viernes, agosto 15, 2008

Nacido Indecente

En El País Semanal del pasado domingo, 100 autores son invitados a enumerar los 10 libros que cambiaron su vida, en orden de importancia. Así como E! cataloga los mejores cuerpos o las cirugías más exitosas, los escritores le entran al juego macabro de la discriminación en la que no precisamente honran su historia o siquiera su memoria, sino su estatus como personalidades que actúan siempre en consecuencia y generalmente de acuerdo a los cánones.

De esos 100 primerísimos autores que encabeza Cervantes con "Don Quijote de la Mancha" y cierra la rota Beauvuoir con "El segundo sexo" he leído a más bien pocos (Kafka, Dostoievsky, Borges, Rulfo, Lorca, McCullers, Nietzsche, Cortázar, García Márquez, Woolf, Hesse, Carroll) y seguro no lo suficiente. A Cervantes, Bécquer y Galdós los leí en la secundaria, lo cual no cuenta demasiado porque las versiones que nos facilitaban eran una especie de resúmenes para débiles mentales lationamericanos.

Sólo recuerdo de Don Quijote su heróica locura, sus problemas de la vista y su peregrinar por la provincia española acompañado de un torpe panzón que hacía de comparsa. También me acuerdo de la fea Marianela de Galdós que enamora a un ciego y que luego interpretaría Mariana Garza en una telenovela que no era tan mala a pesar de contar con Ernesto Laguardia y Edith González en su reparto. De Bécquer sólo tengo vagos recuerdos de oscuridades, lunas y montes enlazados en rimas imposibles, pero siempre que se le menciona lo primero que me viene a la memoria es el gato negro de la tía de Claudia Islas en una película de terror setentera.

Sin embargo, ninguno de esos autores ni sus libros me cambiaron la vida porque tengo la ligera sospecha que hace falta más que buena sintaxis y ocurrencias narrativas para cambiarle la vida a alguien. Si a alguien debo mi interés por la lectura es al librero de mi casa, un armatroste de madera pulida y vidrios maldecorado pero lleno de enciclopedias y libros de texto de mis hermanos mayores. Pero sobre todo de una colección de Reader's Digest propiedad de mi padre, que estaba suscrito y que se hizo acreedor a colecciones extrañas y obras completas de autores desconocidos y otros no tanto que yo, desatendido como cualquier hijo pequeño de familia numerosa, devoraba para hacer ligero el tiempo entre comidas, mi actividad favorita desde entonces. No es que fuera un niño antisocial, pero el sol no ha sido nunca mi mejor amigo y los vecinos de mi edad ya estaban muy desarrolladitos y en sus juegos sentía demasiada desventaja, así que mi afición por el dibujo primero y la lectura después tienen ese origen. No todos podemos ser hijos de ministros ni tener la biblioteca de Alejandría a la mano. Así escribe Dios -que no existe pero como chinga- en renglones torcidos (otro título que me remonta a Lucía Méndez y su infame-fabulosa actuación en una película ochentosa).

Si un libro pudo cambiar o al menos moldear mis gustos fue "Nacida Inocente", de Creighton Brown Burnham. Un libro de esos que vieron la luz justo en la resaca post-hippie y que mezclaban sexploitation con moraleja de ultra. Obvia decir que me encantó y que sin haber visto la película para mi no había otra Chris Parker que Linda Blair, quien para entonces ya había estado en "El Exorcista" (cinta que vi tardíamente y que da para un post aparte), en la que se masturba con un crucifijo. Lo curioso es que en la novela, la inocente del título pierde lo ídem a manos de una pandilla lésbica que la viola con el mango de una escoba (o trapeador, ya no me acuerdo). A eso le llamo yo hacer una carrera congruente a una edad precoz... para luego diluirse en la ignominia.

Que me haya marcado ese libro y no mi incipiente y fallida relación con la Biblia no dice tanto de los valores literarios de uno por encima del otro sino que desde peque, a la deriva de todo, uno puede descubrir que Roma no es lo importante sino la manera de llegar a ella tomando el más torcido de los caminos, el más divertido y el de peor reputación.

5 comentarios:

sylvíssima dijo...

Y de pronto me imaginé a Dulcinea echándole el ojo al trapeador (o a la escoba) que tiene frente a ella.

Aunque también pude haberme imaginado a Sancho haciendo mirando igualito al mismo trapeador (o a la misma escoba)

La Fran dijo...

Feliz cumple...Manuel, que te la pases muy apapachadoo.

Manuel dijo...

Gracias, morra. Saludos por allá!!

Imagino dijo...

Hola

yo también leía selecciones, y lo que se podía jeje mi primer libro leído fue el diario de Ana Frank, pero el que no me cambió la vida pero me dio ñañaras fue "El hombre que fue jueves" de Chesterton

Saludos

a propósito ¿de dónde eres?

Manuel dijo...

Soy sonorense, adriana.