Se supone que uno debe ser reflexivo cada vez que despedimos un año, porque siempre es mejor despedirlo nosotros a que él nos diga au revoir, así que aunque mi idea era decirle adiós en la playa con un martini o una copa de vino en la mano para honrar a la siempre bien ponderada pose, mis planes se vinieron abajo pero jamás mi ánimo ni mi ceja.
El caso es que donde quiera que lo despida, así sea con una tecate light y un puño de cacahuates en la mano, lo despediré con una caricia en la nuca y una patadita en el culo, porque este año cómo me hizo batallar. Claro, en el buen sentido de la palabra y con toda la carga semántica del verbo. No sólo cambié de residencia, de trabajo y hasta de amigos, también quiero creer que expandí de alguna siempre limitada manera mis horizontes, que llegan hasta donde llegue mi visión corta y se miden desde el lugar que esté. Lo que quiere decir que uno a donde vaya siempre va cargando con lo mismo, sólo persiguiendo escenografías que le den mejor aspecto a la opinión que uno tiene de sí mismo; muchas veces desproporcionada pero siempre ajustable y convenenciera, como es todo lo que le permite a uno sobrevivir.
Se supone que estas temporadas son de agradecer, aunque me parece un despropósito agradecer a la gente sólo por estar, pero siempre será mejor eso que la ausencia (salvo unas muy bien detectadas excepciones que bien podrían mudarse al reino del ahí te ves). No es lo mismo ya no tener a Adán y sus correos de picaresca fronteriza, sobre todo cuando no tuviste la oportnidad de decir adiós, no es lo mismo nada sin tu palomilla de tanto tiempo y tanto alcohol acumulado en las venas y la cintura, aunque compañía para ese tipo de cosas siempre se encuentra nunca será lo mismo. No fue lo mismo el 2008 sin las lecturas comentadas y los chismes variopintos del medio literagrio, aunque afortunadamente encontré una muy buena réplica que me hizo reencontrarme con la Lispector y conocer a McEwan y lo otro de Piglia y pasarle mi entusiasmo pasajero con Murakami sin que nos durara mucho a ninguno (el amor dura mientras dura dura). Nadie hubiera podido reemplazar a mi compañera de conciertos, que se perdió el mejor del año (Blonde Redhead) por su amasiato con el mainstream, pero que prácticamente me arrastró al de Kanye y James (el tercero mejor), pasando por R.E.M. y la entrada en años y bíceps, Madonna (el 2do. mejor).
Y este año no hubiera estado completo sin todos esos cómplices eróticos a los que no les agradezco porque lo nuestro fue trueque y a mis colegas profesionales quienes me convencieron que la amistad puede ser posible entre iguales/diferentes sin sacrificar ni tantito de convicción.
Gracias Queta, Ana, Carmen, Javier, Magda, Daniel, María, Rosa, Ramona, Adriana, José, Bella, Allison, Daniela, Odeth, Nata, Sylvia, Alberto, Carlos's, Oscares, Max, Francisco, Juana, Julia, Alex's, Allan, Oliver, Rodolfo, Roberto, Cris, Lety, Mario, Jesuses, Rafa (sí, tú), Germán, Ietza, Hugo's, Aaron (!), Sergio's, Fer's, Lore's, Paloma, Paola, Gaby's, John, Abraham, Juan'es (el de acá y el de allá), Ivanes, Gustavo, Guillermo's, Patricia y todos aquellos que hicieron este año y parte del pasado un muy buen tiempo compartido (los de la gorrita, el de la chamarra tal y los calzones chistosos y que no recuerdo sus nombres ni si alguna vez lo hice pero que quedaron atrapados en alguna neurona y uno que otro diente o sábana).
Gracias también al smog, el metro, la comida corrida y los tacos de canasta.
miércoles, diciembre 31, 2008
viernes, diciembre 26, 2008
volver
Es extraño cuando una ciudad quiere esconder su condición de fantasma con un look de obra en proceso. Y es extraño que la gente caiga en ese engaño y se enamore de un pedazo de valle descompuesto que hace preguntarse si alguna vez tuvo esperanza de ser algo con el tiempo, por obra y gracia de la casualidad o el espíritu santo, que es la misma cosa.
