Dicen que Dios todo lo ve, y si hizo al hombre a su imagen y semejanza seguro es un envidioso de lo peor. Yo podría coincidir con él en que la envidia es el más genuino de los sentimientos, pero lo que no se vale es combinar la envidia con el ejercicio de poder. Osea, no es lo mismo que yo sienta envidia del bato (o morra) feroz que va de la mano de un novio buenísimo, a que Dios, omnipresente y peeping tom como es, me castigue con un resfriado por coger con dos batos la misma noche.
Y no, no creo que tenga nada que ver el hecho de haberme bañado con agua fría en ambas ocasiones. En situaciones más extremas lo he hecho y nada ha sucedido… qué casualidad que ahora que aprovecho este sex appeal repentino me viene a dar este ataque de alergia primaveral en invierno combinado con un resfriado, justo después de hacer felices a dos criaturas del Señor. Digo, que sea feliz yo de paso no hace daño a nadie, ¿o sí?
Y no, tampoco quiero una medalla, quiero acceso restringido a mi conciencia, administrar la culpa a mi manera y no tener que rendir cuentas a nadie de mis actos, que si quiero un tercero en mi cama sea éste alguien cuya existencia no esté en duda, alguien que no sea el amigo imaginario de más de la mitad de la población.
2 comentarios:
Pulmonia, deberia haberte dado...canijo.(dijo la envidiosa)
atte.
La hija mas semejante al Sr.
La Fran.
Si la envidia fuera tisa.
;)
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