Anthony Bourdain es mi nuevo gurú: sus enseñanazas van más allá de afilar o distender el paladar, Bourdain lo que hace es compartir su experiencia de vida, la experiencia de alguien que ve al mundo tal como es y acepta las limitantes que tiene uno para cambiar lo que nunca pidió ser diferente.
Como Bourdain, uno tiene que aprender a comer huevos cocinados entre cenizas cercanas a heces humanas y animales, aprender que para apreciar las bondades culinarias alrededor del mundo hay que descender a los infiernos de la pobreza y la marginación donde no importa de qué lado está el cubierto, en caso de que exista ese lujo urbano en la mesa de La Martinica, Namibia o cualquier otro lugar que redefina esa figura retórica llamada tercer mundo.
Como Bourdain, uno tiene que aprender a comer en una carreta porque no comer no es opción, o entender que despreciar el bocado ofrecido por quien apenas cuenta con lo necesario es una ofensa peor que pedir agua embotellada donde ni siquiera conocen el drenaje.
Lo que tal vez no todos compartamos con Bourdain -supongo- es una excelente cobertura médica o ese romanticismo de cinco estrellas que desciende desde su cadena de restaurantes y sus libros publicados, o sus viajes en primera y helicóptero al infierno que hace posible el paraíso cosmopolita; y no por querer descubrir el hilo negro de la dinámica global sino precisamente porque todo para él es exotismo, todo eso que nosotros vemos de reojo o tapándonos la nariz a Bourdain le fascina, o asume que a su público le asombra. Su público con televisión de paga, con pretensiones clasemedieras y complejas conjeturas sobre asuntos pendejos e intrascendentes elevados a máximas snobistas de necia miopía.
Puede ser que su público no se lo merezca, que su antropología culinaria y su humanismo de lujo esté muy por encima de quienes elevan una garnacha al nivel de epifanía cosmo, pero a mi me gustaría tanto conocer a Tony, hablarle de tú (lo lindo del inglés es que no existe el usté) y preguntarle qué opina del beso negro.
5 comentarios:
Lo más chistoso es que Burdain a veces se asume como "punk", y fan(s) irredento de Los Ramones. No has visto el episodio dónde unos vaqueros gauchos, en medio de la pradera argentina, le preguntan: Un chef o es alchólico o es homosexual ¿Usted qué es?...ya imaginarás la nerviosa respuesta que el siempre encantador cocinero ofreció...
Pues créeme que le creo más su punkez a él cuando se come cada chingadera que yo ni a putazos, que a tanto punketo de grenetina y remaches andando por ahí, porque es lo contrario a su naturaleza neoyorquina, además alguien que hace lo que él tiene que ser de a diez sexualmente... uno tan romántico pues.
:( Pensé que ibas a *profundizar* en el tema del rimming... aqui un fan de dicha actividad.
wei, ese bato comio colon sigmoideo... y si, he's charming .o sea, tú qué crees que te diga al hombre le gusta conocer puej!
Acabaste con mi romántica percepción de este guapísimo tipo que me lleva a todos los puestos de garnachas del mundo y yo sólo quedo relamiendome los bigotes del antojo cuando veo el cuerito de cochi crocante, los camarones ensartados que venden en la playa de Río, los taquitos de no sé dónde, el carrito de quien sabe qué afuera de un antro en Indonesia...chin...
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