domingo, octubre 12, 2008

Ojos que dá pánico cerrar

A veces la realidad tiene puntadas de ficción o simplemente se sincroniza con el -mal- ritmo de algunas narraciones. Justo pasando por el Parque Hundido llego al capítulo donde el personaje principal de la novela de Luis González de Alba se encuentra con el amor de su vida: mientras uno pasea al perro, el otro se come un hot-dog: una escena muy atípica para un grecofílico, pero tomemos en cuenta que en su novela "Otros días, otros años", el narrador conoce a su enamorado en las barracas de Lecumberri, la célebre cárcel que simbolizaba lo podrido del sistema de justicia mexicano en la época en que los idealismos tenían sólo mala reputación para estados represores como el nuestro, que gozaba de su época dorada de priísmo recalcintrante.

Por cierto, después del tropezón del 68, ¿qué tanto ha cambiado en este país? Muchos dicen que fue una lección aprendida para el estado y la ciudadanía, que empezó a darle la importancia debida a levantar la voz y exigir respeto por sus derechos, pero 30ytantos años después la ciudadanía permite ganar a la derecha mexicana, tan enamorada ella con los cadáveres en los clósets y del chal ocultando el adulterio solapado por las buenas intenciones y el fervor religioso haciendo de las suyas creando bombas de tiempo alimentadas de represión, la propia, pero sobre todo la del prójimo, que es casi más importante que el altísimo. ¿Y la izquierda?... bien gracias, organizando algún toquín o en algún plantón convocado por El Peje.

El caso es que casi llegando al final de este libro, que vendría siendo el lado B de sus crónicas ("Los días y los años") que detallaron la época de González de Alba como uno de los principales líderes del movimiento estudiantil del 68, no puedo más que compartir la desazón y el hastío del autor con todo en lo que se ha convertido este país. Sólo que siento que con todo lo que ha vivido -a juzgar por el relato, que no conozco mucho de su vida- debería estar más agusto consigo mismo y sus viajes, relaciones, logros académicos y aventuras. Al menos su paso por Lecumberri daría para una película menos mugrosa y sórdida que la de Cazals (basado en un relato increíble de José Revueltas), porque comparado con eso, lo que cuenta parece un campamento de verano.

Comentando con un amigo la novela y después de confesarle mi desconocimiento de la obra completa del autor (sus aportes a la divulgación científica y su exitosa faceta como empresario) le digo que me da la impresión que esta sería una novela muy genetiana.... si -y sólo si- Jean Genet hubiera sido un mexicano clasemediero con problemas de sintaxis. Lo de su proclividad a la cursilería me lo guardé, porque intuí que él es medio fan, pero no pude evitar comentarle mi desconfianza ante las primeras páginas cuando el autor menciona la pureza o limpieza en la mirada de su amado. Sorry, pero eso aquí y en china, se llama miopía.

3 comentarios:

El diablo probablemente dijo...

No sé por qué pero me acordé de alguién...

¡Saludos!

El diablo probablemente dijo...

"alguien"

Manuel dijo...

Ya. De ese mismo "alguien" estamos hablando.