Se escucha en la bocina de este café una versión aún más prozac de "Moon River" (aquella canción hecha por Mancini tan a la medida de Holly Audrey Golightly Hepburn como los vestidos de Givenchy) y no podría sentirme más ajeno a ese sentimiento de melancolía que es tan dado a los ventanales de café en días nublados. Mi vista da a un freeway en movimiento constante, casi atemorizante si se quiere, pero para mí es un río con doble corriente que no va a ninguna parte que me importe. A pesar de sentirme varado en medio de esas dos corrientes y que la política en este país me hace sentir de la misma forma, mi ánimo parece tan inquebrantable como el de Holly frente a "Tiffany’s".
Si eso no me tumba es porque seguro estaré hecho de otro material, vengo de otro mundo y por eso siempre he sentido que no encajo del todo y que ni los zapatos me ahorman como deberían. Claro que luego me viene la idea de que muchos se sentirán igual de especiales, lo cual le quita a uno lo especial (filosofía Pixar), pero ni así me dan ganas de tirarme al río y lo que alguna vez sentí como instinto suicida en el metro me queda claro que fue simplemente vértigo.
Pero hay días -que no necesariamente son lluviosos o nublados- en que me invade la rabia, el descontento, la angustia y las ganas de hacer daño, de liberar ese instinto básico reprimido. Son esos mean reds que describía la Golightly al alter ego de La Capote (sí, con mayúsculas) y que no hay palmadita en la espalda o sonrisa furtiva que te ayude. Tienes que soportarlo como las mujeres soportan los cólicos pre-menstruales.
Yo, esos días procuro no ver a nadie y aplazo cualquier compromiso por importante que sea porque tomar una decisión bajo el influjo del rojo rabioso te puede llevar a la catástrofe y hay quienes de plano no están preparados para verte descender frente a sus ojos. Porque uno, tan ecuánime y zen y civilizado y sofisticado una vez que muestra el cobre no hay campaña que restituya la imagen que ha construído con un esfuerzo no por torpe menos admirable.
Esos días procura no ser un dependiente de fast food o cualquier caja de supermercado ineficiente porque mi piel de oveja es sólo el equivalente al vestido negro de Givenchy y el croissant con café hirviendo puede convertirse en mis manos en un arma de destrucción selectiva.
3 comentarios:
Escribir y que el otro se encuentre así mismo en esas lineas.
Y se asombra más encima.
"Rothko rabioso"
Yo también me siento especial, los zapatos no me "horman" ;)
Saludos,
Rafa.
Ves? Mientras más gente especial haya, más vulgares nos volvemos. ;)
¿Porqué las comillas en horman?
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