lunes, junio 11, 2007

Ausencia

Hay miles de canciones escritas sobre el amor, millar de poemas y otro tanto de relatos cuyo título hace obsesiva referencia a ese sentimiento del que mucho se habla, se predica y se idealiza sin tener la más mínima idea de lo que es. Y como criaturas que somos de preguntas que no necesariamente tienen respuestas, hemos llegado a un punto en que toda la parafernalia amorosa ha dejado de tener sentido para quienes no compran esa ecuación como un mazo envuelto en papel celofán amarrado con moños de color pastel. Y no me refiero al día de San Valentín solamente, sino a toda esa industria que vive de las pequeñas mentiras convertidas en grandes zeppelines suspendidos sobre nuestras cabezas, siguiéndonos a todas partes con la exótica misión de convencernos que la vida tiene sentido sólo por esas cuatro letras infladas y flotando arriba de nosotros, desafiando la ley de la gravedad.

¿Qué mejor pretexto para cometer los más bizarros atentados emocionales que el alimento de la cacofonía poética y musical? ¿Hay pecado más grande que dudar de la existencia del amor en momentos donde pareciera la única cosa sin valor mercantil? Estas preguntas al amor le importan poco, porque a pesar de lo que uno quisiera creer o idealizar o dudar o negar, el amor existe por encima de lo que uno piense o crea. Y uno no lo ve en las manifestaciones divinas de la naturaleza, ni en la belleza de un atardecer ni en la inusitada aparición de un arcoiris ni en los ojos de quien creemos amar… No, eso es abono para el cliché, el montaje perfecto para el fotógrafo amateur... el amor se manifiesta, reafirma y se crece siempre a partir de su ausencia. Igualito que Dios.

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