Mi memoria, como supongo es la de cualquiera, es muy selectiva. Recuerdo el cumpleaños de cada uno de los miembros de mi numerosa y variopinta familia. Rara vez les llamo, para mi es suficiente con acordarme y como no es conveniente para mi economía mandar regalos a cada uno, me evito la pena de dar muchas explicaciones. La última vez que mi hermano más cercano cumplió años, lo llamé y no supe qué hacer con el resto de la conversación. En mi familia no somos de darnos arrumacos o recordarnos lo mucho que nos queremos. En nuestro planeta, con hacer acto de presencia de cualquiera de las maneras posibles es suficiente, luego la dinámica es desempolvar las anécdotas o chismear del familiar más trashy o la última prima embarazada.
Mi familia es muy fértil, de ahí tal vez mi fobia a la reproducción. Cumplí mi misión de lavar pañales y hacer mamilas a muy temprana edad y de ahí me quedó claro que los bebés tienden a ceder rápidamente su belleza a favor de un proyecto temerario de ser humano. Creánme, si se trata de tu familia, entender esa ecuación resulta aún más desalentador. Lo que resta es salir al mundo y darse cuenta que afuera no es diferente ni mucho mejor.
Las excepciones confirman la regla, por eso la regla no escrita de tolerar a tu familia por la información genética que compartes con ella es una trampa que funciona, porque buscar razones de peso para hacerlo resultaría en un caos.
Hoy es cumpleaños de mi padre, la mitad de mi información genética y buena parte de mi educación sentimental, junto con las telenovelas y los libros sensacionalistas de finales de los 70. Un géminis típico (lo que sea que eso signifique), como era típico en muchas cosas relacionadas con ser padre de familia. Fue una buena persona -lo cual no es tan típico como pudiera pensarse- y padeció la poca euforia que ha generado siempre el Día del Padre, sólo que para él resultaba muchas veces doblemente pálido, pues cuando coincidía con su fecha de nacimiento, recibía de regalo los artículos típicos-tópicos del día.
Él se sentía mucho más cómodo dando que recibiendo. Lo notabas al entregarle el paquete con calcetines o alguna otra prenda envuelta en papel brillante y moño color azul. Después del abrazo se metía a su cuarto a seguir viendo le televisión en ropa interior como todos los domingos y no me acuerdo haber escuchado algún mariachi en la calle como el Día de las Madres. Lo cual para mi era un alivio, pero ignoro si era algo que él tenía en falta.
Alguna vez comentó en broma que sus hijos queríamos más a nuestra madre que a él. También dijo que no viviría después de los cuarenta y murió pasados los sesenta. No es que no tuviera palabra sino que, contradictorio como cualquier persona de su signo (y del que sea), era muy propenso a llevarse la contraria. Amaba a los niños hasta que dejaban de tener gracia para él, y eso era alrededor de los 3 o 5 años, cuando empiezan a articular palabras coherentes él empezaba a perder el interés. Creo que todavía no me recupero de haber cedido mi trono a temprana edad, gracias a las sorpresas que dio a mi madre la menopausia, esa señora tan inpuntual y traicionera que conspiró con el magisterio para darme una hermana que no necesitaba (aunque después de 5 que más dá).
Recuerdo como si fuera ayer, la única vez que me pegó. Era un hombre muy fuerte, pero no me hizo el menor daño físico, apenas fue un empujón o un puntapié. Lloré por él, porque a mis 6 or so años lo descubrí tan vulnerable e imperfecto que un cuestionamiento precozmente inoportuno de mi parte era capaz de sacarlo de sus casillas. Yo pensaba que los papás eran invencibles. Me quedó claro desde entonces que no.
Antes de saber quién era Hamlet y Elektra y Edipo entendí la parábola de David, Goliat y la pequeña e insidiosa piedra... y la liga, no olvidemos que siempre debe haber algo que se estire hasta romperse.
3 comentarios:
se dice por ahí que la familia es una institución en decadencia. Lo que sé es que es una maquinaria bastante desgastante. Pero la mejor actitud que se puede adoptar frente a ésta es el ovlido, para pasar al "no me acuerdo" aún con la serie de patologías, genéticas y no, que uno lleva consigo siempre. "siempre debe de haber algo que se estire hasta romperse": linda conclusión. Por cierto, cómo estás?
Todo bien. Con mucho sueño y un resto de cosas por hacer, sobreviviendo y harto de la lluvia, pero bien. ¿Tú y la academia como van?
aprendiendo a sobrevivirla... creo que la he sabido llevar, no de la mejor manera, pero a fin de cuentas he resuelto todo. y eso? es postdrepression, o estás en medio de, o qué rollo?
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