatua de piedra ambulante volteando eternamente hacia atrás.
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