lunes, abril 14, 2008

Una porra pa'los esmáchin...

Time is never time at all
You can never ever leave
without leaving a piece of youth
And our lives are forever changed
We will never be the same
The more you change the less you feel
(Tonight, tonight /B. Corgan)
Y uno piensa que el clima es siempre el peor enemigo. NO. El peor enemigo siempre es el destino manifiesto, el mismo que apenas puso en mis manos el boleto para un festival de música que ejemplificaría a brochazos el panorama musical actual, me lo arrebata gachamente. El boleto de primeras no era para mi, pero luego me guiñó el ojo y se posó en mi nalga izquierda para luego desaparecer entre la lluvia (como personaje de Blade Runner), el viento (que hasta tiene miedo) y una coladera abierta que se le atravezó a una de las piernas que me sostiene. Yo, leyendo una historia insulsa sobre Diego Luna mientras camino hacia el recinto roquero y un momento antes de cruzar la avenida me regreso corriendo a buscar como Hansel las migajitas de pan...

Pero como el destino a mi me hace los mandados, ahí me tienen en taquilla comprando otro boleto (lo que empobreció mi cuenta bancaria pero mantuvo intacta mi dignidad) y entrando orondamente a nuestro mini-Coachella haciendo la primera parada reglamentaria en el expendio de cerveza.

Afortunadamente nos habíamos saltado la paja (sorry Mirandas, Elys, Chetes, Le Baron y demás) y llegamos al escenario rojo a descubrir con agrado que Bright Eyes tiene un espectáculo en vivo no sólo digno sino estimulante, alejado del somnífero material discográfico con que me he topado. Sólo identifiqué una que otra canción, pero los arreglos que presentó en el Zero Fest fueron tan buenos, incluso en los momentos en que recordaban a The Arcade Fire. La voz de Conor Oberst, si bien efectista y calculada de crooner contemporáneo desbordó intensidad y dejó huella como lo mejorcito de ese escenario.

Nos dimos una vueltecita por The Faint, pero ni la mala pasada que les estaba jugando el viento con el sonido, pudo ocultar lo genérico de su propuesta, por más que el mismo Oberts instara al público a que se fuera el escenario negro donde se presentaban sus amigos. Un vocalista émulo de Scott Weiland, un post punk de combo... en fin, tiempo para vaciar el riñón y rellenar el vaso.

De lejos se alcanzó a oir la voz irritante de la vocalista de Belanova escondida en su fleco y su pésimo gusto para vestir. Afortunadamente no tardaron mucho en ocupar el otro escenario los regiomontanos de Kinky que desatinaron en la primera parte del programa creyéndose roqueritos indies para luego recuperarse con lo clásico de su repertorio. Lástima que haya sido demasiado tarde, porque ya a esas alturas estabamos nosotros del lado de My Morning Jacket, que yo no conocía pero que resultaron tan estimulantes y divertidos como algo que conozco más que bien: la puñeta mañanera.

Lindos nosotros que queríamos un buen lugar para las puñetas musicales de los alucinantes (en mal pedo, muchas de las veces) The Mars Volta, pero por más que esperábamos y esperábamos debajo de la lluvia, sospechamos que los neo-progresivos chamanísticos no querían estropearse el afro y decidimos ir a ubicarnos para el concierto que todos estabamos esperando: Smashing Pumkins.

Llegando allá nos topamos con que no había manera de huírle a las canciones interminables de los iluminados Volta, que convirtieron nuestra espera por Billy Corgan un trámite cercano al purgatorio. Una promesa cumplida cuando aparecieron dos de los integrantes originales de los Smashing, cosa que a poca gente le importó porque sus expectativas tenían nombre propio, poco pelo y un dudoso gusto para vestir.

Corgan apareció y el piso donde estabamos plantados de pronto se convirtió en un sartén con aceite hirviendo listo para hacer una garnacha saltarina roquera. La energía, la euforía, la testosterona mezclada con la nostalgia y el culto al enorme ego de una personalidad puede resultar una combinación peligrosa. Disfrutable y efímera, pero -según- esto histórica.

Musicalmente intenso, virtuoso y complaciente -a saber si con el púlbico o con la puritita nostalgia- el repertorio fue bastante atinado, aunque uno que otro habrá dudado si esa era su canción favorita destrozada por su autor o un sueño distorsionado por la memoria.

Entre que si me acordaba de las letras o me dedicaba brincar, esquivar empujones o aflojar el cuerpo ante tanta adrenalina, hubo un momento para la ternura: un chaparrito de bíceps inchados me dice: ¿Le entras a una porra para los esmáchin?... de no haber estado poseído Billy por su estridente guitarra se habría alcanzado a escuchar el cantar de un grillo y habríamos podido ver pasar un chamizo llevándose entre sus ramas el goya, el chiquitibúm y los rarrarrás, junto con la vida del autor de semejante idea.

Yo empezaba a agradecer la falta de condescendencia del roquero ante su entregado público chilango cuando me di cuenta que cada género tiene a su Britney Spears:
-Do you want a piece of me?

Ni de tus faldas, bro'. Definitivamente, las estrellas (pregúntenle a él si no lo es), mientras más calladitas más bonitas.

PS: Para quienes todavía tenían energía estaba el entusiasmo de Timo Mass, que contradiciendo su primer nombre, era capaz de remover esa memoria reciente cuando aún no olía a viejo lo electrónico. Claro que después de los Smashing, cualquier culpa retrospectriva quedaba disculpada.

4 comentarios:

El diablo probablemente dijo...

Ooorale. Así que viste a los Smashing? Y la chilanga-banda?

Anónimo dijo...

aiiiii pe-li-ro-jo sexi, viste a connor de cerquita (L) necesito verte a ti de cerquita para que me cuentes detalles.

saludos - besos

judía

Anónimo dijo...

¿Y el slam cómo estuvo? ¿No hubo palomazo con la Guzman?

Atte
Un fan fatal

Manuel dijo...

Hubo conato de slam. Pero el hacinamiento lo hacía casi imposible. Yo estaba esperando más violencia, pero al parecer eran realmente fans de los esmachin porque hasta se sabían las canciones y se emocionaban y todo... en muy varonil, claro.
Saludos Judía!
Desafortunadamente no estuvo la guzmán p'hacerle sombra a Corgan.