martes, junio 10, 2008

La abuela Carmela

A mi padre le decían El Cuate porque nació con compañía, aunque hasta la fecha no sé cómo fue que murió su gemelo dicigoto, pero asumo que fue una carga menos para una madre soltera en un pueblo sinaloense que después emigró a Sonora.

La abuela Carmela tenía cabello blanco y voz fuerte. La suavizaba cuando la visitábamos, pero incluso a sus nietos nos quedaba claro que la presencia de mi padre opacaba cualquier gracia o atributo que pudieramos tener para ganar su atención. El respeto entre ella y mi madre parecía el resultado de varias batallas, una tregua entre gitanas.

Mi papá heredó de ella -a parte de la piel blanca y los ojos verdes- la voz de capataz. Ambos compartían su fascinación por mi hermano mayor, que era el más parecido a su estirpe (esa tendencia tan mestiza de ver nobleza en el acccidente genético). Los demás eramos considerados de acuerdo a aquello que nos acercaba a esa sección del árbol genealógico. Yo, por más cercano que estuviera genéticamente siempre me sentí pariente lejano.

La llegada de mi abuela al velorio de mi padre todo lo cimbró. Aquella madrota impasible y fría que recordabamos se apareció gritando el nombre de su primogénito, convertida de pronto en una Sara García dirigida por Ismael Rodríguez. Ese día me pareció aún más extraña, disminuída y distorsionada por el dolor y reclamando el protagonismo que siempre tuvo en la vida de El Cuate. Nosotros no hicimos más que abrile cancha a sus lamentos y volter a vernos como discretos signos de interrogación.

Murió meses después y su fallecimiento fue la confirmación de la ausencia de mi padre, como si la última testigo de ese momento viniera a recordarme lo grande de mi pérdida... y sólo para decirme que no se comparaba con la suya.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Bonito relato, que simboliza los eventos desgarrradores de la vida en ciertos momentos...

RBD dijo...

Hey, yo también tenía una nana Carmela. Hay diferencias y semejanzas en la historia (i.e. yo sí era su consentido), que me provocaron mucha empatía (aunque no podría distinguir si por ti, por tu padre, por tu abuela, o simplemente por el conjunto). Un abrazo,

Rafa

Juan dijo...

Me ciega el narrador que te narra.
Abrazo.
J.

Carmen Sa dijo...

yo también tenía una abuela llamada carmela...

ay esas historias de familia... nuestros mitos

Anónimo dijo...

Hermoso... Por fortuna, tenemos cicatrices y no la piel lisa de un molusco...

Te quiero!