Somos tres en la mesa de un bar.
Uno sobra y parece no ser yo.
Uno pone las cervezas y no soy yo.
Dos se voltean a ver queriendo adivinar las intenciones.
Uno más calcula el golpe, preparándose para esconder la mano.
Uno va al baño y no soy yo. El que se queda me pide mi número telefónico.
Uno regresa del baño estudiando la escena a ceja levantada.
Uno va por cigarros… yo voy por cigarros.
El que va por cigarros no fuma , pero los pide rojos.
La pregunta ¿dura o blanda? ofende a quien ahora es fan de hablar de si mismo en tercera persona.
Uno y otro encienden un cigarro.
Uno de los fumadores roza la pierna al otro que fuma en lo que flirtea con el que pone las cervezas.
Uno -el que pone las cervezas- agita las llaves de su coche.
Todos entendemos.
Uno de nosotros se va solo y llega a su casa saboreando aún el aliento de quien a esas horas está siendo de alguien más.
No siempre las sumas superan a las restas.
jueves, abril 26, 2007
miércoles, abril 18, 2007
Punto de cruz
Mientras yo me afanaba en buscar un regalo de cumpleaños para mi hermana, un inmigrante surcoreano se afanaba buscando un arma con la cual pasar a la historia. Me pregunto si a él le pasaba lo mismo que a mi en el proceso, que me distraigo fácilmente de mi tarea al concentrarme demasiado (si eso es posible) en mi mismo.
Las prendas femeninas no me distraen demasiado, poco dado como soy al travestismo departamental (si me obligaran a travestirme lo último que haría sería vestirme como señora bien, la putería sería lo mío, hay que rizar el rizo), pero si llegamos al departamento de libros o discos no logro concentrarme en el gusto ajeno y termino comprando lo que me gustaría recibir a mi.
Pero yo no buscaba trascendentalismo con esa compra, contrario al asesino intempestivo que cegó la vida (los eufemismos pueden ser literatura, así que agárrense) de 32 personas en una universidad de Virginia, USA. La vida, tan irónica y políticamente incorrecta ella, le jugó una mala pasada a un judío sobreviviente del holocausto: salir con vida de un campo de exterminio fascista y no lograrlo en una Universidad del primer mundo dice mucho más de lo que la gente quisiera reconocer.
Las teorías van y vienen, todas terminan con es imposible determinar con certeza o sería muy difícil predecir un acontecimiento de esta magnitud. ¿Se pueden pronosticar terremotos y rastrear huracanes, mandar satélites espaciales y hasta misiles inteligentes que mutilan seres humanos pero no se pueden detectar comportamientos erráticos y bombas de tiempo con vísceras al interior de una comunidad? No hay peor ciego que el que no quiere ver.
Yo no sé si mi regalo haya sido exitoso, si El pájaro que da cuerda al mundo significará algo en la vida de mi hermana, pero estoy seguro que Cho Seung-Hui fue exitoso en su misión -conciente o no- de pasar a la historia como el joven que marcó treintaidos cruces para hacer un punto… El asunto está en si alguien está realmente interesado en verlo, por encima de los ayes, las lágrimas y los chales.
Las prendas femeninas no me distraen demasiado, poco dado como soy al travestismo departamental (si me obligaran a travestirme lo último que haría sería vestirme como señora bien, la putería sería lo mío, hay que rizar el rizo), pero si llegamos al departamento de libros o discos no logro concentrarme en el gusto ajeno y termino comprando lo que me gustaría recibir a mi.
Pero yo no buscaba trascendentalismo con esa compra, contrario al asesino intempestivo que cegó la vida (los eufemismos pueden ser literatura, así que agárrense) de 32 personas en una universidad de Virginia, USA. La vida, tan irónica y políticamente incorrecta ella, le jugó una mala pasada a un judío sobreviviente del holocausto: salir con vida de un campo de exterminio fascista y no lograrlo en una Universidad del primer mundo dice mucho más de lo que la gente quisiera reconocer.
Las teorías van y vienen, todas terminan con es imposible determinar con certeza o sería muy difícil predecir un acontecimiento de esta magnitud. ¿Se pueden pronosticar terremotos y rastrear huracanes, mandar satélites espaciales y hasta misiles inteligentes que mutilan seres humanos pero no se pueden detectar comportamientos erráticos y bombas de tiempo con vísceras al interior de una comunidad? No hay peor ciego que el que no quiere ver.
Yo no sé si mi regalo haya sido exitoso, si El pájaro que da cuerda al mundo significará algo en la vida de mi hermana, pero estoy seguro que Cho Seung-Hui fue exitoso en su misión -conciente o no- de pasar a la historia como el joven que marcó treintaidos cruces para hacer un punto… El asunto está en si alguien está realmente interesado en verlo, por encima de los ayes, las lágrimas y los chales.
jueves, abril 12, 2007
Chat camp what?
E1: ¿Todo bien en la casita de papel?
E2: ¡Muy suave! Antenoche llegué de Mazatlán, Mónaco.
E1: ¿Queeeé? ¡Qué estúpida!
E2: …como era semana santa, ¡estaba fabulosísimo!
E1: ¿Y cómo te fue?
E2: Un hervidero de mayates. No hallaba para donde voltear.
E1: ¿O sea que vienes con un boquetazo?
E2: ¡Enorme!
E1: ¿Fuiste solapas?
E2: ¡Por supuestísimo que era una soltera empedernida!
E1: ¡Qué suave!
E2: Lo suave de los puertos es que son como las Vegas: lo que sucede en ellos, se queda en ellos.
E1: Exacto.
E2: ¡Quien me oyera! Hasta parezco la mera verdúds.
E1: Miénteme como mienten los boleros...
E2: Muy suave porque fui a un pueblo y había muchos mayates. El Pueblo se llama “El Q…”, y resulta que todos los mayates eran mis parientes.
E1: ¿Del pueblo que tu eres originaria? … bien, así todo queda en familia.
E2: La familia de mi abuelo paterno, exactamente... ¡Más suave porque es maaaás tabú!
E1: ¡Arriba la endogamia!
E2: Sí.... que al cabo no salgo embarazada. Y si tuviera un hijo albino, de todos modos lo abandonaría.
E1: Lo donas a un circo o vendes los órganos o algo así, cute.
E2: Sí, ¿no?... porque estarían defectuosísimos.
E1: Claro, se trata de ser dañista.
E2: Venderlo a un circo sería más divertido
E1: ¿En partes o entero?
E2: Sin extremidades.... ¡ES CIRCO!
E1: Ah, claro. A veces soy muy despistada, perdon moi.
E2: ¡Albino y sin extremidades! El nuevo auge de los circos. Se vendrían abajo los reality shows.
E2: ¿Y tú qué hicistesn?
E1: Me quedé a darle continuidad a mi extendido romance con....
E2: …
E1: La televisión.
E2: ¡Ay qué suave!
E1: A eso llamo yo una Long Term Relationship.
E2: Sí. Todos nosotros gozamos del mismo romance. Es tan bonita, sobre todo los programas matutiinos de Televisa y las noticias Gore.
E1: No veo televisión nacional, sorry. No te entiendo el español. Si el programa no es en una lengua extranjera, no es nice.
E2: Ay es cierto, ¡qué naca me ví!
E2: ¡Muy suave! Antenoche llegué de Mazatlán, Mónaco.
E1: ¿Queeeé? ¡Qué estúpida!
E2: …como era semana santa, ¡estaba fabulosísimo!
E1: ¿Y cómo te fue?
E2: Un hervidero de mayates. No hallaba para donde voltear.
E1: ¿O sea que vienes con un boquetazo?
E2: ¡Enorme!
E1: ¿Fuiste solapas?
E2: ¡Por supuestísimo que era una soltera empedernida!
E1: ¡Qué suave!
E2: Lo suave de los puertos es que son como las Vegas: lo que sucede en ellos, se queda en ellos.
E1: Exacto.
E2: ¡Quien me oyera! Hasta parezco la mera verdúds.
E1: Miénteme como mienten los boleros...
E2: Muy suave porque fui a un pueblo y había muchos mayates. El Pueblo se llama “El Q…”, y resulta que todos los mayates eran mis parientes.
E1: ¿Del pueblo que tu eres originaria? … bien, así todo queda en familia.
E2: La familia de mi abuelo paterno, exactamente... ¡Más suave porque es maaaás tabú!
E1: ¡Arriba la endogamia!
E2: Sí.... que al cabo no salgo embarazada. Y si tuviera un hijo albino, de todos modos lo abandonaría.
E1: Lo donas a un circo o vendes los órganos o algo así, cute.
E2: Sí, ¿no?... porque estarían defectuosísimos.
E1: Claro, se trata de ser dañista.
E2: Venderlo a un circo sería más divertido
E1: ¿En partes o entero?
E2: Sin extremidades.... ¡ES CIRCO!
E1: Ah, claro. A veces soy muy despistada, perdon moi.
E2: ¡Albino y sin extremidades! El nuevo auge de los circos. Se vendrían abajo los reality shows.
E2: ¿Y tú qué hicistesn?
E1: Me quedé a darle continuidad a mi extendido romance con....
E2: …
E1: La televisión.
E2: ¡Ay qué suave!
E1: A eso llamo yo una Long Term Relationship.
E2: Sí. Todos nosotros gozamos del mismo romance. Es tan bonita, sobre todo los programas matutiinos de Televisa y las noticias Gore.
E1: No veo televisión nacional, sorry. No te entiendo el español. Si el programa no es en una lengua extranjera, no es nice.
E2: Ay es cierto, ¡qué naca me ví!
martes, abril 10, 2007
El Lenguaje de la Piel III (E.)
--Si no tuvieras compromiso te invitaba a mi casa. Le dije con la sonrisa sexy-traviesa No 5 (no salga sin ella).
--En realidad estoy pensando en terminar esa relación. Es muy buena persona, pero no creo que lo nuestro vaya a ninguna parte. Me contestó.
Por un momento me puse en el lugar de esa buena persona a la que no le es suficiente serlo y me quedó claro que yo preferiría que dijeran que soy insoportable (lo cual no es descabellado) o que es un infierno estar conmigo a que me tiren el rollo ese de te-quiero-mucho-luego-te-explico.
Camino al carro me pregunta si me importa que tenga pareja, a lo que respondo con la versión extendida del evidente NO:
--Si no te importa a tí, ¿por qué habría de importarme a mí?
Llegando al departamento nos tiramos a la cama arrancándonos la ropa y besándonos como si se tratara de desatascar una pila. Sin guión previo, improvisando, ayudados por una química instantánea y una calentura desatada, nos convertimos en la encarnación del abecedario erótico, dejando pocos espacios por explorar en los hipotéticos encuentros posteriores.
Era divertido vernos en el espejo: el contraste de mi palidez con su moreno intenso bien podría escenificar una versión erótica del Ying & Yang, si aparte de cursi se quiere poner uno trascendental.
Pasaron más de dos horas para decidirnos darle una oportunidad al orgasmo simultáneo: ambos nos vinimos sobre su pecho, pero una intensa expulsión de mi parte llegó hasta su cara y nos carcajeamos de cómo la realidad insiste en imitar al porno (bueno, al menos yo me reía de eso, él no se de qué). Después del regaderazo intercambiamos teléfonos y lenguas.
Al día siguiente recibo un mensaje a mi celular. Le llamo y le digo:
--¿Cómo estás? ¿Te gustaría que nos viéramos para platicar o prefieres que nos ahorremos el trámite y vayamos directamente a lo que nos interesa?
Supongo que mi pragmatismo fue demasiado para él, que me comentó su interés de conocerme más, pero que yo -el peor enemigo de mi mismo- boicoteé de tajo mostrándome como una moneda de un solo lado. El otro lo guardo para mí… admito que no quiero ser esa persona a la que no le encuentras Pero, y ese resulta su Pero más grande.
--En realidad estoy pensando en terminar esa relación. Es muy buena persona, pero no creo que lo nuestro vaya a ninguna parte. Me contestó.
Por un momento me puse en el lugar de esa buena persona a la que no le es suficiente serlo y me quedó claro que yo preferiría que dijeran que soy insoportable (lo cual no es descabellado) o que es un infierno estar conmigo a que me tiren el rollo ese de te-quiero-mucho-luego-te-explico.
Camino al carro me pregunta si me importa que tenga pareja, a lo que respondo con la versión extendida del evidente NO:
--Si no te importa a tí, ¿por qué habría de importarme a mí?
Llegando al departamento nos tiramos a la cama arrancándonos la ropa y besándonos como si se tratara de desatascar una pila. Sin guión previo, improvisando, ayudados por una química instantánea y una calentura desatada, nos convertimos en la encarnación del abecedario erótico, dejando pocos espacios por explorar en los hipotéticos encuentros posteriores.
Era divertido vernos en el espejo: el contraste de mi palidez con su moreno intenso bien podría escenificar una versión erótica del Ying & Yang, si aparte de cursi se quiere poner uno trascendental.
Pasaron más de dos horas para decidirnos darle una oportunidad al orgasmo simultáneo: ambos nos vinimos sobre su pecho, pero una intensa expulsión de mi parte llegó hasta su cara y nos carcajeamos de cómo la realidad insiste en imitar al porno (bueno, al menos yo me reía de eso, él no se de qué). Después del regaderazo intercambiamos teléfonos y lenguas.
Al día siguiente recibo un mensaje a mi celular. Le llamo y le digo:
--¿Cómo estás? ¿Te gustaría que nos viéramos para platicar o prefieres que nos ahorremos el trámite y vayamos directamente a lo que nos interesa?
Supongo que mi pragmatismo fue demasiado para él, que me comentó su interés de conocerme más, pero que yo -el peor enemigo de mi mismo- boicoteé de tajo mostrándome como una moneda de un solo lado. El otro lo guardo para mí… admito que no quiero ser esa persona a la que no le encuentras Pero, y ese resulta su Pero más grande.
lunes, abril 09, 2007
El Lenguaje de la Piel II (H.)
La plática fue tan específica como puede ser un intercambio de información en el que el común denominador son las dimensiones y las formas de tus partes íntimas. Hablaba de su verga en tercera persona y dotándola de cualidades épicas, asunto que generalmente me genera escepticismo pero que esta vez me causó gracia por su candidez y un carisma poco usual en una conversación cibernética.
Intercambiamos fotos y concertamos cita la tercera vez que platicamos, pero estuve a punto de cancelar por un ataque de paranoia repentina que me inspiró mucha desconfianza. Superado el trance, se dio el encuentro: yo iba con ropa deportiva y él con chamarra y gorra, con una actitud de agente de la resistencia francesa un tanto cómica.
Al cerrar la puerta de mi departamento me abraza y empieza a besarme como niño travieso. Nos quitamos la ropa y nos tiramos en la cama, empieza a tocarme cada músculo, como queriendo confirmar algo y yo -a la expectativa- observándolo y sonriendo a cada cumplido que me hacía. Su cuerpo, delgado y pálido se movía como con cuidado de no romper algo. Nos sentamos frente a frente en la cama, con las piernas entrelazadas aka Last Tango in Paris, sólo que con más erecciones y menos trascendentalismo en el diálogo... Le pregunto si realmente le gusta besar y me dice que sí, pero que se le ha caído el empaste de una muela y no puede hacer mucho con la boca (minutos después el inconveniente dental desaparece para dar paso a la sesión oral que no es platicada).
Terminé con la sensación de haber cumplido un trámite, pero en lugar de frustración me sentí dulcemente embaucado: como si el supuesto sexo sin ataduras, el lenguaje directo y el trato agreste de la plática previa hubieran sido sólo la estrategia de una criatura buscando desesperadamente un abrazo.
Intercambiamos fotos y concertamos cita la tercera vez que platicamos, pero estuve a punto de cancelar por un ataque de paranoia repentina que me inspiró mucha desconfianza. Superado el trance, se dio el encuentro: yo iba con ropa deportiva y él con chamarra y gorra, con una actitud de agente de la resistencia francesa un tanto cómica.
Al cerrar la puerta de mi departamento me abraza y empieza a besarme como niño travieso. Nos quitamos la ropa y nos tiramos en la cama, empieza a tocarme cada músculo, como queriendo confirmar algo y yo -a la expectativa- observándolo y sonriendo a cada cumplido que me hacía. Su cuerpo, delgado y pálido se movía como con cuidado de no romper algo. Nos sentamos frente a frente en la cama, con las piernas entrelazadas aka Last Tango in Paris, sólo que con más erecciones y menos trascendentalismo en el diálogo... Le pregunto si realmente le gusta besar y me dice que sí, pero que se le ha caído el empaste de una muela y no puede hacer mucho con la boca (minutos después el inconveniente dental desaparece para dar paso a la sesión oral que no es platicada).
Terminé con la sensación de haber cumplido un trámite, pero en lugar de frustración me sentí dulcemente embaucado: como si el supuesto sexo sin ataduras, el lenguaje directo y el trato agreste de la plática previa hubieran sido sólo la estrategia de una criatura buscando desesperadamente un abrazo.
lunes, abril 02, 2007
El Leguaje de la Piel I (A.)
La primera vez que cogimos fue después de una peda y es curioso como le tocó más trabajo a él relajarse (de hecho me costó convencerlo de irse conmigo), pero después de ese trance, la pasión cedió y ese encuentro sexual pasó a encabezar el Top-ten de los últimos años.
Recuerdo que después del orgasmo la plática se convirtió en un retorno al pasado: las primeras experiencias, la historia de la circuncisión de emergencia y la confirmación de que la excepción en el repertorio erótico de la adolescencia no es el homoerotismo sino todo lo contrario (tengo la impresión que de ese primer intercambio verbal no recuerda mucho o su amnesia es voluntaria).
Nuestros posteriores encuentros han sido casi mudos (el preámbulo siempre es una llamada telefónica o un mensaje de texto cándidamente soez). Al abrir la puerta, el trámite de un vaso-con-agua o bote-de-cerveza y apretón-de-manos da paso inmediato a una intensa sesión de sexo puro, rudo, de esos que te dejan marcas en la piel y la memoria, de esos que remiten a la imagen de dos caballos desbocados de un frase que escuché o leí por ahí.
La dinámica posterior es dilatar el encuentro (el placer que se aplaza es más placer) hasta que alguno de los dos -generalmente yo- insiste y llegamos a un acuerdo.
Nuestra química sexual no podría ser mejor y no me hubiera atrevido a cambiar la dinámica de no ser por la propuesta de él de reunirnos en un bar a platicar un poco, saber nuestros apellidos y un poco más de nuestra vida (lo suficiente para dejar de ser unos extraños). Ese día nos emborrachamos, pero algo falló en la cama, como si la intimidad hubiera sido amenazada por la vulgaridad de la convivencia y el sexo no fue tan bueno como cuando éramos dos cuerpos dialogando sólo con la piel.
No, no fue decepcionante, pero tuve la sensación que el sexo no volvería a ser el mismo por más que siguiera existiendo la atracción. Cuando se cruza esa línea no hay manera de volver atrás… tampoco es que lo desee... me gusta la progresión por más que tenga la necia costumbre de liquidar con todo, de ser un vuelo en picada (sin albur)...
Recuerdo que después del orgasmo la plática se convirtió en un retorno al pasado: las primeras experiencias, la historia de la circuncisión de emergencia y la confirmación de que la excepción en el repertorio erótico de la adolescencia no es el homoerotismo sino todo lo contrario (tengo la impresión que de ese primer intercambio verbal no recuerda mucho o su amnesia es voluntaria).
Nuestros posteriores encuentros han sido casi mudos (el preámbulo siempre es una llamada telefónica o un mensaje de texto cándidamente soez). Al abrir la puerta, el trámite de un vaso-con-agua o bote-de-cerveza y apretón-de-manos da paso inmediato a una intensa sesión de sexo puro, rudo, de esos que te dejan marcas en la piel y la memoria, de esos que remiten a la imagen de dos caballos desbocados de un frase que escuché o leí por ahí.
La dinámica posterior es dilatar el encuentro (el placer que se aplaza es más placer) hasta que alguno de los dos -generalmente yo- insiste y llegamos a un acuerdo.
Nuestra química sexual no podría ser mejor y no me hubiera atrevido a cambiar la dinámica de no ser por la propuesta de él de reunirnos en un bar a platicar un poco, saber nuestros apellidos y un poco más de nuestra vida (lo suficiente para dejar de ser unos extraños). Ese día nos emborrachamos, pero algo falló en la cama, como si la intimidad hubiera sido amenazada por la vulgaridad de la convivencia y el sexo no fue tan bueno como cuando éramos dos cuerpos dialogando sólo con la piel.
No, no fue decepcionante, pero tuve la sensación que el sexo no volvería a ser el mismo por más que siguiera existiendo la atracción. Cuando se cruza esa línea no hay manera de volver atrás… tampoco es que lo desee... me gusta la progresión por más que tenga la necia costumbre de liquidar con todo, de ser un vuelo en picada (sin albur)...
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