Tengo la noche pintada en la cara y me doy risa de lo provinciano de mi actitud, de sentirme orgulloso por rebasar mis límites, de olerme a pecado a provocación a pieles ajenas que jamás volveré a ver o tocar y de llegar a casa a querer lavarlo todo. Antes de acostarme me ducho como queriendo borrar huella, pero reviviendo en mi cabeza esas escenas entre eróticas y góticas de fantasmas sonámbulos subiendo escaleras y susurrando mientras caminan como ciegos sin lazarillo fotografiados por Gaspar Noé ala mexicain. Entre esas imágenes diluyéndose con la espuma, me topo con la cara de una viejita que me detuvo en mi regreso y me pidió la hora al tiempo que me tocaba la cara y me decía lo lindo que le parezco con estas ojeras de noche en vela, de alcohol evaporándose a la luz del sol y de pupilas dilatadas, sonrientes ante la candidez que se asoma debajo de una piedra y venciendo la tentación de decirle mi procedencia… de contarle que vengo de donde la lindura desentona y los caballos se desbocan en precipicios con las riendas atadas a las patas. Felices.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario