Una casa llena. Gallina pinta de primer comida después de un año de no estar. Café recién hecho al levantarse con el cacareo de toda la familia cercana acampando temerariamente en una casa de tres recámaras como okupas de jornal. Una familia de húngaros con toda una nueva generación invadiendo la casa de la matriarca que se ilumina al reflejo de sus genes desparramados por el país y el mundo. Una matriarca que asegura orgullosa haber sido muy puta antes de encontrarse con papá y que me dice en corto que no quiere estar cuando haya que dormir a La Negra, la perra de la casa que tiene casi la mitad de mi edad y que está invadida de quistes que le impiden respirar bien.
La Negra era la favorita de El Cuate y mantiene su hermosura a pesar de su avanzada edad perruna. Yo tampoco quisiera verla dormir para siempre, pero si no hay nadie para despedirla no me importaría ser yo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario