Faltan pocas horas para que se acabe este año y juro que ya me urge. Que se acabe, es lo que me urge. Pero sobre todo que se acaben todos esas mamadas de los propósitos canjeables por despropósitos, como si de la noche a la mañana uno ya fuera más juicioso y ecuánime, como si tragarse doce uvas sin semilla equivaliera a meterse doce supositorios:1. el de la buena voluntad,
2. el de la visión transformadora,
3. el de la apertura emocional,
4. el de la claridad de mente
5. el del utópico irredento
6. el de los calzones rojos y l'amour
7. el de los amarillos y la prosperidad
8. el de borrón y cuenta nueva como creer en la resurrección
9. el de bajar de peso como p'aligerar la rotación terrestre
10. el de los 9 pasos anteriores para rehabilitarte de vivir
11. el de reciclar la basura pa que vaya al mismo depósito que luego será un fraccionamiento de interés social
12. el de comprarte una mascota porque lo más romántico del mundo es limpiar las heces de alguien más sin que te lo pida.
Bien bonita que es esta época de arrepentimientos confundidos con amnesia provocada, de brindis apresurado, de desvelada forzada, de cuetes, de disparos porque así como se desvanece un petardo en el cielo, igualito se desintegran nuestros propósitos.
Ya basta de hipocresía, aceptemos que nos urge que se acabe este y el que sigue, que no nos queda más que improvisar y que el suspiro antes de dormirte el primero de enero no es tanto porque la libraste este año que pasó sino qué pereza nos deparará el que viene... Hay que hacerse el desentendido para darle oportunidad a la sorpresa.
*Aquí mi más reciente update fílmico.




