Al final, uno está condenado a toparse con los cercos de la gente, malla ciclónica alrededor del pecho. Taras, rencores rancios, fobias, miedos y todo lo que tenga potencial paralizante.
Para abrazar a alguien hay que brincar un cerco con púas, y eso después de derribar nuestros propios muros, que son los más espinosos.
¿Se puede encontrar mucho en un mundo lleno de tumbas andantes, deseos lapidados, donde todo lo que tiene uno de pretexto para tocar y dejarse tocar es el sexo? ¿Y a quién sorprende entonces que haya tanto obseso sexual?
Cada quien a lo suyo... y a lo ajeno, claro.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario