sábado, agosto 30, 2008

Últimamente...

no he andado ni muy leyedor ni muy escribidor ni muy cogelón ni muy nada. Últimamente he andado igual de reflexivo pero tratando de desempolvar cosas y enterrar otras (sin albur) que no tengo claro si me sirven pero ocupan mucho espacio. A veces me siento como Wall-E, el Sísifo de Pixar que lleva y trae y acomoda todo que siempre es lo mismo, pero -como él- atesoro cosas que nadie se imagina y que yo mismo me sorpendo al reparar de pronto en ellas, como si tuviera amnesia de corto alcance y me maravillara por objetos, recuerdos y sensaciones que pareciera nunca haber tenido, vivido o sentido. Qué ñoño, ¿no?

martes, agosto 26, 2008

Cruces blancas

Llegando al Ángel de la Independencia me topo cono una alfombra verde tapizada de banderas blancas. Visualmente es muy bonito, lo comentamos mi hermana y yo camino al restaurante, preguntándonos a qué se deberá el numerito. Ella apuesta por las muertas de Juárez pero yo no vi una sola rasta o morral que evidenciara la filiación política del acto, así que me permito dudarlo.
De regreso, aún saboreando el cangrejo asado acompañado de verduras a la plancha, arroz y cerveza Montejo alcanzo a ver las mantas blancas con letras azules que flanquean el crucero más importante y transitado de la Ciudad de México. Está igual de transitado que cualquier otro domingo, lo cual me extraña. Si de celebrar la vida se trata, debería estar atestado, pero las letras azules intentan ejercer presión social ante la inminente discusión en el senado de la legalidad del aborto.
Las cruces blancas cobran sentido: no es tan importante la muerte impune de cientos de mujeres en una ciudad fronteriza como la de miles de futuros no natos para estos peregrinos del amor a lo desconocido -que lo conocido es feo.

jueves, agosto 21, 2008

La edad

En la ciudad de los peinados inenarrables, el abuso de gel, las marcas en la piel que exige como sacrificio la metrópoli, los zapatos horrendos, los colectivos atestados, la belleza asomándose a pedazos y escapándose al primer parpadeo, las calles congestionadas, las miradas lascivas confundiéndose con las de desconfianza, los tropezones, las nubes y la lluvia interminable, el ruido -siempre el ruido, las manifestaciones, las putas de todo género a la vuelta de la esquina y uno caminando y viendo la propia estela (no a la Núñez) integrándose al gran fantasma del ahorita aquí al rato quién sabe y recibiendo felicitaciones por algo tan intrascendente como cumplir años comiendo pastel de chocolate y viendo por televisión cómo el marido golpeador de esa esposa sumisa zen llamada Tibet se lleva las palmas por el gran desempeño de sus deportistas, imaginando que a cada error que comete una gimnasta algún familiar (que no ha de tener muchos) irá perdiendo alguna extremidad, como si hubiera otra opción para el deporte de élite que emular prácticas fascistas tan desgarradoras como eficaces... y uno pensando que nuestros deportistas no ganan tantas medallas pero al menos son felices, como si la felicidad se llamara inconciencia o indolencia o huevonería. Al día siguiente un mexicano gana medalla de oro y lo primero que me viene a la mente es el trabajo que me espera para representar ese triunfo que es de uno pero que a la hora de la hora se adjudican todos, fagocitándolo como al bebé de Macon. No, la edad no te hace más sabio sino más repetitivo.

viernes, agosto 15, 2008

Nacido Indecente

En El País Semanal del pasado domingo, 100 autores son invitados a enumerar los 10 libros que cambiaron su vida, en orden de importancia. Así como E! cataloga los mejores cuerpos o las cirugías más exitosas, los escritores le entran al juego macabro de la discriminación en la que no precisamente honran su historia o siquiera su memoria, sino su estatus como personalidades que actúan siempre en consecuencia y generalmente de acuerdo a los cánones.

De esos 100 primerísimos autores que encabeza Cervantes con "Don Quijote de la Mancha" y cierra la rota Beauvuoir con "El segundo sexo" he leído a más bien pocos (Kafka, Dostoievsky, Borges, Rulfo, Lorca, McCullers, Nietzsche, Cortázar, García Márquez, Woolf, Hesse, Carroll) y seguro no lo suficiente. A Cervantes, Bécquer y Galdós los leí en la secundaria, lo cual no cuenta demasiado porque las versiones que nos facilitaban eran una especie de resúmenes para débiles mentales lationamericanos.

Sólo recuerdo de Don Quijote su heróica locura, sus problemas de la vista y su peregrinar por la provincia española acompañado de un torpe panzón que hacía de comparsa. También me acuerdo de la fea Marianela de Galdós que enamora a un ciego y que luego interpretaría Mariana Garza en una telenovela que no era tan mala a pesar de contar con Ernesto Laguardia y Edith González en su reparto. De Bécquer sólo tengo vagos recuerdos de oscuridades, lunas y montes enlazados en rimas imposibles, pero siempre que se le menciona lo primero que me viene a la memoria es el gato negro de la tía de Claudia Islas en una película de terror setentera.

Sin embargo, ninguno de esos autores ni sus libros me cambiaron la vida porque tengo la ligera sospecha que hace falta más que buena sintaxis y ocurrencias narrativas para cambiarle la vida a alguien. Si a alguien debo mi interés por la lectura es al librero de mi casa, un armatroste de madera pulida y vidrios maldecorado pero lleno de enciclopedias y libros de texto de mis hermanos mayores. Pero sobre todo de una colección de Reader's Digest propiedad de mi padre, que estaba suscrito y que se hizo acreedor a colecciones extrañas y obras completas de autores desconocidos y otros no tanto que yo, desatendido como cualquier hijo pequeño de familia numerosa, devoraba para hacer ligero el tiempo entre comidas, mi actividad favorita desde entonces. No es que fuera un niño antisocial, pero el sol no ha sido nunca mi mejor amigo y los vecinos de mi edad ya estaban muy desarrolladitos y en sus juegos sentía demasiada desventaja, así que mi afición por el dibujo primero y la lectura después tienen ese origen. No todos podemos ser hijos de ministros ni tener la biblioteca de Alejandría a la mano. Así escribe Dios -que no existe pero como chinga- en renglones torcidos (otro título que me remonta a Lucía Méndez y su infame-fabulosa actuación en una película ochentosa).

Si un libro pudo cambiar o al menos moldear mis gustos fue "Nacida Inocente", de Creighton Brown Burnham. Un libro de esos que vieron la luz justo en la resaca post-hippie y que mezclaban sexploitation con moraleja de ultra. Obvia decir que me encantó y que sin haber visto la película para mi no había otra Chris Parker que Linda Blair, quien para entonces ya había estado en "El Exorcista" (cinta que vi tardíamente y que da para un post aparte), en la que se masturba con un crucifijo. Lo curioso es que en la novela, la inocente del título pierde lo ídem a manos de una pandilla lésbica que la viola con el mango de una escoba (o trapeador, ya no me acuerdo). A eso le llamo yo hacer una carrera congruente a una edad precoz... para luego diluirse en la ignominia.

Que me haya marcado ese libro y no mi incipiente y fallida relación con la Biblia no dice tanto de los valores literarios de uno por encima del otro sino que desde peque, a la deriva de todo, uno puede descubrir que Roma no es lo importante sino la manera de llegar a ella tomando el más torcido de los caminos, el más divertido y el de peor reputación.

miércoles, agosto 13, 2008

no estoy para mayúsculas

...he dormido menos que de costumbre
el reloj de mi celular se para cada que se le da la gana
he llegado tarde a trabajar
de mi nariz sale un líquido verde y viscoso
me molesta dar las gracias cada vez que estornudo
cada año que pasa estornudo más como mi papá
cada año que pasa ronco más como mi papá
el otro día lo soñé al lado de mi madre
ambos me tomaban de la mano a mi mitad de treintena
me siento de la verga y con mi nariz roja
me han abordado en la calle para pedirme favores sexuales
yo no soy blanche dubois que maquilla su putez con fragilidad
pero lo único que quiero cerca de mi boca es un kleenex
y una taza de té verde
soy miel para los mosquitos creyéndose abejas
soy un obseso -no confundir con obeso- de los asesinos seriales
amo a dexter y a nancy botwin siendo nalgueada por demián bichir
no me ofende el méxico que retratan las series gringas
me ofende que sea imposible de filmarse tanta basura
si acaso me molesta que hank rohn inspire un personaje tan simpático
estoy cansado de decir no pero no me llegan las ganas de decir sí
me piden la oportunidad de tratarme
cuando si tratándose de descubrir mis bemoles hiciera falta más de unas horas
¿porqué no seguir haciendo lo que nos sale bien y dejamos los hubiera pa la gente optimista?

miércoles, agosto 06, 2008

acquaintances


I'll talk but you won't listen to me
I know your answer already...
Están frente a mi. Yo mastico nueces y ellos se comen con los ojos. Hablan con la cara escandalosamente cerca y se tocan de vez en cuando la mejilla como si nadie alrededor existiera.
En otras circustancias me habría puesto los audífonos o sacado un libro, pero esta vez me propuse observar las reacciones de los usuarios. No me cuesta trabajo ver la primera: a un padre de familia que viaja con su hijo adolescente le cuesta trabajo apartar la mirada y en su rostro se combina la sorpresa con algo que bien podría ser odio, asco y fascinación. Tengo la impresión que -como a la mayoría- lo primero que se le viene a la cabeza es la imagen desnuda de esos personajes haciendo toda clase de actividades tabúes, luego se ve un segundo en esa situación, agita la cabeza y ve aparecer el rostro de su hijo y el horror se apodera de él como en película de David Lynch que nunca ha visto ni verá.

La mayoría sigue su trayecto como si nada y los tórtolos de vez en cuando se asoman al exterior de su burbuja, supongo que por reflejo defensivo. En lo que avanza el bus se pueden ver varias reacciones, pero las más vistosas y evidentes vienen de los varones. Hay incluso quienes ríen como cuando ven una escena sexual junto a sus padres en el televisor familiar.

Una vez que me aburro de ese ejercicio, presto oreja a la conversación de la pareja, que acaban de moverse a vivir juntos. Uno comenta que ama -ese verbo utilizado tan arbitrariamente como el gel para el cabello- combinar los gustos de ambos para decorar el departamento y deja claro que sus colores favoritos son el beige combinado con el color madera oscuro (nada risky). Al otro no alcanzo a escucharlo pero veo que muestra unas fotos en su celular.

Intento imaginarme cómo será su departamento y en qué momento el beige se convertirá en la parda metáfora del primero de una serie de desacuerdos... Me asalta un bostezo, enciendo el iPod y esta vez aparece esa canción de Sinead O'Connor que confirma mi tendencia a buscarle manchas al sol por más que me queme las pestañas (yo y mi mala costumbre de no equivocarme).

lunes, agosto 04, 2008

?

¿Qué es más apestoso al tercer día; un cadáver, una visita prolongada o la intolerancia de uno? El asunto con ese olor es que no se quita por más que le talles o le perfumes y cada vez es más difícil disimular la incomodidad generalizada.
No es lo mismo ser encantador unos días que insoportablemente gris por varias semanas sin la más mínima consulta de los host emergentes.
Tampoco es buena idea responder a la pregunta de "¿cuándo te vas?" con la encogida de hombros y un cándido "no sé".