Tómat'ésta, Manú Chao,Welcome to La Verga...
Tener ínfulas de esa magnitud tiene su precio, y no estoy hablando yo de detractores o complejos de culpa mesiánicos sino de atravesarse entre karmas de densidades casi metálicas, como el de esta ciudad cada vez más afeada pero tan negada a los acicalamientos inútiles como a los elogios hipócritas. Desdentada y amnésica al tiempo que clavada en un pasado donde no es que fuera bonita sino que nadie se atrevía a decirle fea de tan popular que era en la tropa mi Adelita: no fuera a ser que cerrara las piernas abiertas que siempre ha tenido al turismo nacional y extranjero, o le negara un privadito tanto al soldado raso como al alcalde en turno o un meneo de tetas en la nariz a la trailera escupe-dólares o el guiño de ojo a la jotita trasnochada ofreciéndole algún peroxido de importación clandestina, como si a la Tía Juana le hiciera falta ser rubia pa’divertirse.
Esa cara de adicta sin remedio a la meta anfetamina ya se la había visto yo antes de irme. Y cada vez que la visitaba trataba de fijarme en su fleco acicalado y en su actitud ocultando el rengueo. Pasaba por alto las ojeras y pensaba que eso y los pómulos marcados eran culpa de una mala iluminación pues after all lo más cercano a la Dietrich que conoce esta ciudad es Angélica Chaín, que al menos tuvo la suerte que el sector empresarial la sacara de trabajar (en caso que doméstica de lujo sea algo aspiracional ). Pero cuando el cutis empezó a resquebrajársele y su dentadura a desaparecer como piano de la II Guerra me dije a mi mismo que era tiempo de decirle:
–¡Morra, túmbate el rollo! Nunca fuiste bonita, pero al menos eras más interesante que un ladrón con pistola de juguete asaltando desempleados en un taxi colectivo (no traía tanto dinero pero casi pierdo las ganas de fiesta tenkiu very much!) o que un ñoro asoleado ofreciendo papelitos y robando focos de los patios de las casas. ¿Dónde quedó el tiempo en que eras el epicentro de lo cool, donde en tu nombre se daban tantas becas (muchas de ellas inmerecidas pero eso es irrelevante aunque cierto) y el mundo te veía hacia arriba? ¿Qué paso con aquella morra de edad indefinida, sazona, de ceja bien delineada al hablar español y bien arqueada al saltar al inglés con la facilidad de una intérprete de la ONU menos mustia, esa que se meneaba por el mundo entaconada, con un aire de grandeza tan heroico de tan injustificado? Yo no sé qué te pasa, pero te veo mal, demasiado perdida, como rindiéndote al acorralamiento y enamorándote del cliché. Tú que a todos decías que sí pero nunca cuando, que veías por encima del hombro tanto al gringo como al migrante, que distinguías la denominación de un billete por su olor. Ahora tienes todos los sentidos atrofiados por tanta chingadera que te metes y te meten, como mujer de un narco de poca monta resignada a ver como sus carnes se desparraman por el sillón mientras ves las telenovelas de Telemundo comiendo Cheetos Flaming Hot y embarrándolos en el respaldo nomás pa’star a tono con la decoración del SEMEFO. ¡Chale!