Llegando al Ángel de la Independencia me topo cono una alfombra verde tapizada de banderas blancas. Visualmente es muy bonito, lo comentamos mi hermana y yo camino al restaurante, preguntándonos a qué se deberá el numerito. Ella apuesta por las muertas de Juárez pero yo no vi una sola rasta o morral que evidenciara la filiación política del acto, así que me permito dudarlo.
De regreso, aún saboreando el cangrejo asado acompañado de verduras a la plancha, arroz y cerveza Montejo alcanzo a ver las mantas blancas con letras azules que flanquean el crucero más importante y transitado de la Ciudad de México. Está igual de transitado que cualquier otro domingo, lo cual me extraña. Si de celebrar la vida se trata, debería estar atestado, pero las letras azules intentan ejercer presión social ante la inminente discusión en el senado de la legalidad del aborto.
Las cruces blancas cobran sentido: no es tan importante la muerte impune de cientos de mujeres en una ciudad fronteriza como la de miles de futuros no natos para estos peregrinos del amor a lo desconocido -que lo conocido es feo.
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