Afuera se escuchan los cuetes guadalupanos, me avisan que sólo me he cambiado de esquina. Termino un trabajo express escuchando música new wave que nada tiene que ver con el fervor religioso ni con las viñetas deportivas que me encargaron hacer: push ups, sentadillas, extensiones y un etcétera que me recuerda que tengo que regresar al gimnasio.
El primer destello de nostalgia se me aparece a la 1:42, pero ni siquiera pudiera precisar nostalgia de qué o si la estoy confundiendo con sueño. Si no fuera porque tengo que apagar las luces del arbolito para encender la laptop yo ni me enteraba que es época navideña... tal vez si fuera a la pista de hielo a patinar, me pusiera una bufanda que no ocupo o hiciera caso a un Santa Claus barítono de Sears el espíritu navideño me convertiría en el grinch de todos los años, ese que se niega a recordar su primera navidad lejos de casa, con gente casi extraña que no pudo evitar un llanto ridículo que causó más aflicción que las inundaciones y me enseñó que llorar en público tiene sus perversiones.
Tal vez fue la tristeza contagiosa de Alex, combinada con certeza y resignación. Ella que guarda un secreto en su entrepierna y que se niega a convertise en el centro de atracción del puerto uruguayo al que la llevaron a esconder. Al igual que la Calliope de Eugenides y que el oráculo Tiresias, son personajes que nos recuerdan que el ser humano es la verdadera especie en extinción, porque las inventadas vírgenes morenas pudieron convertirse en patrimonio nacional sólo para rasgar sus vestiduras y lucrar con ellas, o ese mesías que un dios nos mandó a la tierra sólo para reafirmarnos como los sadomasoquistas que siempre seremos, con el gen de la autodestrucción bien incrustado en el ADN. Es que... qué bonito es casi nada.
1 comentario:
Toda la noche y todavía en la mañana los tronidos infernales para celebrar (?) a la virgen estuvieron a punto de colapsarme los nervios, onda kitsch almodovaresca. Así que el dolor de cabeza que me resultó me provoca estar completamente de acuerdo con eso de ¡qué bonito es casi nada!
Rafa
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