Cada vez que me preguntan cual es tu tipo de hombre hago un recuento de los que he probado y más me han gustado. La lista es tan heterogénea que no hay manera de quitar y poner para formar al hombre perfecto sin que quede un freak que muérete de risa Dr. Frankestein.
Luego pasa que quienes te saben el precio piensan que por ser uno _______ (poner aquí su mote favorito, que me viene dando lo mismo) ya uno consume lo que sea. Y aunque loquesea suena a demasiado hay que ser justos y recordar que hay momentos en que nuestra manga es tan ancha como las necesidades de cada momento y cada persona. Si nos limitáramos a un tipo determinado, nada nos garantiza que quienes corresponden a ese arbitrario estándar van a reparar en uno y eso sería un simple, sencillo y patético auto-boicot.
Mi primer ex-novio es bajito, porteño, linda gente pero con la debilidad de meter la vida en un cuadrado inamovible que tiene por cabeza. Su debilidad por mí era mi fortaleza, pero eso de tener las cosas siempre tan facilitas tiende a aburrir y uno, amante de la mala vida, siempre anda buscándole el tercer pié al gato, tendiendo cuatro.
El siguiente ex-novio es menos chaparro, fronterizo emigrado, con un optimismo sólo comparable con su indolencia ante la realidad propia y la ajena, pero con una libido sólo comparable a mi apetito voraz. El paso lógico para alguien que (como yo) viene de una relación donde sólo sus chicharrones tronaban, era convertirme en la sumisa encarnación de una soldadera revolucionaria, diciendo a todo sí y agachando la cabeza mordiendo la trenza. Supongo que lo que me faltó fue caudillo, porque yo en la cama puedo ceder bastante si es necesario, pero fuera de ella tengo la mala costumbre de tener mi propia plataforma de campaña (aprovechando el léxico electoral).
Dicen que el amor dura lo que dura dura y créanme que se puede poner dura sin necesidad de comprometerse sentimentalmente con el de al lado (arriba, abajo o donde quiera que se esté). Así como se puede querer a alguien sin necesidad de tenerla dura todo el tiempo. Digo, lo ideal sería la combinación, pero lo ideal no tiene nada que ver con lo práctico y no sería para nada práctico andar ostentando una erección como señal de enamoramiento. ¿Qué necesidad? Para eso están los reality shows, o el día de San Valentín o la industria porno.
El fin de semana tuve la oportunidad de comprobar que eso de los tipos es casi como el ideal racial: no sirve más que para limitarse uno experiencias enriquecedoras y alimentar los libros con señales alarmantes de estupidez humana (ni siquiera voy a mencionar a ...ni al ......, no vaya a ser que nos salgan con otro libro u otra película).
El caso es que conocí dos especímenes , uno de ellos se suponía debía gustarme más que el otro y resultó al revés. Mientras mi adolorido cuerpo me recuerda lo fuera de forma que estaba para esos menesteres, mi lengua mantiene todavía el sabor de quien no pensé fuera a dejar huella, minimizando como por arte de magia el frustrante sabor a intrascendente one-night-stand del día anterior.
7 comentarios:
Ay, Manuel... Los hombres. Son abyectos, pero cómo me gustan.
Ni hablar, cada quien tiene sus debilidades: unos el alcohol, otros, las drogas, otros la comida, otros... bueno al menos nuestra debilidad tiene un tinte antropológico (igualmente abyecto).
"seamos realistas... pidamos lo imposible", por que no pedir una erecciòn (constante) como señal de eneamoramiento??
Francely!!! Te oyera tu madre (no imagino lo que diría el novio).. esto me huele a emancipation.
Esta Francely va de malenpior...
magnificent writing... I read your blog every day and every day (almost) I get chills (the good kind). Write a book already... and if you have, tell me where to get it.
Hat's off (but just the hat).
;-)
Just the hat, Miguel? ...sounds kinda boring.
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