"... tú te levantas de esta mesa y se te acabaron los lujitos"Ese tipo de diálogos se generan después de varios picheles de cerveza y media docena de canciones de Marisela saliendo de las bocinas mientras un imitador hace el lip singing con una peluca rubia platinada, un vestido de noche (intuyo que de muchas noches) y cantidades industriales de maquillaje, lo suficiente como para hacer un bajo relieve renacentista.
Anónimo (... de la mesa de enseguida)
La combinación resulta expolosiva cuando la pareja viste camisa a rayas y pantalón negro. El mismo modelo de camisa y pantalón, un match perfecto, como gemelos con diferente fisionomía. A no ser que sean dependientes en una tienda departamental con ganas de joderle la vida a sus empleados, los hechos me llevan a pensar que se trata de una pareja es ta ble. Al menos hasta esa noche en la que uno decide que su ego es más fuerte y decide probarlo en la pista de baile, mientras el otro llora desconsolado. Y no me refiero a se le ruedan las lágrimas o algo así bien fotogénico. NO. Se trata de un llanto de bebé al que le han arrebatado la mamila (no pude encontrar mejor símil).
En la pista, el eslabón fuerte de esta institución -revitalizada en esta ciudad- se contonea al ritmo de una cumbia. Gira y gira a la misma velocidad que vienen las lágrimas a los ojos de su amante y nosotros empezamos a perder el pudor y a prestar cada vez más descarada atención a la escena. En momentos sospechamos que todo es un preámbulo preparado para poner el mood a la presentación de unos imitadores de Pimpinela, pero no. Todo es real. Las lágrimas. La discusión. Los gritos. Las vueltas de tuerca. La risa ominosa e impostada con que el llorón cierra la conversación, se levanta y se va. No sé si a pedir la anulación del matrimonio o a coger como conejos duracell pero dejándonos a los testigos como niño en schock al ver cómo el hermano mayor le arrebata el control remoto mientras ve Nickelodeon.
A punto del llanto por no saber el desenlace de la historia, nosotros nos volteamos a ver como zombis y yo estoy a punto de seguirlos, pero empieza la banda del Recodo y la pista se convierte en un mar imposible de cruzar.
Sólo me queda esperar a la edición policiaca del día siguiente y anticipar los jugosos encabezados.
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