Esta vez no he salido a caminarla como otras veces, pero he pasado por lugares que al parecer he logrado desrreconocerlos. No necesito sus coordenadas para ubicarlos, pero creo que de posarme en ese lugar donde estudié la secundaria no encontraría nada que evocara ese tiempo de escaleras para cada género, de los honores a la bandera en los que alguna vez me tocó decir el juramento y descubrir que no era el único de mi color y que podía ser la persona que quisiera así me pasase toda la vida buscándome a mi mismo.
Este año me siento más extranjero de lo que me he sentido antes, incluso cuando vivía aquí y eso tal vez quiere decir que he logrado sacarme el rancho de adentro y no es tan liberador como pensé. Dicen por ahí que uno siempre vuelve pero creo que yo nací yéndome.
Esta vez no he salido a caminarla como otras veces, pero he pasado por lugares que al parecer he logrado desrreconocerlos. No necesito sus coordenadas para ubicarlos, pero creo que de posarme en ese lugar donde estudié la secundaria no encontraría nada que evocara ese tiempo de escaleras para cada género, de los honores a la bandera en los que alguna vez me tocó decir el juramento y descubrir que no era el único de mi color y que podía ser la persona que quisiera así me pasase toda la vida buscándome a mi mismo.
Este año me siento más extranjero de lo que me he sentido antes, incluso cuando vivía aquí y eso tal vez quiere decir que he logrado sacarme el rancho de adentro y no es tan liberador como pensé. Dicen por ahí que uno siempre vuelve pero creo que yo nací yéndome.
miércoles, diciembre 24, 2008
La Negra
Una casa llena. Gallina pinta de primer comida después de un año de no estar. Café recién hecho al levantarse con el cacareo de toda la familia cercana acampando temerariamente en una casa de tres recámaras como okupas de jornal. Una familia de húngaros con toda una nueva generación invadiendo la casa de la matriarca que se ilumina al reflejo de sus genes desparramados por el país y el mundo. Una matriarca que asegura orgullosa haber sido muy puta antes de encontrarse con papá y que me dice en corto que no quiere estar cuando haya que dormir a La Negra, la perra de la casa que tiene casi la mitad de mi edad y que está invadida de quistes que le impiden respirar bien.
La Negra era la favorita de El Cuate y mantiene su hermosura a pesar de su avanzada edad perruna. Yo tampoco quisiera verla dormir para siempre, pero si no hay nadie para despedirla no me importaría ser yo.
La Negra era la favorita de El Cuate y mantiene su hermosura a pesar de su avanzada edad perruna. Yo tampoco quisiera verla dormir para siempre, pero si no hay nadie para despedirla no me importaría ser yo.
martes, diciembre 16, 2008
shallow
Odio empacar. Simple y sencillamente porque tengo clarísimo que podría prescindir de todo y aún así no lo hago, más por pereza que por real apego. Hay quienes piensan que igual soy con las personas pero trato de engañarme diciendo que no es así. Tampoco insisto mucho en el autoengaño. Fluyo extrañamente, haciendo como que lo que tengo y me rodea está ahí por algo más que mi deseo o con mayor finalidad que ser contemplado. Hasta ahí llega mi espiritualidad, no excarbo en ella, me mantengo en su superficie y creo que, en el fondo, es un mérito porque qué mayor tentación hay que bajar al pozo de lo que no conocemos y perdernos y enredarnos en nuestras dudas. A cada pregunta hay una ladilla de interrogantes que se reproducen como gremlins sin necesidad de agua.
Am I that shallow?
No, You're lazy.
Am I that shallow?
No, You're lazy.
jueves, diciembre 11, 2008
Softcell
El romance que tiene todo México con Mr. Slim tiene sus altibajos. Yo por ejemplo había decidido romper con él por la ineficiencia que mostraron sus representantes de telefonía celular en una plaza comercial del sur de la ciudad. Les dije, en tono bajito y con toda la calma fingida del mundo, que eran todos unos ineficientes y que acababan de perder un cliente. Les mentí claro, porque las mentieras mientras más calmadamente se digan más veraces suenan. Después de castigarlos con mi indiferencia por una semana les dí hoy otra oportunidad (en otra sucursal por supuesto, pues hay varios oxxos y demás establecimientos que ya conocen mis desplantes) y el romance abusivo reanudó su curso no sólo recuperando el número con el que tenía ya un año sino adquiriendo otro equipo que realmente no necesitaba.
Debería haber un panteón para todos esos celulares desechos y pasados de moda por los que yo siento particular atracción y aunque soy muy poco dado a las ceremonias, por lo menos tendríamos la oportunidad de decir adiós en circunstancias menos impersonales como un bote de basura. ¿Soy yo o estas épocas de consumismo y forzada buena voluntad me suavizan?
Debería haber un panteón para todos esos celulares desechos y pasados de moda por los que yo siento particular atracción y aunque soy muy poco dado a las ceremonias, por lo menos tendríamos la oportunidad de decir adiós en circunstancias menos impersonales como un bote de basura. ¿Soy yo o estas épocas de consumismo y forzada buena voluntad me suavizan?
jueves, diciembre 04, 2008
sore throat (quite is the new loud)
Hoy desperté de madrugada con un perrro atravesado en mi garganta. No, esta línea no es un intento de prosa surrealista sino la sensación de angustia compartida con un perro que me siguió varios metros camino al metrobús. Era negro, de cara triste, con un listón rojo amarrado a su pescuezo desnutrido y me veía con esos ojos que tan bien imitan los pedigüeños que acosan esta ciudad. Hubo un momento que al cruzar una avenida peligrosa cerré los ojos deseando que no le atropellaran, que dejaran al hambre seguir su curso consumiéndolo lentamente, que no me duerma esta noche con la imagen de sus vísceras expuestas y el sonido atroz de su grito al momento del golpe. Sólo alcancé a escuchar el freno debajo de la melodía de Kings of Convenience y al voltear vi al perro correr asustado hacia mi. Me quité los audífonos, me detuve y lo esperé para hablarle con la piedad que pocas veces he usado en un ser humano: -A donde quiera que crees que vas, no vas conmigo. No tengo donde llevarte. El perro quedó tan quieto como un niño regañado, pero yo me equivoqué: al perro lo llevo en mi garganta, me raspa y me impide respirar bien.
martes, diciembre 02, 2008
Old is the new black
Por más que me oponía al destino, el día del concierto de Madonna llegó y yo ya tenía el boleto en mi mano. Los detalles de cómo lo conseguí me los ahorro pero cabe aclarar que no tuve que hacer ningún favor oral a nadie, aunque estuve más que dispuesto a hacerlo una vez flanqueado por una ansionsa multitud que no dejaba pasar al vendedor de cerveza. Y uno, como la esperada diva pop, también necesita lubricarse, aunque en diferentes áreas -afortunadamente.
Después de chutarnos una sesión electrónica de un tal Paul Oakenfield que pareciera sacado de un antrucho de la Zona Rosa regentado por Tito Vasconcelos, y ante la impaciencia de mis acompañantes sonoguachos que le gritaban ¡"Ya sal, mamacita. Así como estés"!, la madre de tres y putativa de una multitud de más de 50 mil personas salió, abierta de patas (a los 50 eso tendría que regularse), sentada en su trono y cantando la canción que dá título a su último disco (uno de los más regulares de su carrera) mientras ondeaba un bastón, no sé si como guiño a su edad o por verdadera necesidad de soporte.
La tipa será muy sticky, pero de sweet no tiene ni el labial. Es más bien una madrota que jamás dice please y ordena a diestra y siniestra, entre pasos de unas coreografías que serían la delicia de una clase extendida de aerobics o kickboxing. Negada a ceder su estafeta, la diva se apoya en todo lo que ahora suena cool (Pharrell, Kanye, ¿Britney?, Justin) y le imprime su sello a riesgo de sonar fuera de lugar. Sus riesgosas propuestas escénicas (musicalmente nunca ha sido muy osada) cedieron su lugar a un espectáculo para disfrutar, sin rebuscamientos ideológicos y muchos aciertos estéticos, impresionando con su precisión y eficiencia.
Es admirable la energía de la mujer, incluso contagiosa. Salvo cuando se pone en plan Dama de la Canción interpretando You must love me como quien quiere demostrar lo que nadie le está pidiendo. Su mejor momento fue la versión guitarrera de su clásico Borderline, coreado por toda la multitud. También resultó bastante fastidioso su set gipsy con un montaje deudor de Emir Kusturica. Tengo la impresión que la mujer no distingue entre los folclores y asume que los mexicanos seremos felices viendo olanes y bailaores y oyéndola dándonos clases de su peor español. Ándile!
Más que satisfechos salimos junto con la multitud, borrachos, dando y recibiendo empujones y cantando las mañanitas en un taxi rumbo al centro histérico al cumpleañero de la noche. La seguimos en una fiesta quesque chic, de trago gratis y mucha pose. El numerito de las celebridades mezcladas con artistas y funcionarios de la cultura nacional, en un precioso recinto no fue suficiente para retenernos, así que nos fuimos a cantar a Timbiriche y demás retrocidades al antro que está a punto de ser insoportable por culpa de tanto cabaretito que no encuentra su norte desde que les cerraron su catedral. FIN.
Después de chutarnos una sesión electrónica de un tal Paul Oakenfield que pareciera sacado de un antrucho de la Zona Rosa regentado por Tito Vasconcelos, y ante la impaciencia de mis acompañantes sonoguachos que le gritaban ¡"Ya sal, mamacita. Así como estés"!, la madre de tres y putativa de una multitud de más de 50 mil personas salió, abierta de patas (a los 50 eso tendría que regularse), sentada en su trono y cantando la canción que dá título a su último disco (uno de los más regulares de su carrera) mientras ondeaba un bastón, no sé si como guiño a su edad o por verdadera necesidad de soporte.
La tipa será muy sticky, pero de sweet no tiene ni el labial. Es más bien una madrota que jamás dice please y ordena a diestra y siniestra, entre pasos de unas coreografías que serían la delicia de una clase extendida de aerobics o kickboxing. Negada a ceder su estafeta, la diva se apoya en todo lo que ahora suena cool (Pharrell, Kanye, ¿Britney?, Justin) y le imprime su sello a riesgo de sonar fuera de lugar. Sus riesgosas propuestas escénicas (musicalmente nunca ha sido muy osada) cedieron su lugar a un espectáculo para disfrutar, sin rebuscamientos ideológicos y muchos aciertos estéticos, impresionando con su precisión y eficiencia.
Es admirable la energía de la mujer, incluso contagiosa. Salvo cuando se pone en plan Dama de la Canción interpretando You must love me como quien quiere demostrar lo que nadie le está pidiendo. Su mejor momento fue la versión guitarrera de su clásico Borderline, coreado por toda la multitud. También resultó bastante fastidioso su set gipsy con un montaje deudor de Emir Kusturica. Tengo la impresión que la mujer no distingue entre los folclores y asume que los mexicanos seremos felices viendo olanes y bailaores y oyéndola dándonos clases de su peor español. Ándile!
Más que satisfechos salimos junto con la multitud, borrachos, dando y recibiendo empujones y cantando las mañanitas en un taxi rumbo al centro histérico al cumpleañero de la noche. La seguimos en una fiesta quesque chic, de trago gratis y mucha pose. El numerito de las celebridades mezcladas con artistas y funcionarios de la cultura nacional, en un precioso recinto no fue suficiente para retenernos, así que nos fuimos a cantar a Timbiriche y demás retrocidades al antro que está a punto de ser insoportable por culpa de tanto cabaretito que no encuentra su norte desde que les cerraron su catedral. FIN.
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