Intercambiamos fotos y concertamos cita la tercera vez que platicamos, pero estuve a punto de cancelar por un ataque de paranoia repentina que me inspiró mucha desconfianza. Superado el trance, se dio el encuentro: yo iba con ropa deportiva y él con chamarra y gorra, con una actitud de agente de la resistencia francesa un tanto cómica.
Al cerrar la puerta de mi departamento me abraza y empieza a besarme como niño travieso. Nos quitamos la ropa y nos tiramos en la cama, empieza a tocarme cada músculo, como queriendo confirmar algo y yo -a la expectativa- observándolo y sonriendo a cada cumplido que me hacía. Su cuerpo, delgado y pálido se movía como con cuidado de no romper algo. Nos sentamos frente a frente en la cama, con las piernas entrelazadas aka Last Tango in Paris, sólo que con más erecciones y menos trascendentalismo en el diálogo... Le pregunto si realmente le gusta besar y me dice que sí, pero que se le ha caído el empaste de una muela y no puede hacer mucho con la boca (minutos después el inconveniente dental desaparece para dar paso a la sesión oral que no es platicada).
Terminé con la sensación de haber cumplido un trámite, pero en lugar de frustración me sentí dulcemente embaucado: como si el supuesto sexo sin ataduras, el lenguaje directo y el trato agreste de la plática previa hubieran sido sólo la estrategia de una criatura buscando desesperadamente un abrazo.
2 comentarios:
Cómo hacía que no te leía. Y no sólo revivo el placer, sino que éste aumenta (Sí: "placer que se aplaza es más placer"). Intenso, desacomodado, entrañable, agudo, acucioso, irónico, pícaro, antisolemne pero nunca nunca anodino. Un abrazo que te extrañaba, que te extraña.
Hey!!! Un abrazote, mujer.
Me debes un libro (ya sabes cual).
Wellcome Back!.
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