En realidad eran las piernas largas y velludas de Tom Selleck, pero a esa edad uno no se fija demasiado en las fichas técnicas; gracia hacía uno en no creer que lo que vemos en esa caja de bulbos y espejos luminosas es la puritita verdad.
Si somos justos, no era tan difícil separar realidad de ficción, porque yo nunca había visto unas piernas como esas, coronadas por un bigotazo y dos (sí: dos, que no es ciencia ficción) ojos azules.
En ese entonces no metería las manos al suelo por el azul en sus ojos, porque si mi memoria no me falla, la televisión de mi casa era en glamoroso blanco y negro (tal vez de ahí mi perversión snobista proclive al alto contraste).
Mágnum era un investigador privado que siempre se salía con la suya, tenía dos compinches (uno calvo y el otro negro) y manejaba un auto deportivo rojo... para qué les voy a mentir, ni me acuerdo de qué se trataba, pero luego que con los años reconocí a Tom Selleck en una que otra mala película me dije que esas piernas merecían mejor destino que la serie zeta. A otros Toms les ha ido mejor:
Ahí tienen al oligofrénico Tom higadito Cruise, que no hay cientología que le quite lo pendejo, pero que con su careto de yo-no-fui sigue siendo el rostro más taquillero de Hollywood.
O Tom Hanks, que pasó de payasito buena-onda a gran dama de la actuación vía homosexual-sidoso-terminal en “Filadelfia”. A Selleck ni ese numerito le sirvió, pues en “In & Out” (un título por demás desperdiciado con ese casting) pasó sin pena ni gloria en su papel de reportero gay de clóset. Tal vez si hubiera tenido sida y sus jefes lo hubieran corrido de la televisora y hubiera metido una demanda y luego... bah! Creo que hubiera sido demasiado evidente la formulita, que difícilmente funciona dos veces igual.
Tom Berenger tuvo su etapa gloriosa en el cine, aunque ahora haga pura serie B y luzca desesperadamente en busca de un peeling.
¿Qué me dicen de Tom y Jerry? Nunca tuvieron que salir del clóset para mantenerse vigente en el gusto del público. Sólo están esperando que Pixar les haga justicia y lleve su historia al cine, lo cual suena descabellado pero después de sacar del clóset a los vaqueros, los romances inter-especies deberían tener su oportunidad.
Tom Welling es como hecho por computadora. Con él me pasa lo que con la belleza tradicional, para mi las cosas tienen que tener cierto grado de imperfección y retorcimiento para parecerme atractivas.
El caso es que ya los Toms no los hacen como antes...
(¡y pobre de Tom Jones o Tom Waits si levantan la mano!)