domingo, marzo 01, 2009

Overcooked

No es que sea yo fan de los suicidas, pero los detalles -como dios está en ellos- siempre me han causado fascinación. Según Randy "Ram" Robinson, el pusilánime Cobain echó todo el roquerísimo ochenterismo a perder y para muchos la única manera en que pudo pasar a la historia fue poniendo piés en polvorosa para no ver la manga tan ancha de Courtney, a quien muchos acusan de jalar el gatillo, como si el tiempo no hubiera puesto las cosas en su lugar: ¿Quién no quiere darse un tiro cada vez que la oye dar alguna bizarra declaración o la ve vestida de bailarina en su propia versión de Brozo, el payaso tenebroso? Lo que pasa es que no todos somos poetas, afortunadamente.
¿Y qué de Ian Curtis y su azotadez tan legendaria como sus pasitos de poseso en pleno exorcismo? Él sí que supo elevar a nivel poético su renuencia adolescente a tomar una decisión importante en la vida, amparándose en su incipiente condición de rockstar y dejando a uno de los mejores grupos de la historia con la sensación de poder haber hecho más. Creo que colgarse fue suficiente testamento, como retorcer el bucle e irse en el viaje.
Ni Kurt ni Ian fueron Mishima (esteta hasta la muerte), pero la que se lleva las palmas es la Plath. Mira que meter la cabeza en un horno es mucho más roquero y sarcástico que cualquier otra cosa, pues renunciar al glamour de los barbitúricos o la siempre poética caída de un puente para utilizar un artefacto doméstico dice mucho del cálculo del impacto y la carga metafórica del acto. Que la haya dejado el marido por una mujer más joven resulta cuando mucho anecdótico, una cuenta más para el rosario mitológico de abandonos que inauguraría su padre en su temprana infancia y que le serviría de combustible creativo. La niña que quiso ser dios renunció a una gloria en vida para asegurarse un lugar en la historia que, horno de por medio, resultaría inapelable.
Creo que nadie entendió nunca su sentido del humor... hasta que llegó un director que tuvo la irritante idea de poner a Gwyneth Paltrow en el papel de la escritora: una actriz desechada por Brad Pitt y Ben Affleck, con un Óscar que debió ser de Kate Blanchett o Hellen Burstyn y cuya idea de reivindicarse socialmente fue casarse con el soporífero vocalista de un grupo musical del que ninguno de sus integrantes morirá de muerte violenta, a menos que nuestra idea de violencia se relacione con el páncreas y la glucosa.

5 comentarios:

Juan dijo...

Y vari@s, Manuel, que han olvidado suicidarse.

Manuel dijo...

Definitivamente, Juan. Hay deficit de suicidios. Totalmente de acuerdo. Un abrazo.

B West dijo...

prometo que me suicidio será mejor! Tengo una vida para planearlo

gaby rotten dijo...

Déficit de suicidios!!!


jajaja.

Oigan pero ya no somos posmos. Se supone que todo esto tiene su causa en el progre.

Ya nadie se quiere suicidar porque es más pro hacer yoga y convertirse en budista y rogar que los alienes nos lleven mientras nos bañamos en aguas minerales...

se acabaron los días de la bulimia y la anorexia... ya nadie quiere ser proclive a la autodestrucción...

Manuel dijo...

No te digo, pues. Puras malas noticias zen.