Empecé a leerlo en el metro. El último tramo de las últimas páginas me atraparon desde un vagón hasta un parque bien iluminado. Rogando que no me interrumpiese la lluvia, pasando página tras página, leyendo a voz baja (no sé otra manera de leer en inglés) y tomando el tiempo que me tomaría llegar a casa. Sentía cómo iba bajando la temperatura ambiente mientras la ficción subía de tono para luego asentarse y comprobar una vez más que la razón es menos guapa que la locura, que el amor se basta solo (Vallejo dixit) y que la fe es la obsesión con mejor reputación hasta que sus prerrogativas son insuficientes y alguien siente la necesidad de reinventarla, de adivinar en el pliegue de una cortina la señal inequívoca de un diálogo amoroso, de hacer de la naturaleza su cómplice incondicional y no su campo de batalla. Como Parry, el personaje más heróico y terrible de la literatura reciente (que yo haya leído porsu), conmovedor al tiempo que temerario ángel de la venganza contra aquellos que vulgarizan el romance llevándolo de picnic al parque, imitando las postales de supermercado con epígrafes de poetas canónicos tan huecos como la canasta llevada de regreso.
Al llegar a los apéndices -que luego me entero fueron citados por varios especialistas en psiquiatría como reales y no como la ficción que son- casi me empezaba a molestar por lo que interpreté como una innecesaria explicación científica de un comportamiento romántico llevado al límite, pero me reconcilié con el autor al darme cuenta que su intención era justamente lo opuesto. Partir de un supuesto argumento científico para redimir un personaje que logra integrar su mundo interior a aquel que le es dado, reconciliándolos para su propio bien y el de la literatura...
Retomo mi camino con esa sensación de vértigo al cerrar un libro que lleva días acompañándome y que será reemplazado por otro con cubierta más brillante, aún envuelto en celofán y tapizado con post its meta-narrativos.
*Mención especial a la cubierta más bella desde The Volcano Lover, de Su Majestad, La Sontag y Sueño Profundo de La Yoshimoto.
5 comentarios:
Hola Manuel:
Yo hace poco vi la película basada en este libro, cuyo papel principal interpreta Daniel Craig. Me gustó mucho y, además, me capturó por completo la idea de que el amor como algo que tiene que ver ENDURED. Y el verbo lo dice todo. Un abrazo,
Rafa
typo: tiene que Ser "endured"...
Ahora que mencionas la película me pasó algo muy extraño con ella antes de llegar al libro. La renté 2 veces, una en Hermosillo y otra en Tijuana y en ambas ocasiones me fue imposible verla por alguna falla técnica que no entendí nunca, problemas de región o algo por el estilo. Nada raro en el pésimo servicio de Blockbuster, pero qué loco que me topé el libro por azar y lo amé. Creo que ahora sí estoy listo para ver la película.
Hay que vernos un día de estos, pásame otra vez tu cell. No lo tengo desde diciembre. Hugs
NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO es tu culpa y solo tuya, nadita me antojaba ese libro.... ahora lo exijo de vuelta :*
Te lo regreso este fin, mujer. Relájate!!!
Publicar un comentario